LONDRES.-Los sectores pro libre empresa tienen un doble motivo para celebrar la reelección de Uribe: han logrado mantener a Colombia como su bastión contra la marea rosa que avanza en Suramérica y han obtenido un 62 por ciento de votos válidos en una primera ronda.
El triunfo de Uribe se da tras seis meses de constantes derrotas de la derecha en las elecciones de Bolivia (diciembre), Chile (enero), Costa Rica y Haití (febrero), y Perú (abril).
Los sucesos colombianos son un ánimo para quienes en México, Ecuador y Nicaragua se enfrentan al ascenso de izquierdistas como López Obrador, León Roldós y Daniel Ortega.
Sin embargo, gran parte del éxito ‘uribista’ se debe a que Uribe gobierna como antes lo hizo el peruano Fujimori en situaciones similares. El desgaste e inseguridad que produce una antigua subversión genera una corriente popular que simpatiza con una mano dura que ponga orden y permita el crecimiento económico dando las mayores garantías a la inversión privada y al libre comercio internacional. Las cruzadas antiterroristas han sido usadas por diversos gobiernos conservadores, desde Bush en Estados Unidos hasta Aznar en España, para crear una base social que les permita consolidarse y aplicar medidas pro privatizaciones.
El partido que más se mantiene en el poder en una democracia multipartidaria latina es Arena (Alianza Republicana Nacionalista), en El Salvador, el cual se beneficia de la inercia de la lucha contra la guerrilla y de azuzar la amenaza que el Fmln (Farabundo Martí para la Liberación Nacional) tendría si llegara al gobierno y consiguiese recortar las remesas que los salvadoreños envían desde Estados Unidos.
En Perú, paradójicamente, la mayor victoria que logró la derecha (aplastar a Sendero Luminoso) ha terminado generando su derrota. Al no existir el ‘peligro terrorista’, la población peruana ha ido girando desde priorizar querer seguridad hacia querer acabar con la extrema pobreza, con lo cual se han potenciado los centroizquierdistas.
Uribe, a diferencia de Fujimori, se encuentra con una situación en la cual no puede aplastar a la guerrilla (debiendo tener que negociar con ésta) y la izquierda legal ha crecido hasta superar el 22 por ciento de los votos y quedar como segunda fuerza (con lo que entre ésta y Uribe han sepultado al histórico bipartidismo colombiano entre conservadores y liberales).
Mientras Fujimori logró marginalizar a la izquierda armada y a la legal, en Colombia Uribe deberá buscar que la izquierda legal vaya logrando hacer que las Farc y el ELN busquen seguir su camino y se animen a trocar las armas por las urnas. Así, también, se genera la posibilidad de que la centroizquierda, con un programa moderado, termine convirtiéndose en la alternativa de recambio al uribismo.