SANTO DOMINGO.-En estos días me pareció escuchar la vibrante voz de José Francisco Peña Gómez, el gran líder político dominicano a quien los racistas del patio, y los negreros, enquistados, incluso, dentro su propio partido, le impidieron llegar a Presidente de la República. Desde la partida de Bosch en febrero de 1973, para fundar al PLD, Peña Gómez se convirtió en sinónimo de su propio partido, con todas sus virtudes y defectos. Cuando murió en mayo de 1998 lo lloraron hasta sus enemigos.
En Peña Gómez se combinaban su extraordinaria condición atlética, su capacidad casi mítica para cautivar a las masas y su voz reponsorial, tan dominante como un atambor madre, de aquel que dijo el autor del Cantar del Mio Cid, S. XII: “¡Que priesa va en los moros, e tornándose a armar, ante roído de atambores la tierra querìe quebrar..! Su voz, la de Peña Gómez, la del líder negro de los blancos, como la de Toussaint Louverture en Bois Caimán, seguirá perenne y me pareció escucharla una noche de éstas más erguida que nunca, pero no a través de sus vibrantes discursos por Tribuna Democrática, por donde originalmente se oyó su grito de guerra, sino, recitando su más célebre poema: “Lloran las viejas campanas”.
Al levantarme al otro día, supe que no lo había soñado ni eran mis imaginaciones, sino de Marcial Gómez que había regresado y convertido su viejo radio estereofónico en una suerte de disco light, para que todo escucharan en el barrio la voz de su ídolo. Tras la derrota sufrida por el PRD en las pasadas elecciones, la segunda de manera consecutiva y al mismo tenor, una de las más duras para esa organización política, son muchos los viejos robles perredeistas que como Marcial se refugian en la memoria de su fallecido líder.
Lo hacen en honor a su memoria y no simplemente para llorar. ¿Y qué mejor que escuchar el viejo poema, donde Peña Gómez habla de los mártires y de los sacrificios? Esa es la primera historia del PRD, la lucha antitrujillista, la instauración de la democracia, la revolución de abril del 65, las muertes y desapariciones, y la libertad de los presos políticos. Ningún panteón político dominicano registra más lápidas que el PRD, incluyendo las que se rotulan en los sepulcros y las que inscriben en la imaginación de los misterios. La segunda etapa son las divisiones, los errores, las incoherencias, la falta a los principios y los malos gobiernos, de cuyas experiencias no han podido aprender ni reponerse.
Nunca antes, en ninguna historia de un partido político, ni en el PRI de México que surgió con Lázaro Cárdenas, ni en el APRA del Perú, creado por Víctor Raúl Haya de la Torre, compañero de César Vallejo, se habían encontrado tan de frente: la pena y la gloria, la grandeza y el sentido de mediocridad, configurando en esa materia, la más cruel contrariedad.
Olvidémonos de Antonio Guzmán, que hizo un gobierno decente y luego se suicidó, y de Juan Bosch, que por su dignidad como gobernante terminó en el exilio. La muerte de Guzmán la provocaron sus propios compañeros, cuando Salvador Jorge Blanco, en su condición de Presidente electo en 1982, amenazó con enjuiciar a la hija de aquel por alegada corrupción. Con Guzmán terminó la primera etapa del PRD, ya que la segunda se inició con el propio Jorge Blanco en 1982, en cuyo gobierno la economía dominicana se fue al precipicio. La tasa de cambio del dólar se disparó a niveles nunca vistos, se devaluó totalmente nuestra moneda y como una peste atacó la inflación.
Ello se combinó con el desempleo, un déficit en la producción y la corrupción pública, para generar las pobladas de abril de1984 que terminaron con una matanza de mujeres y hombres en las calles. Hasta entonces, en el país, de matanzas a esos niveles, sólo se conocían, de oídas, las de la tiranía trujillista, que fueron muchas, incluyendo la de las hermanas Mirabal y la de los haitianos en el 38, de la que sobrevivió precisamente el propio Peña Gómez. Fue a partir de la segunda mitad del pésimo gobierno jorgeblanquista, tras la primera gran crisis económica del país, que comenzó la real debacle del PRD, pues a la matanza se unió la guerra de tendencias en el Congreso, cuando los seguidores de Jacobo Majluta, en abierto desafío a una decisión de los más altos organismos del partido, se opusieron a la aprobación de un viejo contrato de préstamo de 185 millones dólares para la construcción de la presa de Madrigal.
A la sazón, Peña Gómez describía el panorama con estas palabras: “El cáncer de la división ya ha alcanzado toda la anatomía social del perredeísmo, incluyendo al bloque parlamentario, el cual, por primera vez en la historia del PRD, se ha insubordinado contra una decisión emanada de la Comisión Política y ratificada por el líder del partido. Resulta contrastante el hecho de que el doctor Salvador Jorge Blanco, líder del bloque del Senado, y el licenciado Hatuey De Camps, Presidente de la Cámara de Diputados, opuestos ambos dentro de los límites del Partido a las posiciones de los compañeros Antonio Guzmán y Jacobo Majluta, accedieran por disciplina partidaria a ofrecerle su voto afirmativo a ese préstamo, y que en cambio ahora, el licenciado Jacobo Majluta y sus seguidores no sólo hayan manifestado sus reservas contra ese proyecto, sino que también se hayan insubordinado contra una resolución de la Comisión Política y, finalmente, hayan desconocido una convocatoria del más alto organismo del partido”.
La crisis a lo interno del PRD fue de tal magnitud que Peña Gómez, temeroso del fenómeno que se exacerbaba en perjuicio incluso de su propia autoridad, creó como seguro de vida el Bloque Institucional Socialdemócrata (BIS), lo cual justificaba diciendo: “De escuela de amor, los perredeístas nos hemos convertido en una escuela de odio, que precipitó el suicidio del Presidente Guzmán y puede engendrar otras tragedias si no le ponemos coto a esta alocada carrera hacia la autodestrucción. Las tendencias, corroídas por el sectarismo, no están en capacidad de propiciar esta renovación, y es por ello, que interesado en preservar al Partido Revolucionario Dominicano como el más eficaz instrumento democrático de nuestro pueblo declaro que asumo mi total y completa independencia política dentro del partido, que quedo relevado de cualquier compromiso tácito o expreso que haya hecho. Me siento en libertad para formar un Bloque Institucional o fuerza nueva compuesta de hombres y mujeres del partido y también de dominicanos que quieran venir a fortalecer al Partido Revolucionario Dominicano y reencausarlo por el camino de la disciplina y los principios olvidados. Este bloque institucional que controlaré directamente funcionará como un elemento nuevo aglutinante dentro del marco institucional del partido. Los maltratos de las tendencias me han convencido de que toda autoridad tiene que tener un fundamento en su fuerza y cada liderazgo tiene que tener una fuerza organizada que lo respalde. Anuncio mi disposición de crear esa fuerza inmediatamente con el objetivo estratégico de llegar al poder, cuando las condiciones estén maduras para ello, para realizar las verdaderas transformaciones que la nación espera y necesita. Esta fuerza nueva del perredeísmo o, bloque institucional no ofrecerá sur espaldo incondicional a nadie, porque, de ahora en adelante, mi fuerza internacional y nacional sólo estará al servicio de los que actúen con la debida consecuencia, reciprocidad y consideración con el aporreado líder del partido”. Esto ocurría en junio de 1982, cuando las relaciones entre Peña Gòmez y Majluta estaban completamente deterioradas, con gente azuzándolas desde el partido y el gobierno, diciendo que la intención del líder era cerrarle el paso al segundo.
La lesión más dura y directa sufrida por los perredeistas como producto de lo que Peña Gòmez denuciaba, fue la pérdida de las elecciones de 1986, cuando Jacobo Majluta perdió ante un Balaguer que como el ave fénix, parecía surgir de la nada. Peña Gómez, incluso lo había advertido con la siguientes palabras : “La resurrección política más importante de los últimos tiempos ha sido la del doctor Joaquín Balaguer. Favorecido por la capacidad de olvido de nuestro pueblo, el líder reformista ha logrado reconstruir su imagen, comportándose en la oposición como no lo hizo desde el poder y porque los gobiernos perredeistas jamás le han expensado el trato desconsiderado que recabamos de él cuando era Presidente de la Republica. ¿Quién se imagina al doctor Joaquín Balaguer detenido en el aeropuerto como lo fue el líder del PRD apresado en Elías Piña como lo fue don Antonio Guzmán durante el gobierno del doctor Balaguer? Es indudable, sin embargo, que el doctor Balaguer es un gran maestro de la política nacional; un maestro de la acción y de las realizaciones materiales. La debilidad de su obra reside en la parte institucional y social y en las conquistas del espíritu y de la libertad; sólo cuando el PRD ha sufrido un retroceso también en ese terreno, el doctor Joaquín Balaguer ha reencontrado nuevas posibilidades de poder.
¿Ganó Balaguer aquellas elecciones? Hay quienes dicen que no, que el ganador fue Jacobo Majluta, a quien se le habrían restado unos 82 mil votos que aparecieron supuestamente en una caja abandonada en un vertedero. A partir de entonces quedó sellada la división del PRD. Alegando que Jorge Blanco había sido cómplice del fraude y que Peña Gómez había enviado a votar por Bosch, Majluta se fue del partido y fundó junto a los suyos el Partido Revolucionario Independiente (PRI).
Es así como de una primera fuerza hasta 1982, cuando ganó abrumadoramente las elecciones, el PRD pasó a la zaga de los otros partidos mayoritarios (PRSC, PLD), lo que se confirmó en las elecciones de 1990, cuando ni el propio Peña Gómez como candidato presidencial por primera vez, pudo evitar que su “buey que más jalaba” sacara apenas 400 mil votos. Estas elecciones, en las que Majluta se presentó como candidato de su nuevo partido, fueron supuestamente ganadas por Balaguer, en medio de un gran escándalo de fraude contra Bosch y el PLD, quienes según la opinión generalizada, fueron los verdaderos triunfadores. Frustración y tristeza seguían embargando a las bases perredeìstas, una parte de la cual, buscando salir de Balaguer, había votado por Bosch y no por su líder Peña Gómez. Creyendo haber sido los ganadores, el dolor de los peledeístas era clase aparte. Los perredeistas seguían, además, añorando sus años dorados de sus primeros gobiernos, pero los conflictos de intereses y de grupos continuaron minando sus filas, a tal extremo que las conspiraciones contra el liderazgo de Peña Gómez, por lo bajo, continuaban. En 1994 Joaquín Balaguer logró alzarse de nuevo con el poder, derrotando por estrecho margen (42.3% vs. 41.7%) al propio Peña Gómez, en unas elecciones cuyas protestas y denuncias de irregularidades desembocaron en la peor crisis política de los tiempo modernos en el país. Un "Pacto por la Democracia" firmado por los partidos tradicionales, acordó reformar la Constitución para prohibir la reelección presidencial y la necesidad de obtener una mayoría absoluta para ganar las elecciones presidenciales, lo que implicaba la celebración de una segunda vuelta electoral en caso de ser necesario. Un punto importante fue la convocatoria a elecciones anticipadas para el 16 de mayo de 1996, que implicó el recorte de aquel último mandato de Balaguer. Después de esto se repuso todo el cuadro político dominicano, impulsado por iniciativas innovadoras de concertación, en cuyo marco comenzó a dársele importancia a los partidos pequeños. Fue esa etapa, que implicaba también el ocaso de los grandes líderes, Balaguer y Bosch, la que posibilitó el Frente Patriótico mediante el cual el PLD y el PRSC llevaron como candidato presidencial a Leonel Fernández, quien tras haber quedado en un segundo lugar en la Primera Vuelta, detrás de un Peña Gómez que parecía imponente pero que no logró la mayoría absoluta como candidato presidencial, resultó ganador de aquellos comicios en la vuelta decisiva. ¡Albricias! Para los perredeistas que como mi amigo Manuel Nin Matos, siempre ansiaron ver y llevar a Peña Gómez a la presidencia de la República, aquella debió ser la peor frustración, máxime cuando su líder no pudo volver a ser candidato presidencial de su PRD, porque murió de cáncer dos años después. Majluta, que hizo un último intento por reconciliarse con Peña Gómez e incluso lo apoyó como candidato, habìa corrido la misma suerte en 1996.
De manera, que sin su líder histórico, el PRD comenzaba una nueva era, que registraba su momento más estelar en las elecciones del año 2000, cuando llevó como candidato presidencial a Hipólito Mejìa, que se presentó entonces como el abanderado y el más fiel seguidor del líder fallecido. Mejìa había sido compañero de Peña Gómez en las elecciones de 1990 y se decía que el propio líder lo había señalado como su heredero antes de morir. Como aval mostraba también haber sido ministro de Agricultura del gobierno del presidente agricultor, Antonio Guzmán Fernández. La historia cuenta que Mejìa no sólo hizo un pésimo gobierno, el peor de todos los del PRD, sino que traicionó los ideales por los que toda la vida luchò y se sacrificó Peña Gómez. Entre ellos, está el principio de la no reelección, consagrada en los propios estatutos del PRD. Lo otro fue pactar con los reformistas y auspiciar acuerdos que como la Alianza Rosada, ya habló con resultados en las urnas, y hace que la voz de Peña Gómez retumbe desde su tumba. Marcial dice que al PLD le luce pactar con los balagueristas pero que al PRD no, que ahí fue que estuvo el error que no habría cometido Peña Gómez. Marcial dice que el PRD se creó para luchar contra Trujillo y luego contra Balaguer, para quien los perredeistas eran como “los judíos, que se peleaban en el día y en la noche se acostaban todos juntos”. Recuerda que en 1996, en el ocaso de su dilatada carrera política, Balaguer apoyó incondicionalmente a Leonel, bajo el argumento de que los perredeìstas eran “el camino malo”, en alusión directa a Peña Gómez. Para Marcial, el artífice de que Peña Gómez no llegara a la Presidencia de la República, fue el doctor Balaguer. Por eso le duele lo que ha hecho Hipólito Mejìa, su malo gobierno, sus intentos reelecionistas, para lo cual pactó con los reformistas de la sombra, en especial, con ex- jefes militares que participaron en el fusilamiento de Caamaño y ordenaron el asesinato de muchos perredeìstas e izquierdistas. Los perredeìstas verdaderos, dice Marcial, y la memoria de Peña Gómez, perdonan cualquier cosa, “menos esas traiciones” y a ello atribuye las dos últimas derrotas del PRD y el mayor descalabro que sufre hoy ese partido.