Santo Domingo.- En los últimos años han sido muchos los casos de crímenes horrendos cometidos y descubiertos en República Dominicana, desde aquella vez que una estudiante de periodismo se vio envuelta en el descuartizamiento de un extranjero con el que al parecer convivía, en un apartamento de Santo Domingo. Luego han aparecido descuartizados otros extranjeros en Samanà y más recientemente una pareja de jóvenes esposos, que además de cortados en pedazos fueron quemados y sus restos encontrados depositados en tanques en una zona de Azua.
Se sabe que por el último de esos hechos fue condenado un fraile que como feudo operaba un ministerio próximo a la Zona Franca de Hainamosa. Municipio Santo Domingo Este, convertido hoy en la principal fuente de la violencia y criminalidad que sacude el país, según las estadísticas de la Policía Nacional y el Instituto Nacional de Ciencias Forenses (INACIF), de la Procuradurìa General de la Repùblica.
Sin embargo, todos los casos espantosos anteriores juntos, no han producido tanto horror y terror, como el recientemente descubierto en Mendoza, en el mismo municipio Santo Domingo y próximo al ministerio que regenteaba el fraile preso
El cine de terror y horror (dos cosas parecidas y distintas) que ya agotó todos los relatos de Edgar Alam Poe, Frankenstein y Drácula; el séptimo arte carente hoy de temas reales y hasta ficticios para mantener su vigencia, tiene en el reciente caso dominicano, una magnífica oportunidad de renovar sus producciones.
“El carnicero de Mendoza”, “El terror de la calle privada de tierra” o “Las víctimas de la fosa común”, podrían barajarse como títulos de una película, que podría superar todas las tiras vampirescas y películas como “La semilla del Diablo”, “La tierra de los muertos” y “Los crímenes de la calle Morgue”.
Lo interesante del caso, es que Joel Rodríguez Díaz, un asesino consuetudinario, diabólico y perverso, con una escuelita familiar para robar, asesinar y desaparecer a sus víctimas cortándolas a pedazos y lanzándolas en una fosa común en su propia casa, fue detectado al azar, ¡óigase bien, al azar!, junto a sus cómplices.
Los muertos se cuentan por montones y todavía la policía y los fiscales, no se cansan de contar, a partir de los relatos y testimonios de dos menores, de 14 y 15 años, al parecer hijos del carnicero y enseñados o utilizados para cometer los crímenes.
Los muchachos hablan hasta de doce muertos y lo hacen de sus víctimas humanas como antes se mataba un pájaro o se desollaba un cerdo. ¡Cuánto horror! La mujer, Jossy Rossanna de León, (víctima y victimaria a la vez), era utilizada como carnada para atraer a sus inocentes victimas, como el policía motoconchista y el camionero de la fingida mudanza cuyos cuerpos cortados a pedacitos aparecieron, de forma fortuita, en la propia casa. Han sido muchos los familiares de personas desaparecidas por igual circunstancia que se han presentado al lugar presintiendo que allí terminaron sus días.
Se presume que un brazo de mujer que apareció en la casa, es de la primera esposa del hombre, la cual habría matado para luego decir que se había ido a España. Los menores y otro que no aparece son presuntamente hijos de esa primera unión.
La gente cuenta ahora que Jossy Rossanna, con apenas 19 años de edad, había sido violada por el carnicero cuando era una niña y llevada a vivir con él a la fuerza y bajo amenaza de convertirla en una de sus víctimas.
En fin, ¿cuántas fueron las víctimas de Joel, y junto a su mujer y sus hijos, cuántos otros, ademàs del policìa Uva, integran su banda del terror? A alguien se le oyó vocear, justo al frente de la vivienda, que en el lugar había cadáveres enterrados por donde quiera, pero sólo demoliendo la edificación y excavando podían encontrarse.
Sin embargo, cuando se inquirió por más informaciones de los que allí estaban agrupados en filas y vociferando, la mayoría confesaba venir de otro lugar. Si alguien era de los alrededores no lo decía o se negaba a hablar evidentemente por el miedo de verse señalado o convertido en víctima de una situación propia de satanismo puro o de inusitada dimensión de horror.