Como quisiera que tu volvieras, que tus ojitos jamás se hubieran cerrado nunca y estar mirándolos, amor eterno e inolvidable. Una hermosa mañana de primavera del año 1990, conocí a Ramón, el buen amigo, general Cuchito Soto nos presentó, explicándome que se trataba de un amigo muy querido.
El 29 de septiembre de ese mismo año contrajimos matrimonio civil y religioso, formando una familia con dos hijos: Ramón Alberto y Joaquín Alberto.
Ramón Ruiz Peguero, (picho), como solían llamarle fue un ser lleno de humanidad, con un sentido muy amplio de la palabra amistad. Para él ser amigo era compartir penas y alegrías, tener solidaridad en momentos difíciles, ofrecer el abrazo, la sonrisa sincera, la palabra de aliento que todos necesitamos escuchar, en los días en que el destino nos juega una mala pasada; pero también la compañía en los momentos de ocio, de celebración; ahí estaba él, ofertando siempre su grata presencia.
Todos fuimos testigos del fervor por sus hijos, a quienes amó entrañablemente. Lo llenaba de gran placer estar con ellos y compartir inolvidables momentos.
Nos quedan vivos los recuerdos, de esos años, en que como familia, compartimos tantas cosas hermosas. Estoy segura que tus hijos sabrán conservar los valores familiares que le impregnaste en sus vidas.
Su vida como hombre de negocios, como político, como estudiante de derecho, se vio truncada por una horrible y tormentosa enfermedad, que le robó la alegría que le caracterizó.
En mayo del 2004, fue operado de emergencia en los Estados Unidos diagnosticándole un carcinoma de riñón. Luchó contra el cáncer como un gladiador. Estaba convencido de que podía vencer la enfermedad, comenzó a organizar su vida, hizo proyectos para continuar sus estudios, mientras su organismo, comenzaba de nuevo a ser atacado, nunca se dio por vencido.
Las muestras de solidaridad y afectos que recibió de sus familiares, amigos y conocidos hasta el último momento, fortaleció aun más su firme deseo de vivir.
En esos días tormentosos de dolor tuvo un maravilloso rencuentro con el padre creador, que se hizo palpable cuando pedías la lectura de Isaías Capitulo 21, Versículo 13 que se convirtió en su favorito, “Porque yo, Yave, Tu Dios, te tomó de la mano y te digo: No temas que yo vengo a ayudarte” o que cantáramos ese himno de alabanzas que tanto te gustaba que dice: Bendiciones cuenta y veras, bendiciones que recibirás, bendiciones cuentas y veras, cuantas bendiciones de Jesús tendrás.
Esa tarde del martes 7 de junio al sentir la llegada del momento final, donde la capacidad humana había terminado, te pusiste en el camino de lo divino, y ante la presencia del hacedor de la vida te entregaste en los brazos amorosos de dios, como el recurso final ante el que todo lo puede.
Al cumplirse un (1) año de tu partida, nos embarga tu recuerdo, la nostalgia, la melancolía, nos reconforta la esperanza de un reencuentro, en el lugar seguro donde podremos de nuevo tejer ensueños.
Elena Díaz Roa (Charito)
Junio 7, 2006