Las multitudinarias manifestaciones de la colectividad hispana en distintas ciudades de Estados Unidos, hacen recordar a las movilizaciones por los derechos civiles en décadas pasadas.
Esta protesta por la intención de endurecer la legislación migratoria, es una demostración evidente de la creciente influencia que tiene la población de origen hispano en la sociedad norteamericana, que se proyecta como principal minoría.
Los sectores más conservadores vienen promoviendo en el Congreso una reforma migratoria que endurece los controles fronterizos y considera a los inmigrantes indocumentados como delincuentes.
Esta penalización de la inmigración se contrapone con el hecho de que la economía estadounidense demanda esa mano de obra de manera constante.
Existe una nueva configuración de la sociedad norteamericana fuertemente multicultural, con una comunidad hispana juega un papel importante. Ello se observa en una presencia cada vez más notoria en altos niveles de decisión y en cargos electivos, así como de población de origen mexicano y centroamericano y la propia dominicana que encuentra una inserción laboral y social.
Los sectores conservadores tradicionales tienen ante sí el desafío de adaptarse y asumir estos cambios sociales operados.
Las políticas migratorias pueden ser tanto una herramienta de integración como de exclusión social, manteniendo en este último caso una masa de la población en las periferias de los derechos de los que goza el resto de la ciudadanía.
La participación latina se convierta cada día más decisiva en los procesos electores de ese país y como ejemplo podemos señalar a California, que hasta finales de la década de los ochenta del pasado siglo, era un estado sólidamente republicano en las elecciones presidenciales estadounidenses: había votado por el candidato del partido del elefante en nueve de los once comicios comprendidos entre el final de la Segunda Guerra Mundial y 1988. Desde entonces, no ha parado de votar a los sucesivos candidato