En una acción que no tiene precedentes, el presidente de la República ha salido por los pueblos a comprar dirigentes y candidatos de la oposición.
Ningún presidente, ni siquiera el doctor Joaquín Balaguer en sus mejores tiempos, hizo algo igual.
Se pensó que la democracia dominicana tenía pantalones largos, que esas cosas tan feas no podían darse. Pero no. El presidente de la República, como dice la dirigente del Partido Reformista Sergia Elena de Séliman, se convirtió en "el hombre del maletín". Y salió a comprar voluntades con dinero de los contribuyentes. Como si saliera de sus bolsillos.
Y lo que indigna es que no haya pasado nada. Que una acción tan impropia no haya recibido el rechazo total, evidencia una sociedad en decadencia. Esto no tiene que ver con partidos, candidaturas ni elecciones; tiene que ver con la salud moral de todos nosotros y de nuestros hijos.
¿Acaso la política es un mercado de pulgas para comprar travestis, chaqueteros, canallas y traidores? ¿Es el ejemplo para las nuevas generaciones? ¿Así se hace política?
El que no ha viajado por los pueblos, no sabe de las patanas llenas de cemento, blocks, fundas de alimentos, zinc…. No sabe de la distribución gratuita de "pasolas", ni de la distribución de cientos de miles de pesos a los tígueres, no porque sea mejor "pagar que matar", sino porque es mejor corromper que perder las elecciones, ni sabe de los más de 80 mil "inspectores", muchos de ellos bien armados, nombrados por el presidente con buenos salarios para trabajar en la campaña.
El que no ha ido a San Francisco de Macorís no ha visto todos los vehículos, grandes y pequeños, propiedad de la Secretaría de Estado de Agricultura con la foto del candidato a senador, nada más y nada menos que el inefable secretario de Agricultura, Amílcar Romero. ¡Hay que ir a Macorís!
El que no ha ido a Nagua, no ha visto los cuarteles llenos de materiales de construcción para ser repartidos entre los pobres el día antes de las elecciones. En Nagua el dinero corre como río para comprar voluntades.
El que no ha ido a Puerto Plata no sabe lo que es invertir los recursos del Estado en una campaña. El que no ha ido a Salcedo, la Vega, Moca, Baní, San Cristóbal y Santo Domingo, entre otras provincias, no sabe y no sabrá, porque no hay palabras para describir lo que ocurre, el avasallamiento descomunal del gobierno en contra de la oposición.
De verdad, no hay precedentes. Nadie vio a Balaguer llegar a San Juan de la Maguana en 6 helicópteros para juramentar a 4 tránsfugas, como lo hizo hace días Leonel Fernández. Todos los gobiernos han usado los recursos del Estado en las campañas, pero no como ahora. ¡Nunca! Sólo en publicidad, sin contar la "sustitución de cuñas" ni el pago de las bocinas, el gobierno ha gastado en 3 meses más de 500 millones de pesos.
Nadie ha calculado el costo de los viajes del presidente a los pueblos. Ha ido varias veces a Nagua, Puerto Plata, San Cristóbal, San Francisco de Macorís…. ¿Cuánto cuesta movilizar, con la parafernalia del poder, al presidente y sus secuaces en vehículos oficiales? ¿Cuánto cuesta el gobierno metido en campaña? No hay un miembro del gabinete que no esté en campaña. ¿Se había visto algo semejante? ¡No!
El país que construye -o destruye- Fernández no es el que idealizó Juan Bosch, quien sí fue referente moral, pues no vivió de la política sino de su intelecto, no amasó fortuna, no construyó mausoleos, no hizo fundación desde el poder, y la casa donde terminó sus días le fue obsequiada por amigos.
Ese Bosch fundador del PRD y del PLD hizo suya la consigna de la izquierda moderada latinoamericana de los '60: ¡Vergüenza contra dinero! que toma fuerza para enrostrársela a quienes hoy, vergonzosamente, dirigen desde el poder al PLD.
Estas elecciones pondrán a prueba las reservas morales del pueblo. Si el dinero pesa más que la vergüenza, no nos queda más remedio que coger una yola y largarnos. Por lo menos los que aun tenemos dignidad. ¡Vergüenza contra dinero, carajo!