Ningún acontecimiento es más importante en el mundo este primero de mayo que el día sin inmigrantes en Estados Unidos. Esta será una fecha que quedará grabada en la memoria del presidente de esa nación, George Bush.
Un día sin inmigrantes es la respuesta de más de 11 millones de indocumentados a los alegatos de que ellos representan más problemas que soluciones para esa poderosa nación.
La iniciativa de una ley que penalice al inmigrante ilegal no solo ha sido vista como una amenaza contra los indocumentados, sino contra aquellos que han regularizado su situación pero que reconocen que viven en tierra extranjera.
Como proliferan las motivaciones e informaciones sobre esta manifestación en los medios de comunicación, prefiero tratar un aspecto que a lo mejor no abundará. Me refiero al contexto en que ocurren estas manifestaciones, las que me dicen que la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina no está muy bien orientada.
En la región se está viviendo un proceso en el que los pueblos vienen eligiendo gobernantes contestatarios al poder Norteamericano. No se trata de regímenes comunistas ni socialistas, sino gobiernos encabezados por líderes que han recogido el descontento que por años se ha acumulado en la región y que ha sido atribuido a los males generados por administraciones apoyadas por Estados Unidos.
Resulta que en ese contexto regional, en Estados Unidos se emprenden estrategias de golpeos a los inmigrantes hispanos o latinos, como el proyecto de ley que se debate en el Senado, y redadas masivas para detener y deportar a los indocumentados.
O sea, en momento en que pueblos de naciones de América Latina, como Venezuela y Bolivia, prácticamente se rebelan contra el coloso del norte, allí, en Estados Unidos, se discuten leyes y se emprenden acciones que envían mensajes pocos amistosos hacia la región, los que de seguro ayudará a los propósitos electorales de los líderes izquierditas Ollanta Humala en Perú y de Daniel Ortega en Nicaragua.
De modo que, la consecuencia de las iniciativas anti inmigrantes no solo podrían tener efectos en Estados Unidos, cuya reacción frente a la protesta de este primero de mayo, de seguro será proporcional a su apoyo, sino que la tendrá en América Latina, donde veremos fortalecer el sentimiento anti norteamericano que durante un tiempo estuvo mermado.
Al observar el manejo que viene dando, uno llega a la conclusión de que la política exterior de Estados Unidos ha estado muy mal orientada, porque ha puesto a América Latina a pagar la consecuencia de un hecho cometido por otro, de otra región del mundo.
Me refiero a los catastróficos atentados del 11 de septiembre del 201, cometidos por árabes, algunos de ellos europeos de origen árabes, pero a quien se ha pretendido cargar dado es a los latinos, con una serie de restricciones, que van desde económicas hasta migratorias, que al decir de muchos expertos han comenzado a hacer insoportable una relación amistosa con los Estados Unidos.
Con esa actitud Estados Unidos en esos atentados murieron cientos o miles de latinos y además, que esta región fue muy solidaria con el pueblo norteamericano ante los ataques y la tragedia provocada.
Si algo debiera hacer Estados Unidos no es tratar a América Latina como un nido de potenciales terroristas, sino conquistarla como aliada en esa lucha, porque al fin de cuenta todos estamos en occidente, y espero que esto último se entienda.
Por eso, no dudo, de que este primero de mayo, quedará grabado en la memoria del presidente George Bush.