El auge de actos criminales acaecidos en los últimos días, ha desencadenado en la población un clamor: pena de muerte (…); sin embargo, entendemos que la aplicación de ese mecanismo no es factible a nuestro ordenamiento jurídico.
Las debilidades que adolece el sistema judicial dominicano hace ineficaz la implementación de la pena de muerte; un instrumento que además de inhumano, es la privación del bien jurídico más preciado: la vida.
La pena de muerte no tiene un efecto disuasorio superior al de otras formas de castigo
Y es que la Pena de Muerte es tan inhumana como el crimen que la motiva. No queremos retroceder a la Santa Inquisición, donde se cometieron las más aberrantes injusticias “en nombre de la Iglesia”.
Proponemos que en la próxima reforma constitucional se consigne la Cadena Perpetua contra quienes cometan crímenes deleznables; y no la pena de muerte, como planean algunos.
El tratadista italiano Cesare Beccaria en su obra: “ de los Delitos y de las Penas” plantea la desaparición de la pena capital: pues estaba convencido del mal que acarrea este elemento en una sociedad injusta.
En mayo de 1974 los profesores españoles de Derecho Penal, solicitan la abolición de la pena de muerte, siendo en la actualidad la postura que prevalece entre los especialistas del tema.
La pena de muerte es la forma más extrema de castigo: cruel y degradante, constituye una violación del derecho a la vida y entraña el riesgo de que se ejecute a inocentes.
Según la Declaración de los Derechos Humanos: Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.
¡Que sería de los pobres, sin se establece la pena de muerte en el país! ¿cuál sería la suerte de los que no pueden pagar un buen abogado para su defensa?; simple y llanamente serían ejecutados sin la menor contemplación.
Es una necesidad endurecer las penas contra los que cometen asesinato agravado: parricidio, infanticidio y genocidio; sobre ellos debía recaer cadena perpetua, no pena de muerte: solo Dios tiene derecho a quitar la vida.
La pena de muerte no ha sido la panacea para evitar la criminalidad en ninguno de los lugares donde se ha instaurado; entonces, ¿ porque apelar a ese arcaico y degradante mecanismo?