Una reina de belleza argentina sorprendió a los gobernantes y jefes de Estado de Europa, América Latina y el Caribe reunidos en Viena, ante quienes posó en bikini, en una inusual protesta por la violación de los países europeos al Medio Ambiente en América Latina. BUENOS AIRES, (clarin.com).-Los números son: 85-62-90; 1.73. Podría ser una cuenta de banca privada en una sucursal bancaria europea, o el número de un celular. No es nada de eso: se trata de las medidas de Evangelina Carrozo, la reina del carnaval de quien se habla aquí mas que de Chávez y Evo Morales, lo que es decir mucho, y cuyas propiedades pudo conocer toda Viena.
Evangelina amenaza con ensombrecer a las bellezas del carnaval de Río, el sueño inalcanzable y secreto de cualquier chica corriente de los carnavales de Gualeguaychu. Convénzase: un pequeño triunfo argentino como el de ayer en Austria parece un buen augurio a menos de un mes del Mundial.
Estudiante de la licenciatura en nutrición, 25 años, irrumpió ayer como una presentadora de box, muy desenvuelta, debajo de un cartel con una leyenda de militante ambiental, en el mismo trajecito que la llevó a la coronación, en febrero pasado (dos piezas con strass, mínimas) frente a una platea calificada de 60 jefes de Estado y de Gobierno de Europa y América. Sólo unos apellidos: Blair, Chirac, Zapatero, Merkel, Chávez, Bachelett, y por supuesto, Néstor Kirchner y Tabaré Vázquez.
"No pulpmill polution. No a las papeleras contaminantes", decía el mensaje, centrado entre dos banderas, uruguaya y argentina. Fue un golpe de efecto de la organización ambientalista Greenpeace, que dirigió la excursión de Evangelina hasta Viena, sede la cumbre entre los dos continentes. Greenpeace tiene antecedentes en sorpresas de este tipo, dirigidas siempre a alterar la tranquilidad de los jefes de Estado de países centrales. Nunca antes había conseguido alterar a tantos con tan poco (atuendo).
Quienes estuvieron en la producción de la foto de familia, el tradicional retrato que hará memorable a la cumbre, hablan de conmoción. Conviene empezar por los dos principales interesados. En primera fila, Kirchner sonreía nervioso, con sus labios finos reducidos a una expresión mínima. En un tape de TV se lo ve agitando las manos a los costados en señal de desconcierto. No he sido yo, parecía decir.
Tabaré debe haber empalidecido. Acababa de llegar, insisten en que fue el último de los jefes de Estado en hacerlo, privilegio que debió haber correspondido por tradición, a Kirchner. Le costó superar la rigidez del rostro.
La pura verdad: nadie sabía demasiado como había reaccionado la presidenta de Finlandia, Tarja Jalonen, si era aquella o no, si esa era Merkel, la alemana, y la de acá Vike Freiberga, la presidenta letona. Todas lucían igual, muy serias.
De Chávez puedo hablar con toda propiedad. Lo vi pasar envuelto en cámaras, algo después de la foto. "Tu eres argentino… ¿No la habrás traído tú?", me preguntó. "No, la trajo Lula, por su atuendo", se respondió. El presidente de Venezuela dijo que fue el único en aplaudirla, y tirarle un beso.
Un hombre de seguridad acompañó a Evangelina hacia un extremo del salón. Como lo hubiera hecho un productor, tuvo el cuidado de que el show concluyera antes de llevársela.
Hubo una pausa de incertidumbre y algunos se preguntaban seriamente si el Gobierno no habría tenido algo que ver. Demasiado bien producido, bromeó alguien. Otro volvió sobre la suerte que acompaña a Kirchner. Ciertos uruguayos que participan de la cumbre parecían avergonzados.
Un cronista de America TV la presentó en una nota breve. Evangelina contó que había sido acreditada por la organización de la cumbre como periodista de El Diario, un periódico de Morón, que llegó el martes y tiene un vuelo de regreso hoy.
"Le pido al gobierno uruguayo que no le mienta al pueblo. Soy activista de Greenpeace. Estas papeleras contaminan. No las queremos", dijo. Discretamente, el Gobierno se interesó por su situación. Dio mil notas, también a Clarín: "No estaba nerviosa, pero me sentí liberada cuando les mostré el cartel".
El episodio debería servir de lección en varios sentidos. El más importante: desdramatizar el conflicto.