SANTO DOMINIGO.-Uno a veces no sabe si vivimos en un país donde todo el que quiere, incluso extranjeros, ampa-rados en el poder político, religioso, o de otra indole puede hacer lo que le viene en ganas en de-trimento de parte de la sociedad dominicana que tiene derecho aq vivir en paz y a ser protegida.
Hace un tiempo que un cura español, amparado en su sotana, y en el poco o ningún caso que han hecho sus superiores a variadas denuncias públicas, viene perturbando la paz en San José de los Llanos, dividiendo la comunidad, y en nombre de un supuesto trabajo en beneficio de los hai-tianos indocumentados, pasando por encima de todo lo que tiene que respetar, como sacerdote y como nacional de otra país.
Los abusos del cura Christopher Hadley, van desde querer cambiar la celebración de la fecha del patrón San José, cuya fiesta se conmemora todos los l9 de Marzo desde hace cuatrocientos años, hasta la insolencia de por un pelito con un lider comunitario, el Señor Miguel Mejia, no oficia misa desde hace cuatro meses en la parroquia del Batey Yaguada, amén de querer construir dos centros para refugiados haitianos indocumentados.
Pero como si todo lo anteriormente fuera poco, de lo que tiene constancia escrita la prensa nacional, porque han sido muchos las denuncias y hasta comunicados pagados, el cura quiere de-mandar a un grupo de dominicanos, o ya los demandó, porque ocuparon la primera etapa de un compeljo habitacional realizado para antiguos trabajadores del CEA, y que parece él queria para sus indocumentados.
Nadie crea que la base de la actual denuncia es solamente por el hecho de que el cura sea un dfensor de los derechos de los haitianos, nada más lejos, porque nunca hemos padecido de anti-haitianismo, todo lo contrario, hemos avogado por respeto y ayuda para la hermana naci´´on y sus nacionales, dignos de mejor suerte.
Lo que sucede es que ni un cura, ni un guardia, ni un político gubernamental o de oposición tiene derecho a mantener en estado permanente de discusión y de ofensa a una comunidad, y eso lo decimos porque puede ocurrrir una desgracia, provocada por un sacerdote que al parecer no tiene nadie quién lo controle, manifestandose como una autoridad absoluta en territorio do-minicano, siendo él y sus defendidos nacionales de otro país.
No sé si el Cardenal, si el Nuncio de su Santidad, o la autoridad que sea tiene potestad sufi-ciente para llamar al ordén a dicho cura, o sencillamente sacarlo del país, o del lugar, como han he-cho con curas dominicanos por menos de lo que ha estado realizando ese cura malsano en San Jo-sé de los Llanos.
Después no quieran poner remedio cuando sea tarde.