Siempre se ha dicho que ante los grandes males, grandes remedios. La plaga de los accidentes de tránsito es uno de nuestros grandes males, donde se conjugan la irresponsabilidad del manejo temerario y otras violaciones a la Ley de Tránsito, sobre todo por parte de los motorizados que se creen dueños de las calles, quizás por sufrir una especie de “delirium tremens” al ser uno de los principales objetivos de los delincuentes.
No transcurre un día sin que los medios de comunicación reporten robos de motocicletas, por parte de antisociales que las desarman para venderlas por piezas o para usarlas en la comisión de otros delitos.
Los atracos a “motoconchistas” se han convertido en una rutina, sin que alguien sugiera una solución concreta, que es lo que pretendemos, aunque no sea acogida porque sabemos carece de los elementos necesarios para que sea considerada como popular.
En primer lugar, hay que tomar en cuenta que en el país hay alrededor de medio millón de motocicletas, utilizadas comúnmente como medio de transporte, tanto en las ciudades como en los campos. Si uno tuviera la oportunidad de cuestionar al medio millón de sus conductores, apostamos peso a morisqueta que ni siquiera el diez por ciento supera la prueba de un examen que tiene mucho que ver con las observaciones a la Ley sobre Tránsito de Vehículos de Motor.
Generalmente, esos “motoristas” no usan el casco protector, que es algo obligatorio. Casi ninguno lo posee, y los que suelen tenerlos los enganchan al timón “porque el casco produce mucho calor”.
La mayoría carece de seguro contra accidentes y de licencia para conducir, lo que perjudica no solamente sus intereses, sino los de cualquier conductor que se vea involucrado en un accidente que no provocó, pero en el cual resultó lesionado quien manejaba la moto.
No obstante esa situación irregular de incumplimiento de la Ley, los agentes de tránsito se hacen de la vista gorda frente a los “motoristas” que violan las luces rojas de los semáforos, transitan en vía contraria, no usan el casco protector y rebasan los vehículos en marcha con unos peligrosos zig-zags que engrifan los pelos.
Parecería como si esos agentes ignoraran la Ley de Tránsito que deberían hacer cumplir, aunque también uno supone que es que no desean perder tiempo en discusiones con “padres de familia”, infeliz expresión que muchos utilizan para justificar violaciones a la Ley o apoderarse de terrenos ajenos. “Es que soy un pobre padre de familia”, dicen con cara compungida y un cinismo extraordinario. Las víctimas, ¿no son acaso también padres de familia?
En vista de que muchos motoconchistas se ganan la vida transportando pasajeros en horas de la noche y que podrían apelar a ese argumento, aunque con sentido válido, uno se pregunta si no si es que durante el día no les alcanzó el tiempo para “conchar”, por lo que tienen que arriesgarse a ser asaltados o asesinados, por delincuentes que buscan a toda costa dinero para comprar drogas o armas para continuar con sus fechorías.
Haría un gran servicio público aquel legislador que se anime y proponga una hora tope del día para andar en motocicletas, vale decir como máximo hasta las 7 de la noche, a partir de cuando se produce la mayor cantidad de fechorías en perjuicio de los motoconchistas. Naturalmente, estarían excluidos los miembros de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, debidamente identificados con documentos legales irrefutables.
Habrá un montón de pataleos, de parte de supuestos o reales “padres de familia”, la mayoría fieles alumnos de las ideas populistas que les han inculcado algunos políticos, que sin embargo nunca aparecen cuando uno de esos infelices tiene un accidente, es atracado o asesinado por quienes se amparan en las sombras de la noche para delinquir.
Es preferible un motorista enojado, que muerto o atracado. No hay que dar ningún chance a los delincuentes. Prohibir el uso de motos durante la noche de seguro que reduciría el índice de atracos y asesinatos nocturnos, que son los más.
Como dijimos al principio, no se trata de una sugerencia popular y quizás por eso difícilmente prospere, especialmente en tiempos de campaña electoral, cuando determinados candidatos tratan de evitar enajenarse votos, lavándose las manos como Pilatos. Total, ellos dirán que no son motoristas y por lo tanto no serán atracados o asesinados para despojarlos de sus vehículos.