Septiembre quedó marcado con una mancha indeleble en su onceavo día en el año 2001. Ahora es el mes más temido, más odiado, más oscuro, de más alarmas. Septiembre arropa en sus días noches largas y pesadillas. Simulan en Rockefeller Center ataques terroristas para entrenar a su cuerpo de seguridad. Silencio, miradas sospechosas, registros discriminadores de personas con perfiles orientales. En ese mes los niños no salen a jugar; el parque está vacío y los columpios sólo se mecen con la brisa de la antesala de otoño.
¿Por qué septiembre y no agosto? Agosto consternó al mundo entero con la muerte del alma de Hiroshima y el corazón de Nagasaki. Sus secuelas aún marcan a las generaciones que nacen, a los árboles que ya no crecen, y a la tierra que ya no produce.
Trujillo eligió 2 meses y medio para acribillar la vida de nuestros vecinos quienes aún se refugian en este lado de la isla buscando dejar de sobrevivir y empezar a vivir como seres humanos a quienes les brilla la misma luz del sol, y se bañan por las noches con la misma luz de la luna que llega a mi ventana. Finales de septiembre, todo el mes de octubre y gran parte de noviembre de 1937, machetes, palos y cuchillos emprendieron la labor de la matanza. No septiembre como mes protagonista. Nadie los recuerda, nadie los llora ni en ese mes, ni en ningún otro.
Está bien, seamos más generales. ¿Por qué septiembre y no todos los meses del año? En el 1994 Ruanda fue testigo de uno de los genocidios más atroces y sangrientos de la historia, y fue casi todo el año, y hasta se prolongó. No sólo fue un mes; no sólo fue un septiembre.
Desde el 2003 la humanidad es testigo de la humillación, de los asesinatos, de la burla a la sociedad internacional por parte de los Estados Unidos y de la violación a cada segundo de los derechos humanos en Irak. ¿Y en Bagdad? ¿Y en Afganistán? ¿Por un mes? Por años!!!!
Las fronteras presencian tragedias diarias. El olvido de los países más fuertes del otro lado de la línea fronteriza. Le dan la espalda a las peores verdades y a los más inhumanos escenarios por no cargar con los problemas de otro en sus espaldas. Septiembre es tan sólo un mes en esa eterna batalla.
África grita hambrienta durante siglos y nadie la escucha. Ella no grita en septiembre porque el llanto del otro lado del mundo no deja oír su voz desde aquel onceavo día del 2001. Mientras sus cultos adornan las ciudades de velas, sus banderas se izan y los videos de aquellos aviones pasan una y otra vez por los canales de televisión, en Somalia mueren más de 50 niños por minuto.
Pero septiembre sigue siendo un mes triste. Las madres esperan las visitas de sus hijos en octubre, porque ellos no viajarán en septiembre. Las alertas no son verdes ni naranjas, son rojas.
Y pensar que amo septiembre porque nací durante sus días, pero ya nada es igual. Quiero mi septiembre de vuelta, de no ser así, estoy dispuesta a acusar a los demás meses para que todos carguen con sus culpas.