Los ciudadanos decentes que aun le quedan a éste país deben estarse preguntando si vale la pena seguir participando en las elecciones, si vale continuar siendo carne de cañón, si tiene sentido hacer el juego a los políticos que los engañan una y otra vez. El proceso electoral es un espectáculo deprimente, una mascarada, un show donde la casa, que es el país, "pierde y se ríe".
Votar es un deber ciudadano, un ejercicio libre, soberano, abierto, donde cada quien se expresa a favor o en contra de un partido o de un candidato.
El ciudadano apuesta a un gobierno, a un congreso, a un partido, a un equipo de hombres y mujeres para que conduzcan su destino. Esa decisión, ese deseo, esa voluntad del ciudadano no puede ser alterada, ni mucho menos robada por nadie; por ningún poder económico, político o militar.
La voluntad popular es la voluntad de Dios, no debe ser escamoteada, no puede ser usurpada, no puede ser robada, como acaba de suceder durante las elecciones pasadas.
El PLD puede celebrar su "triunfo"; puede hacer alarde de sus senadores y diputados, de sus síndicos y regidores, pero no podrá quitarse el "vajo" que deja el fraude.
¿Para qué votar si al final el voto será nulo, si al llegar la hora cero las urnas serán asaltadas para que no se cuenten los votos, si los guardias y policías se juntarán con los militantes del partido oficial para constituir verdaderas asociaciones que tendrán como misión secuestrar la voluntad popular?
¿Qué sentido tiene votar si nadie defenderá el voto, si nadie hablará, si la sociedad civil, la Iglesia, incluso los afectados por el fraude, terminarán formando parte del engaño?
Si no se puede confiar en la Junta Central Electoral, ni en las demás instituciones, ¿para qué votar?
Si los dirigentes de los partidos opositores no están dispuestos a "jugársela", para defender la democracia, si forman parte del juego sucio, ¿para qué votar?
Si el sistema electoral es tan vulnerable que cualquiera puede violarlo impunemente, ¿para que votar si al final el gobierno se robará las elecciones impunemente?
Si las leyes y normas, la ética y la moral no forman parte de los fundamentos básicos de la sociedad en que vivimos, ¿para qué votar?
¿Para qué votar si los partidos escogen a cualquier pelafustán como candidato, sin tomar en cuenta prendas morales, capacidad, intelecto, ni vocación de servicio, si lo único que les importa es el dinero, no importa de donde venga ni como haya sido obtenido?
¿Votar para llevar al Congreso a delincuentes, gentes de reputación dudosa, que no pueden explicar de dónde rayos sacaron tanto dinero en la campaña electoral?
Si nadie está dispuesto a defender el voto de los ciudadanos honrados que desean lo mejor para el país, insisto, ¿para qué votar?
¿Con qué calidad política, ética o moral, el gobierno y los partidos de oposición volverán a invitar a la población a votar?
Si los partidos opositores forman parte de la caricatura democrática que se desdice a sí misma, si no usan la fuerza de la ley y de la razón para defender el voto popular, ¿para qué votar?
¿Qué gana una persona que no quiera un empleo o un cargo en el gobierno votando en las elecciones, si su voto no tiene ningún valor político, ético o moral? ¿Qué gana con votar?
Lejos de avanzar, institucionalmente hemos retrocedido. En el proceso electoral no se respetó nada. No se respetó a nadie. Se burlaron todas las instituciones incluyendo a las "gloriosas" Fuerzas Armadas.
En las elecciones de 1966, con el país intervenido militarmente por los norteamericanos, sin haber terminado completamente la revolución del 65, hubo menos muertos y menos heridos de bala que en estas elecciones del 2006.
El partido de Juan Bosch, derrocado mediante el golpe de Estado de 1963 que condujo a la revolución, víctima de más de un fraude electoral, incluyendo el de 1990, es el mismo partido que ahora hace el mayor fraude electoral de los últimos 40 años para ganar, no la presidencia de la República, sino el Congreso. El fraude que vimos ahora, es inédito. No había ocurrido en el país nada igual.
Lo que me parece un acto de cinismo y una burla, es que ahora el presidente Fernández les diga a los dominicanos que hará una revolución democrática con el voto para que jamás se vuelva a hablar de fraudes. (No me hagas reír, que tengo los labios partidos).