De quejas y lamento no se vive. Tampoco del pasado. De lo que uno fue o lo que hizo. Nadie vive de lo que ha soñado y no ha podido lograr.
Y menos de un ex de algo que a lo mejor le llegó y no supo aprovechar.
Uno a diario sale a la calle y se encuentra con gente que cree que con lamentos va a edificar su futuro.
Ocurre que mientras esa gente hace de la queja su oficio, otros edifican el porvenir trabajando.
Nosotros los latinoamericanos recurrimos mucho a la queja y al lamento.
Y desde ahí queremos siempre explicar nuestros infortunios.
No somos responsables de nada, de nuestro bajo nivel educativo, ni de nuestra pobreza, ni de todo el atraso que históricamente arrastramos.
El o los culpables son otros.
Esa forma de evadir responsabilidad nos la dejó el colonialismo. Y no es que no sean culpables los colonialistas de ayer y los de hoy de muchos de nuestros males.
Pero cierto es también que hemos hecho de la excusa una cultura.
Existe en este continente la costumbre de buscar siempre un culpable, así sea de hechos que acabamos de cometer.
En las relaciones sociales, políticas y económicas, nadie es culpable de errores, siempre son otros.
Pasa entre los amigos, en las empresas, en las organizaciones cívicas y políticas: nadie asume dada como responsabilidad suya, siempre es otro el culpable.
Los gobiernos han sido actores rebotando sus errores a otros: Cuando suben los precios del petróleo, se debe a factores internacionales.
Si les colocan nuevos impuestos a la población, la culpa es del FMI. Y si van a subir la energía, es el Banco Mundial.
La violencia no es por la ineficiencia de la Policía. Se debe a los repatriados y a los haitianos. O a una conspiración contra el jefe de la PN de turno.
Cuando el PRD subió al Gobierno, todos los males del país eran del PLD, que acababa de dejar la rienda.
Cuando regresa el PLD, el culpable de todo, es el PPH, Hipólito, el PRD y el PRRC, claro después que se alió al PRD, antes no.
Balaguer, ya muerto, vive esa magia que da la eternidad, es culpable un día de todo los males de la nación, y al día siguiente es el padre de la democracia, por decisión de los mismo que lo ayer lo habían considerado dictador.
De modo que se vive de la evasiva, del quitarse de encima responsabilidades y achacársela a otros.
Y eso nos hace espiritualmente más pobre y una sociedad de irresponsables.