Es así, como lo dice el título. Y no lo digo yo, sino los especialistas de la conducta que deshojan el pasado para explicar el presente.
En el amor el pasado cuenta más, algo parecido a lo que hacen los generales en guerra, que concentran sus energías en atacar las estrategias enemigas y las doctrinas que las ordenan; no en los que tienen de frente, la vanguardia que corroe y gana terreno a sangre y fuego.
Un sinnúmero de experiencias del pasado, la formación, la educación familiar y el trato con los parientes, conllevan al comportamiento del presente, lo que se expone fielmente en una relación de pareja.
Una persona con un pasado borrascoso, igualmente presentará una relación de pareja arropada por la neblina, incapaz de ofertar la paz al ambiente mutuo. Si no está en disposición de romper el ciclo, no vale la pena ni siquiera intentar.
Los comportamientos pasados de familia, el trato recibido de los padres, los hermanos, los tíos, los abuelos, cuentan a la hora de seleccionar bien a una pareja, puesto que según los especialistas de la conducta los seres humanos reciclan su historia pasada y las conductas de sus líderes en la familia durante toda la vida.
Es así como de padres inestables y maltratadores, se derivan hijos con igual conducta, con sus excepciones.
Si nos fijamos en las personas que interactúan con nosotros en el día a día y analizamos su comportamiento con mayor profundidad del presente, veremos que sus padres o abuelos mostraron el mismo patrón de conducta. Conozco gente que golpea a sus hijos para corregirlos porque igual lo hacían sus padres con ellos. Es fácil ver por qué se comportan así.
Si la persona no rompe con el ciclo, los patrones de conducta se van reproduciendo de generación en generación y no hay que ser un mago para visualizar que si arrastramos del pasado conductas incorrectas, nuestros hijos serán igualmente incorrectos.
En el amor, ocurre lo mismo. Ningún hombre o mujer será capaz de tener una relación estable si no revisa su pasado y rompe el ciclo fatal en que se envolverá toda la vida.
En el contacto inicial con una pareja, más que la magia de los encantos, hay que analizar sobriamente el pasado: cómo fue la infancia, la relación de papá y mamá y con los hermanos. Tengo un hermano que dice que para conseguirse a una muchacha hay que ir a la casa primero y ver a la mamá, y si ésta es fea, de vieja tu pareja se pondrá igual. Yo no pienso así, pero sí pienso que hay que ir a ver la mamá no por lo de fea, si no por lo del pasado.
Si la persona viene de un hogar donde se resaltaba el amor al dinero, tendremos una pareja en la que prime el interés hacia lo pecuniario por encima de los valores humanos, y viceversa.
Si nuestra futura pareja arrastra un pasado de padres dominantes o ha sido víctima de maltratos físicos y emocionales, por poner dos ejemplos, estamos con una persona con designios de dominación y de terreno fértil para maltratarnos física y emocionalmente.
Son sólo ejemplos de ese fecundo y complicado mundo de las relaciones de pareja.
La estadounidense Susan Forward, psicóloga analista y profesora universitaria, expone en su libro “Cuando el amor es odio” el caso de hombres que odian a las mujeres y las mujeres siguen amándolos. Y viceversa también.
Forward estudió el caso de la relación de pareja varias de sus pacientes, que resultaron estar vinculadas con hombres misóginos, un descubrimiento suyo que define a los varones que odian y maltratan a las mujeres, pero dependen de ellas y tienen temor a sentirse solos.
Susan terminó “botando” a su esposo también, porque descubrió en él que era tan dañino como los cónyuges de las mujeres que trató. Le dio un “zumbón” a su marido que todavía éste la está esperando.
Admite que ambos miembros de la pareja contribuyen al conflicto y a la tormenta que pueda abatirse sobre una relación: una desde la óptica que acepta el maltrato (sea hombre o mujer) y la otra del enfoque de quien maltrata.
Es un libro interesante que muestra cómo antes de iniciar cualquier relación debemos adentrarnos en el pasado de nuestra futura pareja, compararlo con el comportamiento presente y no esperar un año para que la decepción nos arrope. Es mejor prevenir que lamentar y tomar en cuenta las variables dañinas en el mismo éxtasis del encanto que nos tapa los ojos.
De todos modos, los especialistas aconsejan que ambos pasados se examinen y la pareja llegue a un nivel de equilibrio que pueda sobrellevar las situaciones. Nadie tiene un pasado impecable, lo equivalente a que nadie es perfecto.
Partiendo de esta premisa, pueden los integrantes de la pareja desprenderse o negociar su comportamiento, comprender sus limitaciones, sobrellevarlas y disfrutar en niveles óptimos la relación. Que ninguno se crea omnisciente ni super poderoso con relación al otro.
No hay amores perfectos y si se entiende así se salvan muchas relaciones impregnadas por una magia y una química que anhelan casi todas las parejas.
Las relaciones se pueden salvar aplicando esa pócima.