En mi etapa estudiantil, en nuestra querida Universidad Autónoma de Santo Domingo, cuando era dirigente del Movimiento Cultural Universitario, mi entrañable amiga, la talentosa periodista y fotógrafa, hoy residente en España, Solangel Valdez me entregó, para musicalizar, una hermosa obra suya, cuyos versos iniciales nunca he olvidado, no sólo por su belleza sino porque encierran una contundente verdad:
Mujer, en tí se conjuga todo
el verbo eres tú…
La mujer ha sido desde siempre la mayor fuente de inspiración de los poetas y los autores de canciones de todo el mundo.Es la mujer la musa inspiradora de los mejores versos y piezas musicales diseminados por todo el universo.
Tristemente, algunos, en su afán de colocar sus obras con rapidez y ambicionando ganancias, toman al género femenino como blanco ideal para ubicarla como culpable de la desgracia amorosa, social y económica masculina, tildándola de traicionera, mentirosa, malvada, infiel, indolente y de cuantos epítetos denigrantes recuerden al momento de componer una canción.
Hay mil formas de cantarle a la mujer sin herirla. Es lo que nos han enseñado lo grandes maestros de la canción romántica, destacando las cualidades morales, la hermosura, los sentimientos puros que posibilita, alimentando la esperanza de recibir el sí, resignándose a desear lo que nunca será su y hasta reflejando el desamor, pero siempre respetándola y admirándola.
Tomemos algunos ejemplos recientes y no tanto, para subir los peldaños de la dignidad musical y literaria y adentrarnos en lo que debería ser una buena canción de amor. Veamos como lo han hecho muchos de nuestros colegas:
El español Josè Manuel Soto dijo en “Por Ella”:
Por ella las dulces canciones
poemas y plegarias
por ella las cavilaciones
del cuerpo y el alma.
El inolvidable boricua Pedro Flores le cantò en “Querube”:
Tù tienes todas las cosas
que Dios hizo lindas en una mujer…
El mexicano Alberto Domìnguez la homenajeò, en “Perfidia”:
Mujer:
si puedes tù con Dios hablar
pregùntale si yo alguna vez
te he dejado de adorar.
El inmenso cantautor catalàn Joan Manuel Serrat, declara en “La Mujer Que Yo Quiero”:
La mujer que yo quiero me ató a su yunta
para sembrar la tierra de punta a punta
El prolífico y respetado mexicano Agustín Lara le dijo:
Mujer
mujer divina
tienes el veneno que fascina en tu mirar
mujer alabastrina
eres vibración de sonatina pasional.
El laureado artista dominicano Juan Luis Guerra se confesó en su “Ay, Mujer”:
Ay, mujer!
tu risa es mi oportunidad
tus labios mi refugio
que me dejan ebrio de tanto besar.
El Jíbaro Insigne, el gran puertorriqueño Rafael Hernàndez suspiró en “Perfume de Gardenias”:
Y llevas en tu alma
la virginal pureza
por eso es tu belleza
de un místico candor.
El brasileño Roberto Carlos, desbordó en su “Cama y Mesa” que:
Todo hombre que sabe querer
se apasiona por una mujer
convierte su amor en su vida
su comida y bebida en la justa medida.
Los dominicanos hemos sabido cantarle a la mujer amada con suprema elegancia, razón por la cual podemos exhibir orgullosos un repertorio valioso en este apartado. Para muestra basten unos pocos ejemplos:
Nuestro maravilloso trovador Juan Lockward, imaginó en “La India Soberbia”:
Yo no sè si podrè la fresa de sus labios besar
o si podrà vibrar mi corazòn con su querer
sòlo sè que por ella constantes mis sueños
se van tras su risa y su alma de mujer.
El maestro de siempre, don Rafael Solano expuso en “Magia”:
Oigo tu voz en cada amanecer
y un beso tuyo el sol me va a traer
es magia
Cuto Estévez expresó en “Sortilegio”:
Cantando quiero decirte
lo que me gusta de tí
las cosas que me enamoran
y te hacen dueña de mì.
Charlie Mosquea descorchó la poesía en su “Quiéreme”:
Yo, que he dado todo cuanto tengo
me falta corazòn para amarte mejor
Victor Victor afirmó en su “Como Tú, Una Flor”:
…a colmar mi corazón
con todas esas cosas lindas
que son como tú, una flor.
Luis Dìas, en su preciosa tonada “Marola” la invitó:
No te va a falta’ conuco
ni flores por la mañana
ahora con la lluvia fresca
vàmonos pa’ la ensenada.
Siempre mantengo vibrando en mi corazón la esperanza de que podamos todos predicar con el ejemplo y que sigamos brindando a la mujer el lugar que se merece, no sólo como la compañera que motoriza los sentimientos más nobles de nuestra existencia, sino porque ella es la poesía, ella es la canción y, como bien expresara nuestra inquietísima Solangel, en ella se conjuga todo.