El programa “El Gobierno de la Mañana”, que de lunes a sábado se produce por la emisora Z-101, es lo que se llama un verdadero fenómeno de audiencia. El grueso de los dominicanos que deseamos estar bien y rápidamente enterados de todo lo que acontece en el país (digo todo, absolutamente todo) estamos compelidos a seguir con interés ese maratónico pero no menos interesante espacio radial. Son varias las razones por las cuales nos hemos hecho adictos a ese programa. Unos dirán que es por la potencia de la emisora (que llega a todos los puntos del país); otros argumentarán que escuchan el programa por la nitidez con que reciben la señal y otro segmente argüirá que lo sintoniza por las diferentes corrientes políticas que motorizan muchos de los comentarios que se exteriorizan allí, aunque los susodichos juren y perjuren que con independientes, alegato del que ellos mismos se ríen.
Sea cual fuere la razón para escucharlo, lo cierto es que “El Gobierno de la Mañana” es dueño de la más grande radio audiencia que programa alguno haya tenido no sólo en República Dominicana, sino en muchas latitudes de América Latina.
Precisamente porque estoy consciente de la formidable penetración que tiene ese programa en todas las clases sociales nuestras, es que me preocupa que malos dominicanos aprovechen que desde allí se estén realizando sondeos, para pronunciar palabras impublicables, propias del más olvidado barrio de nuestro país. Casi siempre ocurre lo mismo, pero cuando el lunes 20 de marzo los productores del “Gobierno de la Mañana” preguntaban a quién debían entregarle el Soberano, en la premiación El Casandra, como que esos oyentes se esmeraron.
Parecía que habían guardado muy bien sus municiones y aprovecharon esa oportunidad para decir palabras que cualquier “tiguere de barrio” se sonrojaba por lo que escuchaba. Es que lo que ese día se escuchó jamás puede difundirse “por la radio moderna”, como dice con mucha frecuencia Alvarito Arvelo.
Quienes escuchamos “El Gobierno de la Mañana” para informarnos y orientarnos (que somos la enorme mayoría) no merecemos ser testigos de barbaridades de esa naturaleza. La dirección de la Z-101 debe proveerse de algún mecanismo tecnológico (que hace años existe, indudablemente) para detectar, segundos antes de salir la llamada al aire, de lo que opinan los oyentes, especialmente cuando se realizan sondeos como el que hemos mencionado más arriba.
Si no pueden o no quieren hacer esa inversión, entonces lo más aconsejable sería que desistan de los benditos sondeos porque, con las palabrotas que escuchamos en algunos barrios y hasta pronunciadas en radio y televisión por supuestos “comunicadores”, es suficiente.