ROMA.- Ante la mirada de miles de peregrinos que colmaban el Coliseo romano, Benedicto XVI retomó así esta tradición, a la que un moribundo Juan Pablo II se vió obligado a renunciar en el Viernes Santo de 2005. El año pasado, ocho días antes de su muerte, el anterior Pontífice había contemplado silencioso todo el ritual desde un aparato de televisión en sus aposentos privados.
Benedicto XVI -quien cumplirá 79 años el próximo domingo- arrastró la cruz de madera en la primera y la última de las catorce estaciones del tradicional Via Crucis con el que se conmemora la pasión y muerte de Cristo.
En otras estaciones la cruz fue cargada por una familia italiana, un seminarista estadounidense, una joven monja, dos monjes franciscanos de Tierra Santa y por jóvenes de Nigeria, Angola, Corea y México, en un esfuerzo por mostrar la diversidad en la Iglesia Católica.
PONER LIMITES AL MAL
En un breve mensaje a la multitud tras la procesión alrededor de las antiguas ruinas romanas, el Papa afirmó que los católicos no podían permanecer neutrales ante los males del mundo.
"En el espejo de esta cruz hemos visto hoy todo el sufrimiento de la humanidad, de los niños abusados y abandonados, la amenaza contra la familia, la división del mundo entre el orgullo de los ricos y la miseria de todos aquellos que padecen hambre y sed", señaló el Pontífice.
También pidió a los presentes que luchen por poner "límites al mal" en el mundo.
Este sábado Benedicto XVI presidirá la vigilia pascual en la basílica de San Pedro en Roma.