LA HABANA.- Dejando de lado la guerra ideológica que domina la relación entre Estados Unidos y Cuba, los expertos del clima de ambos países se preparan para enfrentar la temporada ciclónica que inicia el jueves, en abierta colaboración a fin de reducir el azote de entre 8 y 10 huracanes pronosticados.
El Instituto de Meteorología de Cuba (Insmet), el Centro Nacional de Huracanes (CNH) de Miami y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica estadounidense (NOAA) mantienen un contacto frecuente con el intercambio de información sobre las tormentas tropicales.
"El plan operativo de la región establece medidas de colaboración. Con Estados Unidos tenemos un intercambio normal de información meteorológica, nos comunicamos con frecuencia por teléfono", afirmó el jefe del Centro de Pronósticos del Insmet, José Rubiera.
El experto, "gurú" de la meteorología en la isla y a quien todos los cubanos siguen atentos por televisión y radio en la temporada ciclónica, destacó que "la cooperación es imperativa para salvar la vida de un ser humano".
"No importa quién sea, cubano, norteamericano, o de cualquier nacionalidad", recalcó Rubiera, a quien tienen gran respeto sus colegas del otro lado del estrecho de la Florida.
La coordinación regional es más que necesaria. Cuba está situada en la ruta de los sistemas que se desplazan hacia el Golfo de México, Florida o las aguas del Atlántico; y los huracanes que la golpean a menudo se dirigen hacia el sur de Estados Unidos.
Los pronósticos elaborados por los especialistas estadounidenses y cubanos son de una alta precisión y coinciden incluso en la gran mayoría de las ocasiones.
Para esta temporada ciclónica, que en el Caribe va del 1 de junio al 30 de noviembre, los cubanos pronostican 15 ciclones, nueve de los cuales podrían convertirse en huracanes, aunque no con la misma intensidad que en 2005.
"Existe alto peligro, el 75% (la cifra normal es 37%) de probabilidades al menos de que un ciclón pueda afectar nuestro país", advirtió Rubiera.
Según la NOAA, esta temporada se formarán entre 13 y 16 tormentas en el Atlántico, 10 de las cuales serían huracanes, seis de ellos con posibilidades de alcanzar categoría 3 o superior, de gran intensidad y poder destructivo.
En Miami, el director de la NOAA, el vicealmirante Conrad Lautenbacher, dijo que es probable que de dos a cuatro de esos huracanes impacten a Estados Unidos y expresó que sólo pensar que uno pueda hacerlo "es una posibilidad perturbadora pero real".
Alberto sería el primero en detectar los radares entre fines de junio y comienzos de julio y el último deberá ser Oscar, de acuerdo con los pronósticos.
Pero Cuba afirma estar lista. El gobierno comunista de la isla desarrolló un sistema de prevención de desastres naturales y evacuación masiva reconocido internacionalmente y todos los comités comunales y organizaciones están desde ya movilizados.
"Estamos mejor preparados que nunca, por la experiencia que acumulamos y la tecnología de que disponemos", dijo Rubiera.
Los expertos de ambos países señalan que esta temporada será activa, aunque no alcanzará los niveles del año pasado, cuando se batieron los récord con 27 tormentas y de ellas 15 huracanes. El promedio de tormentas en el Atlántico fue de 11 durante los pasados 40 años.
En 2005, para Estados Unidos el peor fue Katrina, que devastó el sur de su territorio en agosto pasado. En Cuba, Dennis se convirtió en el más mortal de los últimos 42 años, al dejar 16 muertos, y pérdidas por 1.400 millones de dólares; y Wilma causó daños a la isla por 704,2 millones, con inundaciones históricas en La Habana.
Los huracanes se clasifican de uno a cinco en la escala Saffir-Simpson, dependiendo de la velocidad de los vientos en cinco categorías de entre 118 km/h y más de 250 km/h.