Este tema trata de los crímenes y delitos cometidos a causa de la superstición, de la brujería y de la hechicería. No es que la opinión está en contra de la libertad de cultos, entendida en toda democracia, ni discriminar a ciertos grupos raciales por sus creencias o su espiritualidad, más bien lo que pretendemos es enfocarnos en el hecho de ciertos ilícitos e inconductas “desvaloradas” por el derecho penal, como consecuencia de ciertas prácticas y excesos encaminadas a perjudicar a otras, cometer homicidios, realizar hechizos como remedios, los cuales pueden son entendidos como actos punibles, en contra de la moralidad y la sociedad.
La brujería “legítima” (o hechicería menor) es aquella que practicaron nuestros antepasados indígenas, es decir, los indios de nuestra América, por lo que los descartamos como crímenes, ya que para ellos no habría crónica policíaca. Eso perteneció a la cultura precolombina, no a la criminalidad de hoy.
En realidad, lo que nos motivó a presentar el tema, es que estas prácticas delictivas no fueron recogidas por el actual proyecto de código penal, que no está muy lejos de ser aprobado. Es nuestro deber, por tanto, aportar sobre este género de criminalidad en la vista pública que sobre las cuestiones legislativas siempre se producen. Los códigos penales de Latinoamérica no han tomado en cuenta el problema que suele derivar de los delitos cometidos a causa de la brujería. A veces ocurre que los familiares de la víctima identifican al hechicero, a quien luego quieren asesinar.
Este tema es, por lo tanto, de interés para los juristas y policías, psicólogos y psiquiatras forenses, y está rigurosamente entroncado en las ciencias medicolegales, pero sobre todo en la criminología, desde donde ha surgido el análisis científico para la comprensión y manejo de las llamadas sectas religiosas, conformadas (en la actualidad) por bandas juveniles, cuyos miembros están marcados por la frustración de la sociedad actual, que anhelan raras transformaciones, pero que buscan lograrlo con drogas, a las cuales le agregan funciones de sugestión fanática que van más allá del ego ancestral.
De acuerdo a la antropología, la brujería legítima, es la que tiene que ver con los verdaderos brujos indígenas, que en el caso de América, fueron sustituidos por los negros traídos de África. Detrás de ese sólo pensamiento existe una enorme historia y una extraordinaria documentación científica, del ámbito literario, psicológico, criminológico, pero sobre todo a través de la obra de los antropólogos, entre los que merecen citarse nombres como Fernando Ortiz, Israel Castellanos, Nino Rodríguez, Jiménez de Asúa, Carlos Esteban Deive, entre otros.
Si damos nacionalidad a estos al ámbito geográfico de los estudios realizados por estos maestros, el círculo en la brujería en la región latinoamericana va desde New Orlean, Cuba, Haití, República Dominicana, Jamaica, algunas Antillas Menores hasta Brasil. De acuerdo a ellos, en todos estos lugares, la práctica de la brujería fue traída por los esclavos africanos. Aunque sabemos que hecho ha existido en muchos países que hemos hecho mención.
Pero eso no es el principio de todo. Así surge la posibilidad de definir a los delincuentes supersticiosos como personas ignorantes fanáticos, y desde el punto de vista psiquiátrico, como sujetos trastornados con capacidad y voluntad de sugestionar a otros y de ser responsables penalmente.