SANTO DOMINGO.-Con el asesinato de una niña de cuatro años por un desalmado en Los Alcarrizos, República Dominicana continuó siendo escenario de crímenes horrendos, como el ocurrido contra otra niña en Santiago y los asesinatos de la llamada casa del terror en la parte este de Santo Domingo.
La nueva víctima responde al nombre de Luz Moreno a quien el asesino asestó 14 puñaladas supuestamente en venganza porque la madre no aceptaba convivir con él.
El crimen ocurrió el pasado domingo 7 de mayo en el indicado sector situado en la periferia del noroeste del Distrito Nacional, pero perteneciente a la Provincia Santo Domingo.
El presunto criminal, Ramón Hilario Méndez (Macà), fue apresado por la Policía a la cual habría confesado el hecho, señalando que tras apuñalear a la pequeña criatura lanzó su cuerpecito en una cañada de donde una señora la rescató todavía viva, la limpió y la trasladó al hospital más cercano, el Marcelino Vélez Santana, donde finalmente falleció.
El sólo pensar la forma como ocurrió este hecho indigna y pone los pelos de puntas, tratándose de una pequeña niña indefensa que sólo sabía reír, llorar por hambre, sueño o capricho, y jugar con sus amiguitas.
"Fue por venganza; yo sólo quiero que lo maten como él hizo con mi hija, eso fue porque yo no quería vivir con él" dijo la mamá de la pequeña Luz Moreno, Noemí Elvira Ramírez, mientras aguardaba en la sala de espera del departamento de Homicidios del Cuartel General de la Policía.
El jefe de la Policía, Bernardo Santana Páez dijo que Homicidios está investigando el caso y se está interrogando al homicida.
La Policía ha informado que existe una relación "personal" entre el supuesto responsable y la mamá, pero ella lo niega.
En la funeraria San Felipe de Los Alcarrizos, donde era velado el cuerpo de la niña, el cuadro de consternación era de tal envergadura que grupos de niñas amiguitas de la víctima levantaban un coro de lágrimas, lutos y dolor. Un grupo de mujeres impidió la entrada de la madre Noemí Elvira Ramírez, quien fue vista llegar al lugar caminando torpemente ayudada por un bastón y una amiga.
NIÑA ASESINADA EN SANTIAGO
Molesto porque la niña Grissel Altagracia Díaz Cabrera, de cuatro años de edad, le pidió varias veces cinco pesos, la noche del 30 de enero pasado, Agustín Severino Rodríguez la llevó a unos matorrales y allí la estranguló.
Así decía la crónica de Ricardo Rodríguez Rosa del día jueves 16 de marzo del corriente año, sobre el asesinato de otra criaturita inocente que residía junto a su madre en el sector Yaguita de El Ejido.
En principio se dijo que el asesino actuó por venganza porque la madre de la niña lo rechazaba.
Relató Agustín que esa noche se encontraba tomando cerveza en un pequeño negocio ubicado en el sector, donde residían tanto él como la menor de cuatro años y que se apareció Grissel, entró y le pidió cinco pesos.
Declaró que la dueña del lugar sacó a la niña del sitio, pero que minutos después volvió a pedir dinero “y entonces me molesté, porque no me dejaba tranquilo”.
Fue cuando la invitó a pasear en una pasola que tenía, la llevó hasta los arbustos ubicados en la parte trasera del antiguo aeropuerto Cibao, distantes a escasos metros de donde vivía y allí la ahorcó con sus manos, procediendo a cubrir el cadáver con cartones “para que los perros no se lo comieran”.
Por espacio de tres días después de aquella noche, Agustín llevó una vida relativamente normal: no dejó de ir a su trabajo, seguía viviendo en su pequeña casa y conversaba con sus vecinos de la desaparición de Grissel.
Al tercer día, a eso de las 11:30 de la noche, resolvió regresar al lugar donde dejó el cuerpo sin vida de la niña de cuatro años, la introdujo en un saco, lo cerró, la cargó y la puso mucho más cerca de la verja del área para que la encontraran con mayor facilidad, como ocurrió al día siguiente.
Tanto Grissel como Luz, ambas de cuatro años de edad, desaparecieron para siempre y habrá de esperar que la Justicia imponga todo el peso de la ley a sus asesinos.
El dolor de sus familias debe servir de reflexión a muchos padres para que vigilen mejor a sus hijos, (as) en especial a los pequeños y pequeñas que suelen ser presas fáciles de enfermos, desalmados y asesinos que andan al acecho en pos de su próxima víctima