Es legítimo que un partido designe a sus mejores hombres y mujeres al frente de su comando de campaña, como lo ha dispuesto el Partido de la Liberación Dominicana, y también los partidos Revolucionario Dominicano y Reformista Social Cristiano, que, tras unirse, han creado un comando de campaña común. ¡Excelente!
Lo que cuestionamos es que todos los dirigentes del PLD en los pueblos y en la capital no son dirigentes políticos sino funcionarios que viajan en vehículos oficiales, con gasolina y espalderos pagados con dinero del presupuesto nacional. Y si eso no es corrupción, si eso no es inmoral, que Bidó Medina y el señor del Depreco le digan al país cómo se llama.
El secretario de Salud Pública, por ejemplo, está en cuerpo y alma en Salcedo junto con el de Industria y Comercio, que es responsable nacional de la campaña electoral. En Moca nos encontramos con el director general de Migración, el cónsul de Miami, que es, más que un cónsul, el director de Migración y el de Telecomunicaciones. En San Francisco de Macorís, el candidato a senador es el reformista, nadie sabe si de la luz o de la sombra, Amílcar Romero, secretario de Agricultura. En San Juan de la Maguana está el secretario de la Presidencia, Danilo Medina, dueño y amo del PLD, y Félix Bautista con su fundación millonaria y algo más.
La lista de funcionarios "nombrados" con todos los poderes en cada provincia para que garanticen el "triunfo" a toda costa, no alcanzaría para llenar estas casi tres cuartillas. ¡Hay que ver el despliegue de recursos en los pueblos! ¡Hay que verlo!
El senador de San Juan de la Maguana, que tiene más de un 60% en las encuestas, me comentó que la campaña oficialista es apabullante, que la cantidad de alimentos y materiales de construcción que se ofrece a la gente no tiene precedentes. "Imagínate, han distribuido más de 30 mil tarjetas". Hablaba de las tarjetas "Solidaridad" o "Peme Plástico" que dirige el vicepresidente de la República.
El fin de semana pasado un candidato oficialista de la provincia Maria Trinidad Sánchez al que la gente del pueblo asegura le dieron más de diez millones de pesos para que se convirtiera en tránsfuga, ofreció una muestra de poder económico con cinco orquestas y cientos de regalos, que, -yo estaba presente- no recibió el respaldo de la gente. En Nagua el gobierno contrató un hotel de jueves a lunes por el resto de la campaña. Pero el senador Chu Vásquez se mantiene con casi un 60% de popularidad. En San Francisco de Macorís, donde el gobierno dice que no puede perder de Hernani Salazar, el uso de los recursos del Estado es sencillamente inmoral.
No hay un municipio donde el gobierno no esté presente apoyando a los candidatos oficialistas con dinero, cemento, block, madera y otros materiales de construcción.
Las secretarias de Estado, principalmente Obras Públicas, están al servicio de los candidatos del PLD. La tarjeta Solidaridad, mejor conocida como Peme Plástico, se distribuye en función de los intereses de la campaña gubernamental.
Sobre ese uso desmedido de los recursos del Estado, que desborda cualquier parámetro ético y moral anterior, incluso del doctor Balaguer a quien tanto criticó el PLD cuando era oposición, la Iglesia Católica no dice nada. La llamada sociedad civil tampoco habla sobre este nuevo bochorno, sobre esta nueva vergüenza nacional. La Junta Central Electoral, acorralada por la campaña de descrédito montada en su contra por el partido de gobierno, no puede hablar para que las bocinas no sigan acusándola de perredeísta.
Los candidatos de la Gran Alianza Nacional (Gana), casi todos punteros en las encuestas, saben que no pueden competir con el gobierno en materia de recursos económicos. La consigna vuelve a ser aquélla que lanzó Juan Bosch en los años 60: ¡Vergüenza contra dinero!
Hacen bien el PRD y el PRSC con iniciar una campaña nacional e internacional para denunciar el uso abusivo de los recursos del Estado en la campaña. Qué se enteren los gobiernos de América Latina, Estados Unidos, Europa, Africa y Asia, de cómo el gobierno de Leonel Fernández, que en el mundo se pinta como civilista, viola las leyes y desconoce los más elementales principios morales en aras de favorecer a los candidatos de su partido. ¡Qué lo sepa el mundo! ¡Sí señor!