El Salvador. (La Prensa, Honduras) "¿Y esto era de los buenos o de los malos?", preguntó Taira, una niña de 8 años. Con voz firme, el ex guerrillero Nelson Galdámez le contesta: "claro que de los buenos".
Galdámez, de 36 años, encabeza una asociación de propietarios de tierras que ofrecen a turistas recorridos y testimonios en los lugares en los que se llevó a cabo la cruenta guerra civil de El Salvador, que durante 12 años causó 75.000 muertos y que finalizó en forma negociada en 1992.
La asociación de Galdámez, quien cuando tenía 12 años se incorporó a la guerrilla para combatir, guía a turistas nacionales y extranjeros por senderos en los que muestran campamentos y túneles en los que se refugiaban de los bombardeos y operaciones del ejército.
Tanto a Taira como a una veintena de turistas, Galdámez explica la función de una trinchera construida en una posición de la guerrilla izquierdista en el cerro Guazapa, un bastión rebelde a unos 35 kilómetros al norte de San Salvador.
Julio Melgar, un veterano de guerra de 69 años, recordó lo difícil que fueron esos años en los que asesinaron a uno de sus hijos, su padre y cuatro hermanos.
"Este lugar era bien alegre, habían muchos cultivos y en las fiestas a San Antonio venían ruedas (juegos mecánicos)", dijo Melgar. "Pero desde 1980 con las matanzas la gente se fue, algunos nos fuimos con la guerrilla y las bombas destruyeron todo", agregó.
La promoción de los lugares la comenzaron en el 2000, logrando organizar a 36 propietarios de escarpadas tierras, en las que durante el conflicto de más de una década los rebeldes montaron campamentos desde los cuales incursionaban a ciudades y puestos militares.
También el ejército montó innumerables operaciones con miles de soldados, que auxiliados por artillería terrestre y aérea, incursionaron en la temida zona.
El trayecto por el lugar es de siete kilómetros, que se recorren en unas tres horas a pie o a caballo por las constantes pausas para las explicaciones.
Sentado frente a los vestigios de un templo católico, Melgar, acomodándose su sombrero y machete al lado, recuerda cómo una bomba destruyó en 1982 el edificio de adobe y la matanza de cuatro mujeres por grupos paramilitares.
Mientras los turistas recogen vestigios en lo que fue la nave central del templo, Siegfried Markowis, un alemán de 48 años, suavemente entona "Hosanna".
En la zona alta se encuentra "la tumba del guerrillero", un cementerio "en recuerdo a los héroes caídos en combate", en el que fueron sepultados unos 75 combatientes, incluyendo varios soldados, dijo Nelson.
También se pueden observar "los buzones" o "tatús" en los que la guerrilla y población civil se refugiaban de los bombardeos militares.
Rescate de la memoria
Pero no sólo los huecos que construían en la tierra les protegían de los bombardeos, también se ayudaban de cuevas y otras formaciones naturales.
Nelson muestra "la guardería", un hueco al lado de una caída de agua en época de lluvia, en la que enviaban a más de 70 niños cuando el ejército lanzaba las bombas.
Aunque el interés principal del proyecto es mostrar las zonas guerrilleras y proteger el medio ambiente, el Comité de Turismo Pro Guazapa busca resguardar la historia.
"Uno de nuestros fines es el rescate de la memoria histórica, no sólo de la guerra", dijo Galdámez. "También lo que fue la producción del añil en los obrajes, los asentamientos indígenas, y para lo cual pretendemos construir un museo", agregó.
En el recorrido también se observa un antiguo obraje en el que durante mucho tiempo, desde la dominación colonial de España, principalmente en los siglos XVIII y XIX, fue explotada la planta del xiquilite para extraer el ansiado color azul popular en Europa.
Al concluir la visita, mientras Markowis disfrutaba de un refresco, dijo: "me interesó mucho ver las distintas flores y plantas y me gustó mucho escuchar las historias".