MEXICO.-Ahora que en varios países se llevó a cabo la representación de la pasión y muerte de Jesucristo, me puse a observar cómo se vive este evento a mi alrededor. La ciudad en la que vivo, por ejemplo, no queda exenta jamás de escenificar dicho acontecimiento y las calles se desbordan de fervor cristiano. Es una gran fiesta que sirve como pretexto para reunir a individuos de diferentes edades, quienes cobijados bajo el manto de la religión, dicen solidarizarse con el luto que se lleva por la muerte del Nazareno que dio la vida para salvar a la humanidad.
La semana santa, semana mayor o “triduo pascual” se supone que es un período que simboliza la renovación de las almas mediante la oración, la meditación y el recogimiento espiritual. Está regida por el calendario litúrgico católico y sus fechas son movibles entre marzo y abril de cada año (depende de la luna llena, un evento más bien pagano, pero en fin..)
Echando un rápido vistazo a las actividades que dicta la tradición para estas fechas tan sagradas, me pregunto: ¿no será que han quedado obsoletas ya?
Se supone, por ejemplo, que debe llevarse a cabo el ayuno y la abstinencia. Entendiéndose como ayuno al hecho de hacer una sola comida fuerte durante el día, mientras que la abstinencia se refiere al hecho de no comer carne.
Ciertamente la iglesia católica se ha mostrado más flexible en este tema y ha dejado de ver con malos ojos a quienes no practican estas actividades. Sin embargo, la abstinencia sigue conservándose como un hábito muy fuerte. Los viernes de cuaresma no se suelen comer carnes rojas y en cambio, se permite degustar pescados y/o mariscos.
Pero a ver… ¿que no se supone que la abstinencia de la comida tiene como uno de sus fines la purificación y el fortalecimiento de nuestro espíritu ante momentos de debilidad?
¿El pescado, entonces, nos provee de esta cualidad? ¿Que no se supone que más bien se le atribuyen cualidades afrodisíacas a estos alimentos? Quienes tienen la dicha de vivir en alguna zona costera donde pueden adquirir productos del mar a bajos precios, no tienen problema seguramente con este punto y pueden probar si mediante esta comida su espíritu se aleja de las tentaciones; pero para quienes no vivimos en esas zonas, comer pescado lejos de ser un sacrificio, es un verdadero lujo y en la mayoría de los casos, es algo que queda prácticamente fuera del alcance de los bolsillos de las amas de casa.
Por otro lado, existe un rito que se sigue el Viernes Santo que bien podrían copiar los políticos y que seguramente el pueblo entero les agradeceríamos con una ovación de pie, porras y hurras. ¿A qué me refiero? Ni más ni menos que a la procesión del silencio. Dice un viejo adagio que “cuando hables, tus palabras deben ser más hermosas que el silencio”; de modo que creo que los políticos podrían tomar este apotegma como slogan y aunque sea por un par de horas, nos regalen lo más bello que pueden darnos: sus silencios.
Al siguiente día, o sea el sábado de Gloria, se conserva una tradición por demás reprobable desde mi punto de vista. Es el día que se celebra la sepultura de Jesús y su descenso al lugar de los muertos. La gente lo celebra arrojando baldes de agua a los transeúntes y a los conductores de autos. ¡Desperdiciar el agua no tiene nada de sagrado! Por el contrario, ¡es un terrible pecado! Yo me pregunto qué sienten algunas personas, al ver la forma en que se tiran litros y litros de ese preciado líquido en nombre de la santa iglesia, mientras en colonias y ciudades enteras a lo largo de todo el mundo, la escasez de agua merma la salud y el bienestar de los suyos.
Creo que no necesitamos pues, hoy en día, escenificar ningún vía crucis. Este lo vivimos día a día con los sueldos miserables que percibimos, con las guerras, con las enfermedades sin cura, con la situación de pobreza extrema en que viven millones de seres humanos, con el maltrato a los niños indefensos, con los asesinatos impunes, etc…