El debate migratorio está en su punto más álgido. Las masivas marchas realizadas a favor de la legalización de más de 11 millones de inmigrantes son imposibles de ignorar. Sin embargo, toda la discusión muestra el grado de la demagogia y mitología que puede ensombrecer al análisis cuidadoso de este tema.
Muchos estadounidenses piensan que el futuro del país está en juego si los millones de inmigrantes indocumentados no son detenidos en su totalidad y deportados de manera expedita. Error. De otro lado, están los que creen que el elevado nivel de inmigración solamente tiene efectos benéficos. Cosa que también es errónea, al igual que la noción de que es imposible, incluso inmoral, controlar nuestras fronteras.
Primero lo primero. Esta nación no debería salir en una prolongada cacería de inmigrantes que ya están en este país de manera ilegal. Muchos han estado aquí por años, con hijos nacidos y criados aquí. Ellos están grabados en la vida laboral de Estados Unidos. Su extracción de raíz sería un acto despiadado, costoso y contraproducente.
Los senadores John McCain y Ted Kennedy están en lo correcto cuando dicen que hay que sacar a estas personas de las sombras y ponerlos en un camino por el cual, con el tiempo, sean capaces de alcanzar la ciudadanía estadounidense. Sin embargo, eso no significa que el país deba seguir tolerando los niveles de inmigración —tanto legales como ilegales— tan copiosos como los que hemos visto en los últimos años.
Un influjo estimado en un millón de inmigrantes legales y medio millón de indocumentados, muchos de ellos trabajadores con escasas habilidades, difícilmente constituye una ventaja natural. Más bien, eso ofrece claras ventajas y desventajas dependiendo de dónde estés en la escalera económica.
Si eres un patrón o empleador en busca de mano de obra barata, la elevada tasa de inmigración representa una gran oportunidad de bajos salarios. De hecho, cuando los empresarios alegan que ellos sencillamente no pueden encontrar ciudadanos estadounidenses que desempeñen este o aquel trabajo, lo que muchos de ellos realmente están diciendo es que no pueden contratar a trabajadores nacidos en Estados Unidos con los nada atractivos salarios que quieren pagar. De manera similar, abunda la mano de obra si usted está en busca de, digamos, una niñera o servicios de limpieza de casas.
Grandes abismos
Pero, ¿qué tal si usted mismo es un trabajador con pocas habilidades? Un enorme flujo de trabajadores con escasas habilidades equivale a una competencia que limita los salarios por los trabajos que puedes desempeñar.
“Eso realmente tiene un efecto depresor en el mercado laboral de bajas calificaciones”, afirma George Borjas, catedrático de economía y política social por la Universidad de Harvard, así como especialista en inmigración.
En un estudio de amplio reconocimiento, Borjas y el economista Lawrence Katz llegaron a la conclusión de que la inmigración proveniente tan sólo de México había deprimido los salarios para los trabajadores nacidos en Estados Unidos, y que carecían de diploma de bachiller, en 8 por ciento, entre 1980 y el 2000.
Al mantener más bajos los salarios de lo que estarían de lo contrario, los trabajadores inmigrantes con escasas habilidades transfieren efectivamente decenas de millones de dólares en ingresos cada año del trabajo a los empleadores. (Borjas estima que la pérdida total en ingresos laborales, que resulta a partir de todos los inmigrantes que están actualmente en la fuerza laboral, asciende a 280,000 millones de dólares al año).
Más aún, los afroestadounidenses que carecen de diploma de bachillerato a menudo son orillados al final de la fila de contrataciones cuando los inmigrantes acrecientan la reserva laboral.
“Si se analiza el caso de las deserciones en el bachillerato, los alumnos negros de las escuelas preparatorias son los más afectados”, destacó Dean Baker, el codirector del Centro para Investigaciones Económicas y Estratégicas, centro de análisis y resolución de problemas, en Washington. “Ellos están compitiendo directamente con trabajadores inmigrantes”.
Dadas esas realidades, la institucionalización del elevado nivel que prevalece actualmente en la inmigración es una extraña política, cuando menos desde un punto de vista progresivo. Sin embargo, eso es lo que esencialmente haría la iniciativa de ley del Comité Judicial del Senado, en parte al permitir la existencia de 400.000 nuevos trabajadores temporales cada año.
De vuelta en los años 90, una comisión bipartidista encabezada por Barbara Jordan, una ex congresista demócrata de Texas, llegó a la conclusión de que Estados Unidos debería ajustar la política de inmigración con el fin de reducir la misma, inicialmente a más o menos 700.000 al año, y después llegando hasta 550.000.
Ese rango, que significaría un regreso a los niveles de inmigración registrados en los años 80, aún es razonable, afirma Borjas. Baker, en tanto, piensa que un nivel apropiado sería de 700.000 nuevos inmigrantes cada año.
Ciertamente, mientras el Congreso de Estados Unidos debate con respecto a la inmigración, los razonados argumentos sobre el mercado laboral a favor de una política más restrictiva merecen una atenta mirada.