CIUDAD DEL VATICANO.- El Papa dijo este jueves que el mundo "con su activismo frenético pierde con frecuencia el rumbo" y que su manera de actuar y su capacidad tecnológica "se convierten en destructivas"
Estas palabras fueron expresadas por el Papa durante la celebración de la tradicional Misa Crismal en la basílica de San Pedro del Vaticano, en la que bendijo los Santos Oleos.
La Misa Crismal marca el comienzo del Triduo Pascual, centro y culmen del Año Litúrgico, y se celebra el Jueves Santo, día en que se conmemora la institución del sacramento del orden sacerdotal por Jesucristo durante la Ultima Cena.
Durante el rito, celebrado, los sacerdotes renovaron las promesas sacerdotales de pobreza, castidad y obediencia y en el que Benedicto XVI destacó lo que significa ser sacerdote y sus obligaciones.
Apartando a un lado una costumbre consolidada por el papado de Juan Pablo II, Benedicto XVI no ha escrito la tradicional carta que todos los años enviaba Karol Wojtyla a los sacerdotes del mundo.
Aun no se sabe si mañana, Viernes Santo, bajará a la basílica de San Pedro a confesar como un sacerdote más, otra de las costumbres de su antecesor.
Benedicto XVI subrayó en su homilía que ser sacerdote significa "ser amigo de Jesucristo" y por esa amistad "debemos comprometernos todos los días".
"El sacerdote debe ser sobre todo un hombre de plegarias. El mundo con su actividad frenética pierde con frecuencia la orientación. Su actividad y su capacidad se convierten en destructivas si decaen las fuerzas de los rezos, de los que emanan las aguas de la vida capaces de fecundar la tierra", afirmó el Papa.
Joseph Ratzinger agregó que el mundo "necesita de Dios, no de un dios cualquiera, sino del Dios de Jesucristo, del Dios que se ha hecho carne y sangre, que nos ha amado hasta morir por nosotros, que ha resucitado y ha creado en si mismo un espacio para el hombre".
Este Dios -agregó el Pontífice- "tiene que vivir en nosotros y nosotros en El".
El Papa recordó durante la homilía al sacerdote Andrea Santoro, asesinado el 5 de febrero pasado en Trebisonda (Turquía) mientras rezaba en su iglesia, y destacó que ofreció su muerte en aras de la salvación del hombre.
El mal del mundo -añadió el Papa- se destierra y el dolor se comparte, absorbiéndolo en la propia carne hasta el fondo, como hizo Jesús. "Dios asumió nuestra carne, démosle la nuestra y así puede venir al mundo a transformarlo", precisó.
Durante la misa, Benedicto XVI bendijo el Oleo de los catecúmenos, el de los enfermos y el Crisma (aceite y bálsamos mezclados), que le fueron presentados en tres grandes jarras de plata.
Estos óleos son bendecidos el Jueves Santos por los obispos y se utilizan para ungir a los que se bautizan, a los que se confirman y para la ordenación sacerdotal. El rito se celebra en todas las catedrales del mundo.
Este año el aceite bendecido procedía de una empresa española, que lo donó al Vaticano.
Los bálsamos fueron ofrecidos por una compañía italiana de Cerdeña.
Benedicto XVI se trasladará esta tarde a la basílica de San Juan de Letrán, la catedral de Roma, para celebrar la misa de la Ultima Cena, en la que tradicionalmente se les lavan los pies a doce presbíteros.
El Papa Ratzinger ha querido que el dinero que se recoja durante la misa se destine al proyecto de reconstrucción de casas para las víctimas del alud de barro que afectó a la zona de Maasin, en Filipinas.
Mañana, Viernes Santo, el Obispo de Roma bajará de nuevo a la basílica de San Pedro para presidir, por la tarde, la celebración de la Pasión del Señor y por la noche acudirá al Coliseo de Roma, en el centro de la Ciudad Eterna, para presidir en ese lugar, que simboliza el martirio de muchos cristianos, el tradicional Vía Crucis.
Benedicto XVI tiene previsto presidir todos los ritos de la Semana Santa y así, en la noche del Sábado Santo celebrará en la basílica de San Pedro la Vigilia Pascual, considerada la "madre de todas las vigilias", la noche en la que la Iglesia permanece a la espera de la Resurrección del Señor.
El domingo, día en que cumple 79 años, presidirá en la plaza de San Pedro la Misa de Resurrección, tras la que pronunciará el tradicional Mensaje Pascual e impartirá la bendición "Urbi et Orbi", a la ciudad de Roma y a todo el mundo.
dtg