Cuando se descubrió el agujero de Baninter, en artículo que titulé "Juicio a los grandes", publicado el 26 de mayo de 2003, planteaba que "por primera vez en la historia el poder es despojado de su velo de impunidad y sentado por el propio poder en el banquillo de los acusados, sin más alternativas que juzgarse a sí mismo".
Pero, a tres años del escándalo que desató la crisis económica más severa que todavía padece la población, sólo se trató de una verdad a medias, porque el poder no ha tenido la intención de que ni siquiera el fraude se ventile en los tribunales. La suerte de retahílas que han acompañado el proceso y la misma indiferencia de esos sectores evidencian que las presiones iniciales no eran más que circunstanciales.
Se ha ocupado también el tiempo de desmentir que el juicio cuya apertura está pautada para hoy, pero que no se sabe si comenzará, no sólo sería contra el banquero Ramón Báez Figueroa, sino contra una praxis empresarial, política y social. Hacía la observación en ese momento basado en que no había un solo sector social que de una forma u otra no estuviera salpicado con dádivas, contribuciones y otras operaciones financieras, deplorables después del escándalo, pero que antes prestigiaban a sus beneficiarios.
En lo que sí el tiempo no me ha negado la razón ha sido en el señalamiento de que el escándalo ha puesto esencialmente a los grupos de poder en los umbrales de un juicio no sólo penal, sino ético. Sin que todavía trascienda todo lo ocurrido, que se espera comience a verse en un juicio que no puede demorar más tiempo, al menos la hipocresía, la doble moral y la simulación de santos barones han quedado al desnudo, tambaleándose su frágil imperio de mentiras y engaños.
El enigma que ha rodeado la apertura del proceso, al punto de que fue este viernes cuando la Suprema Corte de Justicia falló un recurso, confirma la vergüenza que de no ser por las presión de Estados Unidos, la Unión Europea y organismos internacionales este caso permaneciera todavía en una suerte de limbo.
Duele y desconsuela que tenga que darse ese injerencismo hasta para que la Justicia desempeñe su rol en una sociedad que busca espacios en nuevos esquemas internacionales. Lo importante pudiera ser que este juicio va desde hoy, para saberse lo qué en realidad pasó en Baninter, pero los enigmas que lo han escoltado todavía crean reservas.
Es probable, porque nada se puede descartar, que este proceso resulte una magnífica ocasión, como exponía el 26 de mayo de 2003, para una radiografía que le permita a esta sociedad conocerse tal cual es y poner cada cosa en su sitio. De acuerdo con el expediente hasta que se descubrió el agujero Baninter había erogado más de dos mil millones de pesos en contribuciones que alcanzaron hasta el entonces presidente Hipólito Mejía.
Con todo y que sea mucho pedir, ojalá que en este proceso, que puede servir para depurar y fortalecer el sistema democrático, no quede, sin importar los altares, ningún detalle en el aire.