Escribo un libro sobre esta forma de homicidio, de acuerdo al principio de Péguy, quien decía que toda ciudad que encierra una violencia individual es una ciudad maldita O, en todo caso, ver el enemigo exterior y el enemigo interior, en esta forma de calamidad que ya empieza a azotar, no solamente a la población infantil, sino a los adultos. Mi función será dar a conocer la tragedia, nombrarla. No tendrá la dimensión de un relato, sino que estará construida a partir de una gran cantidad de testimonios y el fragmento biográfico, método que estará utilizándose para brindar un mayor conocimiento de los tipos sociales, tanto como el carácter heroico de los personajes.
Lo que doy a conocer ahora son restos de este material; quiero decir, que lo considero hasta mejor, ya que no puede ser muy valioso saber una cosa y no poder hacer nada cambiarlo. Veamos ahora lo que contienen estas ideas.
Desde el más remoto ángulo que permite la enorme inseguridad ciudadana que continúa generando la irrefrenable violencia delictiva, surge el tema de la Bala Perdida, que algunos esperan discutir algún día, luego de enfrentar problemas aún más serios como el asalto o el atraco, que vertiginosamente sigue en aumento, o como en el secuestro económico.
Todas estas modalidades se están haciendo presente en los más lujosos residenciales de la ciudad capital. ¿Por qué no ocurre lo mismo con las balas perdidas? De eso trata este artículo, el cual hemos de considerarlo como de inicio, por los diversos aspectos que creemos tener para la producción de un análisis más complejo del fenómeno.
En primer lugar, no consideramos que eso sea así; si por un momento ponderásemos que lo que hay de común entre las modalidades de la criminalidad que se manifiesta como asalto o atracos, pensemos que el fenómeno llamado Bala Perdida tiene que ver con las armas de fuego en manos de los ciudadanos; porque es ésta, preferiblemente, la misma arma que se utiliza para cometer estos delitos y la misma arma que emplea la Policía cuando repele a los ofensores de hoy, pudiendo ser perjudicial para otros que se encuentran en el lugar de los hechos.
El arma de fuego es el principal componente del modelo de violencia que existe en la República Dominicana. Esta modalidad nos llega de la industria de la cultura material de los Estados Unidos, de su estilo de vida (cultura de gadget), entre lo que podemos añadir la vida de acción del héroe americano, que vemos en los deportes, en la música y el cine; es como decir, dinero, drogas y el culto por las armas de fuego. Nuestra opinión es que los Estados Unidos permanentemente exaltan con su estilo de vida la violencia, que luego están dispuestamente condicionados a seguir millones de jóvenes del mundo entero. Ella ha hecho olvidar muchos de los valores autóctonos de nuestra juventud, esa misma que ahora vemos afectada por la delincuencia común. Su influencia para nosotros es enorme.
Por eso para que se entienda mejor el por qué de las Balas Perdidas como un síndrome específico, el primer debe consistir en determinar su origen, que es el que acabamos de establecer: las armas de fuego.
Aunque no se pueda estructurar una definición o crear un concepto más o menos claro de lo que es la Bala Perdida, debemos sacar provecho del análisis testimonial de los casos ya ocurridos, que han gravitado en los medios de comunicación, y considerarlo como el método más útil en estos momentos; también debemos considerar que si por este conducto logramos quitar las armas de fuego en manos de los ciudadanos, valió la pena tratar este tema.
Yo sostengo que el individuo que no sabe de armas de fuego (no era un objeto propio de su crianza), o aquel, muy por el contrario, que sabe muy bien de ellas, y por lo mismo la emplea con frecuente (porque ese es su trabajo de policía), no es el principal responsable de las balas perdidas tiradas al aire. Aunque es real que pueda haber algunos otros casos de infortunados gatillos, en posesión de pistolas, que por muchos años o durante un tiempo relativamente largo con estos artefactos al cinto, sí llegan a crear una situación como la de disparar y dañar a una persona anónima, pudiendo la razón casi siempre obedecer a razones pasionales, o al poder de las bebidas alcohólicas en los cerebros de los asiduos visitantes en los colmados de músicas estridentes, me inclino por creer que es un asunto de aritmética simple, que hayan balas perdidas en los barrios, y luego que la mayorías de las veces, las víctimas sean infaustos ciudadanos
de los extractos sociales más desprotegidos.
Es que las Balas Perdidas no se elevan mucho, y chocan con los objetos más cercanos de la barriada. Es culpa del gobierno que no ha atendido con mayor carácter la posesión de armas de fuego, la fiscalización de la venta, el uso, y los límites a su tenencia. Es culpa de todos nosotros, que carecemos de voluntad para volver a la campaña de quitar las armas, puerta por puerta si es necesario. Cualitativamente y cuantitativamente es ahí donde está el problema.
Ciertamente, el primer elemento de esta problemática realidad no es la falta de conciencia de parte del tirador, y de parte de la colectividad que usan las armas de fuego; esta falta de conciencia no consiste en saber si la persona tiene una idea clara, si es consciente de que el uso indiscriminado de un arma de fuego puede ser peligroso, para él, en primer lugar, y puede serlo para los demás, como en una bala perdida. El problema lo han permitido las autoridades, a quienes hay que exigirles una cuota mayor de responsabilidad, ya que nos se aplican en relación a este tema como debieran. Esta es una materia, en que no se negocian privilegio, por la inhumanidad a la que luego nos vemos expuestos.
«¡Qué lástima! ¡Qué lástima!». Es todo lo que hay que decir si te llega una bala perdida y si rumbo, que puede ser una bala asesina. Por eso “Todos los lugares” es el destino de la Bala Perdida, pero la verdad es que su existencia es casi propia de los barrios pobres, que ahora se llaman “barrios seguros”.
Sea que se trate a partir de un partido de basesball o de una rencilla entre personas, entre particulares o entre miembros de una banda juvenil; la realidad por las que ocurren es una sola: la posesión de armas de fuego en manos de los ciudadanos.
Triste realidad existencial, doblemente triste, pues, decir que la sociedad a la que pertenecemos está armada por los problemas de la delincuencia marca el destino de destrucción de sus cimientos y de sus valores fundamentales; y en el otro extremo del problema, está el hecho mismo, que encuentra a la víctima, sobre todo si ésta entra en la carne tierna de un niño o en un anciano, que apenas pueden racionalizar la lesión inesperada que le ha tocado. Y a sus familiares, porque el problema le aparece en momento cuando empezaban a amar la vida juntos a los suyos, ahora dañados o muertos por una bala perdida.