Mientras varios equipos se empeñan en sacar del retiro a Roger Clemens, ni Rafael Palmeiro ni Sammy Sosa reciben la llamada salvadora que podría concederles a sus ilustres carreras una última bocanada de oxígeno.
¿Quién lo hubiera pensado? El cubano y el dominicano algún día estarán en las boletas para entrar en el Salón de la Fama del Béisbol, pero por ahora sus servicios no son requeridos por ninguno de los 30 equipos de Grandes Ligas.
Cuando ya la temporada tiene una semana completa de edad se echa de menos a dos hombres que, si bien es cierto tuvieron momentos controversiales en los últimos tiempos, también han dejado una huella imborrable en las Mayores por más de una década.
En el caso de Palmeiro se han confabulado las circunstancias que lo convirtieron en el primer jugador de renombre que es sorprendido bajo la nueva política contra las sustancias prohibidas y sus más de 40 años de edad.
La desafortunada manera en que se sucedieron las cosas a su alrededor dentro de los Orioles de Baltimore y su implicación de Miguel Tejada, como el posible suministrador del dopaje, pueden haberle cerrado el camino hacia una oportunidad final.
Todavía resuenan en los oídos de los fanáticos aquella frase vehemente y el dedo
levantado de Palmeiro ante los legisladores que indagaban sobre el dopaje en el béisbol: ‘‘nunca he consumido esteroides, punto''.
Lo que pasó después destrozó aquella imagen que en un instante significó todo lo bueno y puro en el deporte.
Y es triste que a un hombre con una trayectoria sobresaliente, se le recuerde por un
momento de debilidad. Aún se desconoce cuánto pesará esto en la balanza de los votantes para Cooperstown, pero no se puede restar méritos a quien conectó más de 3,000 hits y 500 jonrones.
Sosa también se sentó en aquel banquillo acusatorio junto a Palmeiro, pero al
dominicano nunca se le probó ninguna relación con sustancias prohibidas. En su caso, el declive de las habilidades y el implacable paso del tiempo lo mantienen en su hogar, sin trabajo.
Hace unos meses, los Nacionales de Washington le hicieron una oferta que no era digna de su trayectoria una de las que se les otorga a los peloteros de Ligas Menores y Sosa, que hasta hoy acumula 588 cuadrangulares, consideró que por eso no valía la pena someter a su cuerpo a la extenuante carga de la preparación física.
Aún hoy se le recuerda como uno de los jugadores que rescató al béisbol del abismo en que lo había dejado la huelga de 1994, cuando años más tarde se enzarzó con Mark McGwire en la batalla por romper el legendario récord de Roger Maris de 61 vuelacarcas en una temporada.
Sin embargo, al dominicano igualmente le perseguirá durante muchos años la controversia por aquel bate roto en dos partes que demostró estar lleno de corcho en su interior y que él sí admitió haber usado en un momento en que su poder parecía ir en retroceso.
Ahora, a los dos el tiempo se les escapa a borbotones y el retiro de ambos es
inminente, mientras la temporada transcurre bajo la pretensión de encontrar a nuevos héroes que capturen la imaginación y el amor de millones de aficionados.
Ni Sosa ni Palmeiro visten uniforme, pero que nadie los olvide. Que el árbol de la
impresión última no impida ver el bosque de lo mucho que estos dos latinos le regalaron al béisbol.