PARIS.- El fantasma de la violencia en manos de los “rompedores” o "casseurs" de los suburbios que tanto se temía explotó al comienzo de la movilización cuando un centenar de agitadores intentó entrar en un supermercado y rompió los vidrios de un bar.
La policía detuvo a varios de los presuntos agresores, en su mayoría encapuchados y enmascarados, También golpearon a manifestantes para robarles los bolsos y dinero.
Lo situación se repitió cuando otro grupo de manifestantes llegó a la Plaza de la República de París y chocó con la seguridad de los sindicatos. Este grupo ingresó corriendo por el flanco izquierdo de la manifestación después de haber robado varios teléfonos celulares y cámaras fotográficas, perseguido por los sindicalistas encargados de mantener el orden.
Francia vive hoy un martes rebelde por manifestaciones y huelgas contra el Contrato del Primer Empleo (CPE), que otorga potestad a la patronal para despedir a jóvenes menores de 26 años.
Para reprimir las manifestaciones, convocadas por 12 centrales sindicales y estudiantiles, sólo en esta capital las autoridades movilizaron más de cuatro mil policías con el argumento de que tiene como fin controlar a revoltosos infiltrados entre los protestantes.
París y otras importantes ciudades amanecieron prácticamente paralizadas por la suspensión de la mayoría de su transporte público y el cierre de universidades y escuelas secundarias.
Desde anoche los trabajadores de la compañía nacional de ferrocarriles se declararon en huelga, con la consecuente disminución de más del 60 por ciento de los viajes por tren, mientras se cancelaron los vuelos en varios aeropuertos.
Esta jornada, que desde hace días la prensa parisiense llama martes negro por las implicaciones que puede traer al gobierno, los protestantes pretenden dar un giro de la situación a su favor.
Con la nueva ola de manifestaciones, organizaciones estudiantiles y sindicales aumentan la presión contra el primer ministro Dominique de Villepin para que retire el CPE.
Ese Contrato otorga potestad a las empresas para despedir a los jóvenes menores de 26 años sin justificación, ni indemnización durante los primeros 24 meses de trabajo.
Tal prerrogativa es considerada injusta por los muchachos que comienzan su vida laboral y consideran que torna aún más precaria su ya difícil situación económica.
Desde hace varias semanas las organizaciones juveniles, respaldadas por las principales centrales sindicales y partidos opositores de izquierda libran la batalla contra el gobierno en las calles y tomando los centros de estudio.
Hasta ahora, los momentos más cruciales se registraron hace más de 15 días con el asalto de la universidad de la Sorbona, suceso que no se registraba desde 1968, con la diferencia que entonces protestaban contra las guerras en Vietnam y Argelia.
Para hoy se espera una movilización superior a la del pasado sábado 18, cuando más de millón y medio de personas marcharon por París y otras urbes importantes.
Más del 63 por ciento de la población, según un sondeo de Le Monde publicado la víspera, critica la tozudez de Villepin de no retirar el CPE e implantarlo con algunas reformas.
La situación se complica, al exhibir este país un 10 por ciento de desempleo general, que aumenta a cerca del 25 entre los jóvenes menores de 26 años, tasa que ronda el 40 por ciento de ese sector en los barrios marginales.
En un esbozo de la situación, Jean Claude Mailly, secretario de una de las centrales sindicales, precisó que se pasó de un conflicto clásico a una crisis profunda.