Agradezco a mis lectores sus comentarios, incluso a los que en un gesto de valentía manifiesta, han intentado enmendarme la plana como se dice en esta profesión. Pido excusas por los gajes, que en periodismo, (donde se confunde el tiempo con los ejèrcitos enemigos del Quijote) ocurren màs abundantes que en cualquier otro oficio. Algunos de ustedes tienen razón: la autocensura periodística a cambio de dinero o garantía de un empleo es una realidad creciente en República Dominicana. Un sector lo hace en nombre del gobierno que le paga; otro por temor a ser cancelado del medio donde trabaja, y un tercero por dinero o fanatismo, en nombre del partido político al que pertenece. ¿Cuántos comunicadores se ubican en un cuarto grupo? ¡Un montón, muchìsimos y puedo dar testimonios y citar una lista interminable de colegas conocidos! En el caso que nos ocupa y preocupa, como dice Leandro (sin apellido) lo peor no es que se sea funcionario del gobierno o simple empleado con un salario fijo, sino, que sin dar un golpe, se acepten, (por lo bajo, como “la gatita de Maríaramos”), grandes cantidades de dinero y otros beneficios, de la misma manera que lo hacen cada año, algunos ejecutivos de medios, cuando reciben (por detrás, sus sobres “enga-lanados” )a la hora de repartir los “bonos” que consiste en una distribución “proporcional” de ciertos niveles de ganancias “superávit” de una empresa, entre su personal remunerado. ¿Y qué recibe el resto? “Chilata” o nada, bajo el supuesto de que hubo pérdida. La censura y la autocensura se inducen y se imponen desde la cúpula de los mismos medios de comunicación, que actualmente operan en el país como cedazos (a veces como filtros de motores fundidos) para sólo publicar historias rosas y escandalosas, y uno que otros trabajos de opinión que no afecten determinados intereses. A esto último se le llama censura, porque la autocensura es la que se impone el propio periodista asalariado por "razones obvias", similares a los oficios de un sólo párrafo mediante los cuales ciertas empresas o instituciones del Estado, prescinden de un infeliz empleado "por conveniencia en el servicio", negándole muchas veces, a contrapelo de la moral y las leyes, sus prestaciones laborales. Da pena decirlo, pero la censura y la autocesura al nivel que existen en el país, es un fenómeno propio de las épocas de la Inquisición y de las dictaduras. Además del patrón, los que más se benefician de ambas aberraciones son muchos reputados periodistas, algunos de los cuales usted los ve, con largos discursos moralistas a través de sus espacios radiales y televisivos, y en sus columnas en los medios impresos. Existe en ese sentido, una confabulación, una suerte de código de protección (que en nada se diferencia de la impunidad que tanto se le imputa a la Justicia), entre colegas para no atacarse entre sí y sobreprotegerse, aún cuando defiendan parcelas políticas distintas. En el país operan grandes y pequeños carteles periodísticos haciendo fortunas de esa práctica, “lavando dinero”, mientras se aprovechan de un auditorio ingenuo y callado, prácticamente anestesiado y narizgoneado, para hablar de ética y de moral. La que se le endosa al “angelito” de Guillermo Gómez, con una fortuna, según “las malas lenguas” de más de mil millones de pesos, es sólo una de las modalidades ilícitas e inmorales de hacer riquezas en este país (de enormes pobrezas materiales) a través de una profesión periodística, de la cual, muchos de quienes la ejercen se creen inmunes y de pellejo impermeable, olvidando que hasta Aquiles que conforme la leyenda era hijo de una diosa, tenía su talón invulnerable. Por eso, de acuerdo a su propia leyenda, ellos son serios pero otros no los son. Los malos son los que desprestigian la profesión “chiripeando”, recibiendo migajas a cambio de cabildear la publicación de una nota política o personal en uno de los grandes medios u “olvidando” denunciar los males de sus comunidades. Es la acusación que se hace a los corresponsales. Algunos, los más encopetados, actúan como verdugos de sus propios colegas cuando éstos no se ciñen a los dictámenes del momento o preconcebidos ¡Tremendo descaro! “A Dios rogando y con el mazo dando”, dice el refrán. Ese es un tema para un amplio debate que mucha gente, en especial colegas que hacen causa común con todos los partidos políticos, evaden por temor a que se les señale, se destape la caja de Pandora o les salga el tiro por el trasero. Ese es un fenómeno parecido al de la corrupción, que en Dominican Republic, no tiene partidos ni clases sociales, ya que como la mala hierba está en todas partes. ¿Y el Colegio Dominicano de Periodistas? Muy bien, gracias.
Por eso creo, que más que atacar la sobrevivencia periodística desde una cómoda suite de una torre capitalina (como dijo J. Candelario en su cometario a la entrega anterior), lo que se debe es “censurar” primero la DOBLE MORAL (así en mayúsculas) y la práctica descarada e irrespetuosa de una modalidad de periodismo ofensivo, irreverente y difamatorio de “moda” en República Dominicana. Es una modalidad en la que participan como fuente de promoción y de propagación, indistintos litorales del sistema tradicional de partidos políticos, no sólo el partido de gobierno. Se trata de una suerte de periodismo que no respeta las más mínimas normas de una comunicación objetiva y orientadora, al servicio de la ciudadanía. Ni los principios, ni las buenas costumbres ni las reputaciones ajenas. Por razones obvias, hay quienes lo califican como “periodismo por encargo”, en alusión al folletín que predominó en Europa, en el siglo XIX, que muchos relacionan con la novela por entrega, la literatura de cordel y los orígenes de la publicidad, al estilo Emile de Girardìn, el genio político y periodista creador del periódico La Presse, en Francia. Por su alto contenido panfletario, difamador y lujurioso, lo despectivamente novelesco le queda chiquito al tipo de periodismo que se viene haciendo en el país. El problema mayor se advierte en muchos programas interactivos de temas variados, de comentarios, entrevistas y noticias. Más que analizar los hechos y ofrecer una opinión en perspectiva, como lo exige un periodismo moderno, en estos programas lo que se hace es explotar el morbo, alimentar la chercha, atacar o alabar a tal o cual político o funcionario de manera graciosa y/o despiadada. En esa tesitura, se nota, incluso, una agresiva y ridícula competencia, a ver quién supera al otro y quién lo hace con mayor truculencia. A ello no escapan los nombres de los espacios y el temario para ser abordado, que regularmente es escogido al azar de los periódicos del día. Todos quieren parecerse al Gobierno de la Mañana, sin dudas el más popular espacio radial de la República Dominicana. Los clichés, los extremismos, las palabrotas, el “mándame lo mío” y las ofensas de “buena mierda” “boca hedionda” y “culo cagao” contra gente que interactúan con algunos de esos espacios, está a la orden del día, venidas incluso de periodistas viejos que deberían ser el ejemplo. Al que le sirva el sombrero que se lo ponga y que intentando “desempolvar el polvo”, que no lo deje abandonado en el camino calenturiento, que el sol con los mismos rayos que da luz quema, en especial contra las calvicies o sobre cráneos de pelo caído.
Hay que decir, sin embargo, que esa patología radiofónica, se aprecia mayormente en la tanda vespertina, donde los interlocutores de una caterva de espacios hechos al granel, sin ningún sentido de compromiso y metodología, se las pasan rumiando y acabando con todo el mundo. En una reciente época, la clave era que se asociaran dos o tres colegas con posiciones políticas diferentes, para armar una polémica que al final degeneraba en un bochinche o en un “llévatelo Cundo”. La pluralidad política o partidaria podía ser una garantía para la obtención de patrocinio, incluso del gobierno de turno, sin cuya ayuda de ese tipo, poquísimos programas podrían sobrevivir en República Dominicana. Ya ni siquiera ese tipo de pluralidad se respeta, y se ha llegado al colmo, que periodistas que se dicen partidarios del gobierno se las pasan atacando de manera mezquina a funcionarios que al parecer no ceden al chantaje ni les resultan simpático$. El otro mal es la crisis de valores por la que atraviesa en sentido general, la radiodifusión dominicana. Me atrevo a decir que la crisis social del país con toda su descomposición ética y moral, se exacerba en estos días en los medios electrónicos de radio y televisión con sus consecuentes efectos contaminantes y destructivos. Por un lado, tenemos la ausencia de originalidad que se traduce en falta de calidad y plagio, y por el otro, la programación musical con toda su carga de violencia y mensajes perversos y satanizados. Programadores musicales que asesinan cada día la conciencia de la población, con temas que promueven la violencia, el irrespeto la desintegración familiar y el vicio. Locutores con programas de temas variados que se las pasan, con un afán de marketing y de lujo, vendiéndose con arrogancia y desparpajo, como los últimos “narcisos” del mundo de los “monosaurios”. En el caso de la radiodifusión visual, que nos traen el telecable y los sistemas de VHF y UHF, de nada vale que enviemos a nuestros hijos a la escuela y les transmitamos los valores que heredamos de sus abuelos, para que luego, sin que los padres podamos evitarlo, se sienten ante el televisor a endemoniarse el cerebro. De igual modo, en estos días no sólo tenemos que soportar en la televisión, la presencia de homosexuales criollos, cuya tarea diaria es el chisme, la perfidia y la trivialidad, sino de extranjeros que no sabemos de qué chiquero moral aparecieron. ¡ Loor, a la Comisión Nacional de Espectáculos Públicos! Loor se le dedicaba al César y murió con Rómulo Augùstulo, tras la caída de Constantinopla. Seguiremos.