WASHINGTON.- El presidente George W. Bush recibe este jueves al primer ministro británico, Tony Blair, en momentos en que ambos están enfrentados a la impopularidad de la guerra en Irak y a la presión para hacer regresar las tropas a casa.
Blair viaja a Estados Unidos tres días después de una visita a Bagdad para rendir cuentas a Bush de sus discusiones con su nuevo homólogo iraquí, Nuri al Maliki.
La investidura del primer Gobierno permanente después de Sadam Husein planteó inmediatamente la cuestión de la retirada de las tropas estadounidenses y británicas, expectativa reforzada por las propias intenciones de Bush y Blair, para quienes ahora se abre un nuevo capítulo en el país del Golfo.
Midiendo cuidadosamente sus palabras para poder expresar los progresos alcanzados sin aumentar la impaciencia de la opinión pública, Bush habla de un "punto de quiebre" a partir del cual es posible que las fuerzas armadas de Estados Unidos vayan dejando de tener el papel central y pasen a desempeñar un rol de apoyo en Irak.
Bush y Blair se han cuidado de no comprometerse a reducir sus efectivos en Irak. El portavoz de la Casa Blanca, Tony Snow, repitió el miércoles que cualquier decisión dependerá de las "condiciones en el terreno".
Sin embargo, una creciente mayoría de los estadounidenses exige que al menos una parte del contingente vuelva al país y, si eso no ocurre, la mayoría republicana en el Congreso corre serio peligro de ceder su lugar a los demócratas en las elecciones parlamentarias de noviembre.
La falsedad de los argumentos utilizados para invadir Irak, la persistencia de los asesinatos y atentados sin control, la muerte de 2.460 soldados estadounidenses y británicos desde 2003, y un coste de centenas de miles de millones de dólares contribuyen a reducir cada vez más la popularidad de Bush y Blair entre sus ciudadanos, reflejada en los sondeos.
Según el diario The Guardian, Blair discutió con Bush un plan de retirada de tropas mucho más rápido y amplio que el que habían previsto inicialmente.
Los Gobiernos estadounidense y británico esperan reducir sus respectivos efectivos de 133.000 soldados a 100.000 el primero, y de 8.000 a 5.000 el segundo antes de fin de año, informó el diario británico.
Sin embargo, un portavoz de la embajada británica en Washington aseguró que los dos dirigentes no van a abordar este espinoso tema.
Para Bush y Blair, antes de que las fuerzas de la coalición puedan abandonar el Golfo los iraquíes deberán estar condiciones de garantizar la seguridad del país.
El primer ministro iraquí anunció en ocasión a la visita de Blair a su país que la dirección de las operaciones de seguridad será transferida a los iraquíes en las provincias durante las próximas semanas.
Pero el ministro británico de Defensa, Des Browne, subrayó el viernes que eso no supondría necesariamente una reducción de las tropas británicas. Browne afirmó que los soldados británicos también han de permanecer durante tanto tiempo como el Gobierno iraquí lo necesite.