El monstruo de dos cabezas es el título de una película del director Lee Frost estrenada a principio de los años setenta. En el filme el actor Ray Milland interpreta a un médico racista que sufre una enfermedad mortal en su cuerpo. Para poder salvarse transplantan su cabeza en el robusto cuerpo de otro hombre, que irónicamente resulta ser un hombre de color.
Creemos que no hay mejor ejemplificación para ilustrar el ¨fenómeno¨ producto de la Gran Alianza Nacional en el sentido de que se trata de la unión de dos fuerzas políticas históricamente antagónicas que deciden articularse para producir una fuerza combinada con el objetivo de avasallar una tercera.
El resultado de ese experimento fue, en efecto, un monstruo de dos cabezas que prometía aplastar a cualquiera que osara enfrentarlo bajo la lógica simple de que uno más uno son dos y dos pueden mucho más que uno. Pero el resultado fue, que al igual que en la película de Frost, ambos individuos siguieron físicamente siendo uno, solo que con dos cabezas con conceptos disímiles y con arraigados sentimientos de individualismo, tratando cada una de enfatizar su propio identidad creando un complejo y tenso conflicto multicerebral que al fin terminó por afectar el resto del cuerpo.
EL PRD necesitaba con urgencia un cuerpo nuevo para no morir después los traumas masivos, las heridas y el descalabro sufridos en el torneo electoral del año 2004, y pensó que el cuerpo del PRSC era el cuerpo perfecto aunque la tecnología para tal empresa saliera muy cara. Pero no tenía opción y luego de una complicada cirugía el éxito no se hizo esperar y el monstruo bicéfalo salió del quirófano raudo y amenazante, bufando y escupiendo fuego por la boca revestido de un insoportable sentimiento de triunfo y una sed insaciable de sangre.
Y ahí estaba el monstruo. Con dos cabezas pero con un solo cuerpo y como dos cabezas piensan mejor que una, empezaron a pensar y alucinar el doble. Pensaron que realmente tenían la fuerza de dos o la fuerza de muchos. Pensaron que atemorizarían al tener la certeza de que los demás le verían dos grandes colas de dragón y multitud de otras más. Se crecieron alimentando su doble entusiasmo y su doble ínfula de bestia doble hasta que se le cegaron sus dos pares de ojos y realmente se creyeron que efectivamente podían aplastar a su adversario con el doble peso de su imaginación duplicada.
Lo demás es historia viva y humeante. El imbatible monstruo de dos cabezas ha sido decapitado de un certero y contundente porrazo y desangra profusamente su plasma rosado. El espantajo esta en el suelo y desde su estado miserable y lastimero aun continúan sus dos cabezas abrumadas por el desconcierto y el espanto soñando con imposibles utopías de triunfo. Sus lenguas férvidas aun empapadas del légamo y el polvo que se comió la bestia en su estrepitosa caída aun se mueven para proferir maldiciones, amenazar, intimidar, desconocer y confundir.
El monstruo decapitado aun no repara en la triste y lamentable situación que ha quedado. Aun su engreimiento desmedido no le permite ver que se ha quedado sin poder y que de sus graves y ensordecedores bramidos de bestia mitológica del olimpo apenas se escucha el débil y melifluo gorjeo de un desahuciado perro moribundo.
Pero para el consuelo de la bestia, como alguien dijo alguna vez, la ventaja que tiene la política sobre la guerra es que en la guerra se muere una vez y en la política se puede morir varias veces.