El profesor Juan Bosch es el único líder político dominicano que ha tenido la visión de formar un partido que integró la educación a la vida política. Educación entendida como el estudio de la realidad más la práctica política. La genialidad de esas ideas se consagra en la formulación de un método de trabajo que hizo la convergencia, por primera vez, en el país, entre la educación formal fundamentada en una bibliografía y la cotidianidad de un mundo informal que debía traducirse en una práctica política despojada de los vicios que genera el sistema capitalista.
La escuela para una educación política, que nacía del principio: la educación es el estudio de la realidad más la práctica política, tenía que desarrollarse con hombres y mujeres de condiciones humanas excepcionales, pues, emprender la tarea de formar seres humanos que sean capaz de reconocer y eliminar los vicios sociales y conductuales propio de una sociedad deformada estructuralmente, constituía un desafío que no han resuelto los sistemas educativos formales de las denominadas sociedades modernas.
Y el profesor Juan Bosch emprendió ese camino, empedrado de sinuosos pantanos que se levantaban como riscos filosos que esperaban ansiosos a las víctimas de sus debilidades y vicios sociales y conductuales. En ese cementerio de fantasmas medraban con cánticos luctuosos el revanchismo y el clientelismo político. Mi mente reproduce las fotografías de un micro universo que se construía con el método de la crítica y la autocrítica para despojarnos de la rabiosa conducta del revanchismo.
La persona enferma de revanchismo, al momento de ser sometida a una evaluación crítica, reaccionaba enconadamente en contra de los demás compañeros con acusaciones que procuraban desmeritar el proceso crítico y autocrítico. Pero desarrollamos el antídoto curativo: negarle la palabra hasta que aprendiera a debatir en el marco de los señalamientos objetivos que se le hacía. Este valioso procedimiento aportó eficiente resultados, pues, en la medida que el compañero o compañera criticada se ceñía a responder objetivamente a los señalamientos críticos, estábamos anunciando al mundo el nacimiento de un nuevo ser humano.
Ese nuevo ser humano que se formaba en la escuela política diseñada y ejecutada por el profesor Juan Bosch adquiría la capacidad de ser profundamente crítico y autocrítico y solidario. Jamás anidaba en su mundo emocional resentimientos y odios frente al que cuestionaba sus acciones, por el contrario, una vez finalizado el proceso de cuestionamiento, salía abrazado entusiastamente con el compañero o compañera para continuar compartiendo experiencias y conocimientos en la práctica cotidiana.
Los años han pasado, pero estas ideas y formas de actitudes, permanecen invariables en nuestra formación política. Por eso, he cuestionado que el señor Rector, maestro Roberto Reyna, dispusiera designar en la subdirección del Centro Universitario Regional de Santiago (CURSA), a una profesora, en franca violación al Estatuto Orgánico. He planteado públicamente mi oposición al tratamiento dado por las autoridades al movimiento reivindicativo de profesores y empleados, cuando han tratado de denigrar y descalificar a los servidores universitarios a través de los denominados medios masivos de información.
Valoro que el tratamiento correcto debió ceñirse a los hechos, esto es, discutir la agenda de demandas reivindicativa que enarbolamos los servidores universitarios en el marco de un ambiente de diálogo, transparente, fraterno y solidario. Pero el camino que se adoptó fue el de la persona afectada de revanchismo político, que prefiere navegar en el mar de las emociones y
los rencores que transitar por el camino del parlamento racional. El revanchismo sólo conduce al tormentoso laberinto del odio y la destrucción.
La huelga debe finalizar. Pero debe finalizar en un ambiente de vida institucional que evite el revanchismo y el clientelismo político. Pienso, que el único escenario que garantiza la solución definitiva a los problemas que afecta a la academia, es el Claustro Mayor. A ese escenario debemos ir a discutir de modo sereno y racional una agenda de trabajo que dé inicio al urgente y necesario proceso de reforma y modernización de la UASD.
Por de pronto, debemos empezar corrigiendo las actitudes revanchistas. Para lograr que el antídoto del revanchismo tenga su efecto, lo primero que debemos hacer es renunciar a dar respuestas emotivas al margen de los hechos cuestionados. Tenemos que aprender a dirimir los conflictos, examinando objetivamente los hechos sin tener que incluir nuestras vidas. No debemos continuar por el camino de responder las críticas con acusaciones personales. Somos una academia y, como tal, debemos aprender a usar la razón para dar respuestas satisfactorias a los problemas. La respuesta a las críticas no puede ser una conducta de acecho, asedio o persecución. Eso es signo de inmadurez política, que sólo crece en los ambientes enrarecidos por las emociones, los rencores, el odio y la intolerancia.
Si en los llamados doce años de crímenes y persecución política, encabezado por el gobierno del doctor Joaquín Balaguer, logramos convivir en un arco iris de debate democráticos y de solidaridad en la lucha, ¿Por qué, ahora?, que no hay crímenes y persecución política, sino más bien, un gobierno sensiblemente solidario con la UASD, no nos despojamos de sectarismos y luchas de grupos hegemónicos para lograr un auténtico movimiento de transformaciones en los organismos e instancias de la Estructura de Gobierno, Estructura Académica y Estructura Administrativa.
Por qué debemos continuar con los oídos y ojos obstruidos frente a una situación nacional que protagoniza la paradoja de actores sociales investidos de iniciativas democráticas, que en el pasado reciente expulsaron de sus universidades a estudiantes que habían decidido sumarse desde los espacios privados a la lucha que libraba la universidad pública a favor de las libertades, la democracia y el bienestar del pueblo dominicano. El revanchismo y el clientelismo no deben continuar siendo obstáculos para que la Primada de América cumpla con su sagrada misión de formar profesionales críticos.
Tenemos que ir al glorioso pasado de la UASD para renacer como la entidad crítica y autocrítica que requiere una sociedad que parió un movimiento trinitario, que a la cabeza de Juan Pablo Duarte, el más ilustre y patriota de los dominicanos de siempre, decidieron construir una nación soberana e independiente. La academia no puede continuar atrapada. El país la necesita con los mismos bríos del pasado.
RETOMEMOS NUESTRO ESPACIO EN LA SOCIEDAD DOMINICANA.