Entre la parte de los dominicanos que no conocen su sociedad se cuentan los políticos de derecha, que no corresponde al tipo de los denominados políticos militantes, que por su esencia son de izquierda. Aunque la condición de militante no es exclusiva de uno ni de otro.
A los políticos de derecha solo les interesa el dinero y si ya lo tienen, entonces, el poder. Su ejercicio político lo convierten en ruidosos, que son ruidos mudos para ellos, ya que nadie la masa al parecer no lo escucha. Esto nos revela la incapacidad para encontrar respuestas a los problemas sociales importantes; queda la sensación de que al parecer les afectan a ellos.
Lo que busca un político de derecha paree no tener sentido social, aunque el poder político les reserve como premio los mejores puestos en las oficinas públicas y las prerrogativas que el poder otorga, a sus esposas y sus allegados, y que para lograrlo ha sido necesario la mentir a las masas.
Para que se puedan aceptar estas opiniones, de un socialista espectador, lo fundamental es que las masas no renuncien de la lucha, aunque es muy triste admitir que las nuestras carecen de estatuto, debido a la falta de un verdadero líder político, que haga valer las aspiraciones de la masa. Nunca se ha tenido necesidad de formar a estos tipos de políticos. Y esa es la razón por la que las elecciones pasadas nos dejaron un sentimiento de mezquindad, para acordarme de una idea ya expresada por el poeta uruguayo Mario Benedetti.
Lo que voy a decir ahora parte de la percepción que el pueblo mismo se ha hecho de la contienda política recién culminadas. Así tenemos que, no es mentira que quien es político en nuestro país está dispuesto a violar la ley para lograr sus macabros propósitos, y que no tiene culpa al no tener que darles cuenta a las masas que ejercieron el sufragio; tampoco es mentira, lo del uso indiscriminado de los recursos del Estado en las campañas políticas, que recuerdan a las cruzadas de otras épocas, en las se empleaban una gran cantidad de personas, en desbandadas.
En primer lugar, sólo la mala política es la que triunfa en el país. Eso mismo ha ocurrido con la mala literatura, de muchos de nuestros autores; no es simple decir esto de dignos representantes del oficio. Por ejemplo, Premiaciones de reediciones, falacia y engaño en la Editora Nacional, libros de textos básicos aprobados por la SEE, con intereses creados para favorecer a amigos y familiares de los miembros del partido. Que son los mismos políticos. Sueldos elevados para los que ocupan funciones de asesores, y sueldos muy bajos para los que están confinados al trabajo subordinado, donde probablemente lo único que cuenta es cumplir horario, y donde trabajan sin incentivos algunos.
En su mayoría, nuestros políticos no son políticos profesionales, ni intelectuales puros, ni originan del mundo académico, ni antes de hacer política fueron líderes comunitarios. Son políticos de derecha, es decir, que lo hacen es por dinero, y los que ya tienen, por impunidad. Por eso, para los políticos orgánicos, los mejores puestos son para ellos. También sus esposas son privilegiadas con puestos importantes, poco importa saber que si poseen algún liderazgo profesional.
Los políticos corrompen a las masas; son mentiras todas sus promesas y las sugestionan un punto en que las convencen de que ellos son imprescindibles. Esto último es cierto, aunque sólo en apariencia. Se valen de la dádiva, y de los operativos ridículos para los más empobrecidos; ponen armas de fuego en las manos de sus espalderos y seguidores fanáticos, despilfarran dinero y licor entre los simpatizantes motorizados. En realidad, lo peor de todo es que ensucian la ciudad, la cargan de violencia visual, exhiben su bonanza personal, y le indican al pueblo, que quien no tiene dinero no puede ser candidato, aunque sea también un político partidario orgánico.
No puede haber una realidad más gris, que la de un hombre que se dirige a la multitud y se retira en una flamante jeepeta, en cambio, la masa, en su ómnibus, que consiste en una “guagua”, no en trolebús, ni tranvía, metro, o taxi, que se considera un medio más digno de transporte, o propio de una sociedad moderna, lo cual quiere decir, que el político dominicano va a enseñorearse luego en una sociedad que todavía no alcanza la modernidad. Kafka no conoció los metros de la ciudad de Londres y, por supuesto, Antón Chejov tampoco; este último en algún momento expresó: «mírate a ti mismo, fíjate lo mal que vas; si tan sólo puedes triunfar en esto, puede cambiar lo que te rodea».
Son los políticos los que mantienen embrutecidos al pueblo, los que viajan por Europa y no desean tener una. La razón sólo puede ser una: mi éxito como político depende de que el pueblo no se interese por lo que está pasando en el primer mundo, ya que ellos son los que pagan estos privilegios.
Extraña regla de la sociedad, nos recuerda al uruguayo Eduardo Galeano, cuando dice que hay que impedir a cómo dé lugar que los de abajo aprendan a sentir cuánto en realidad valen como entes económicos y como seres políticos (sic). Para él América Latina es como una región defectuosa. También se desgobierna sola.
Hacen faltas políticos militantes, conocedores de Sastre, del Mayo del 68, que no nos hagan olvidar la lucha, tal como aconseja un modelo del político militante, Félix Guattari, con su hambre de subjetividad y sed de una existencia que no se llena. Al respecto escribió alguna vez (junto con Deleuze, en 1972) que el problema fundamental de la filosofía política sigue siendo el que Spinoza supo plantear (y que Reich redescubre): "¿Por qué hombres y mujeres combaten por su servidumbre como si lucharan por su salvación? ¿Cómo es posible que se llegue a gritar: ¡queremos más impuestos! ¡menos pan!? Lo sorprendente no es que la gente robe, o que haga huelgas; lo sorprendente es que los hambrientos no roben siempre y que los explotados no estén siempre en huelga. ¿Por qué soportamos desde siglos la explotación, la humillación, la esclavitud, hasta el punto de quererlas no sólo para los demás, sino, también, para nosotros mismos?".