En una nación en vía de desarrollo, con gran incidencia de los partidos y donde se entiende que las funciones públicas deben ser ocupadas por personas identificadas con el que gana las elecciones, convocar un concurso público para nombrar a empleados es un acontecimiento digno de elogios.
Asumiendo que la educación es la base del progreso, es compresible que un hecho con este capte la atención de muchos. Sin embargo, lo que no se comprende es que el máximo dirigente del gremio que agrupa a los profesores se pronuncie en contra de un hecho de esta naturaleza que marca un hito en la historia de la educación dominicana. Sin entrar en consideraciones mayores, la decisión de la Secretaría de Educación, dirigida en esta ocasión por una educadora (Alejandrina Germán) es un gran paso de avance.
Es más trascendente aún al producirse en una coyuntura especial y como respuesta a uno de los reclamos más ferviente de los diferentes sectores del país, para que cada vez que cambia una administración no sea reemplazado e personal en el que se han invertido recursos. La deuda social acumulada impide ser conformista, particularmente cuando de educación se trata. Esta es la columna vertebral del desarrollo y posiblemente los fondos regularmente resultarán insuficientes.
Las dificultades del sistema educativo dominicano son múltiples y datan desde tiempos remotos. Las autoridades de la cartera educativa y del gobierno central lo reconocen y están conscientes de la necesidad de trabajar para continuar mejorando las condiciones de vida de los maestros y la infraestructura de las escuelas, dos de los problemas más urgentes. También es los Estados Unidos, normalmente puesto de ejemplo, existen aspectos de la educación que requieren mayor inversión. La razón es simple: el mundo sería aburrido si todo fuera perfecto.
La República Dominicana tiene un déficit de maestros con calidad. No es un problema de ellos, pero tampoco de las autoridades. Es del Estado que históricamente no se ha preocupado por hacer reformas profundas encaminadas a cambiar la cultura predominante.
Mientras tanto, hay que elogiar aquellas acciones y decisiones orientadas a transformar la educación en un instrumento de cambio y modernización de toda la sociedad. Llamar a concurso para seleccionar a los directores de escuelas y de distritos es una decisión valerosa. Para reconocer las buenas acciones hay que tener valor, puesto que lo cortés no quita lo valiente. [email protected]