Cual fuerza impulsiva, indescifrable, e incontrolable, el dominicano siente la imperiosa necesidad de renovarse a diario; y este fenómeno se manifiesta principalmente en la vestimenta, en los andares y en el peinado, pero sobre todo, en los nombres y apelativos.
Es como si la insularidad nos produjera aburrimiento, o tuviésemos una acuciante necesidad de sobrevivir, o a lo mejor es que nuestros egos nunca se sacian, o quizá, es que no sepamos quienes somos; o probablemente, se deba a la mezcolanza de razas, etnias y costumbres. Sin embargo, lo más probable es que se trate de una combinación de estos factores, y otros aún no identificados.
Lo curioso es que apenas nos percatamos del hecho, al ser algo tan arraigado culturalmente; y esta realidad provoca que respondamos a decenas de motes, aliases, apodos, sobrenombres, títulos y apelativos, aparte del auténtico nombre y sus variantes. Se llega hasta el extremo de responder a cualquier denominación, como es el caso típico de los cobradores de las llamadas “voladoras”, o mini-buses de transporte público, a quienes les da lo mismo, aparentemente, que les llamen Juan o Lucas…con tal de que uno pague.
Tomemos, por ejemplo, el nombre de una persona a quien bautizaremos a título de ensayo como: Pedro Manuel Rodríguez Sánchez. Este señor responde siempre que le llamen:
1.- PEDRO
2.- MANUEL
3.- PEDRO MANUEL
4.- PEDRITO
5.- PEDRITÍN
6.- MANOLO
7.- MANOLITO
8.- RODRÍGUEZ
9.- SÁNCHEZ
10.- RODRÍGUEZ SÁNCHEZ
11.- LICENCIADO
12.- LICENCIADO RODRÍGUEZ
13.- LICENCIADO RODRÍGUEZ SÁNCHEZ
14.- DOCTOR
15.- INGENIERO
16.- DON (para quienes no conocen su nombre)
17.- MAKUKÍN (en familia)
18.- JUNIOR (para sus tías)
19.- PUÑALITO (para los amigos de infancia)
20.- BARRIGA VERDE (para sus antiguos amigos del otro barrio)
21.- BEBÉ (para una ex novia)
22.- COMMANDER (para sus compañeros de revolución)
23.- PAPITO (para su primera esposa)
24.- RODRIGUITO (para su actual esposa)
25.- SANCHITO (para su actual esposa, cuando está enfadada)
26.- PAPAÍTO (para sus hijos)
27.- PADRINO (para sus ahijados e hijos de crianza)
28.- EL JEFE (para sus subalternos en el trabajo)
29.- BOCOTA (para sus amigos del “colmadón”)
30.- EL LENTO (para los conocidos de una época en que estaba sin trabajo)
Este ejemplo, es bastante conservador, porque en este país no es raro conocer a alguien de quien sus allegados y conocidos nunca conocen su verdadero nombre; es más, el mismo sujeto, se sentiría extrañado si alguien lo llamase por su auténtico apelativo. Se cambian de mote y apodo como una culebra se muda la piel, y adoptan una nueva identidad. En las contadas ocasiones, en que son interpelados por su identidad real, se sienten desprotegidos y “desnudos” psicológicamente hablando.
Basta con ir a una parada de transporte público, donde permanezcan muchas unidades, en la que se podrá comprobar, que cada chofer y cada cobrador tienen su alias, cual nombre de guerra; y nadie pregunta por el verdadero nombre del otro. Es una especie de acuerdo gremial tácito de protección mutua. Una estrategia más de supervivencia.
Lo mismo puede afirmarse de las prostitutas o de los presidiarios.
Puede darse el caso de que a la persona no le guste el nombre de pila que le pusieron, y se haga llamar por otro, por ejemplo a Fredesbindo le dicen Freddy, o a Romualda la llaman Romy.
Otro problema distinto ocurre cuando la madre desea ponerle un nombre a su hijo, y el padre se impone, y lo registran con uno diferente; pero, la mamá lo sigue llamando como ella quería.
Una variante importante son los diminutivos, por la cantidad de matices que adoptan, ya que pueden emplearse como símbolo de estatus, por ejemplo: por qué se dice Julito Nazim, en vez de Julio Hazim, o Manolito García Arévalo, o Raquelita Vicini, pero, si se usa con el mote o apodo, indica doble familiaridad o amistad íntima, un caso conocido sería "Guillito"; de Guillermo sacan Guille, y de ahí el diminutivo.
Lo curioso es que también sirve para menospreciar a alguien; como en el caso en que se diga que alguien es un "empleadito"; pero si se dice que tiene un "carguito", puede significar cualquiera de los dos extremos, dependiendo del contexto y de quién se trata. Si es una comunicación cara a cara, influye mucho el tono y las inflexiones de voz.
Si yo digo que Miguel Cocco tiene un "carguito" en Aduanas, expreso ironía, envidia, burla o choteo, etc.
Por otro lado puede expresar familiaridad o cariño, cuando se es un familiar o muy amigo, como sería llamarme a mí Faustinito.
Se ha dicho que esa es una manera de protegerse, en el supuesto de que alguno quisiera hacerle daño físicamente, o de practicarle una brujería; o en la peor de las circunstancias, si la policía lo persiguiese, no darían con él, o sería más difícil, si cometiese algún delito.
Qué duda cabe de que esa capacidad que tiene el dominicano de imitar lo que le ha dado, probablemente, resultados a otro, es una forma de facilitarse el arte de sobrevivir; es un tipo de camuflaje, como lo demuestran los emigrantes ilegales que llegan a Puerto Rico, y ya imitan el habla de los boricuas desde antes de tocar las playas de la vecina isla, y por supuesto, ya han elegido su nombre para empezar la nueva farsa, en el caso de que no los atrapen.
Empero, el problema va mucho más allá de lo que aparenta, porque el nombre significa algo muy importante para la persona; es la forma como nosotros nos identificamos, y la manera como los demás nos identifican a nosotros. Estos hechos tienen una influencia poderosa en nosotros mismos, en nuestra auto-estima, y socava el potencial para lograr objetivos en la vida.
Cuando una persona acepta y asimila tantos nombres, es cono si repartiese su ego entre todos esos apelativos, y naturalmente, que eso diluye la fuerza de la personalidad. Por otro lado, si se le da preferencia a la supervivencia, por encima de la capacidad de proyección del “yo”, se está dando por descontado una actitud ante los demás; es como si todo el mundo tuviese que ser un delincuente en algún momento de su existencia, y se estuvieran preparando para ello.
En el teatro griego también se educaban para ser actores, y por eso empleaban máscaras en los escenarios y de ahí proviene el vocablo personalidad, que significaba “per sonare”, es decir, sonar a través. Entonces cuando se usa una máscara permanentemente, desenvolviéndose en la cotidianidad con un nombre que no es el propio, ¿acaso significa eso que somos actores de por vida?