New York.- Son mensajeros angélicos representantes de Pedro, pero más que eso, deben cumplir las reglas de Dios aquí en la tierra. Apóstoles de Cristo repletos de humildad, honestidad, vocación de servicio, ejemplo de pureza y hasta cierto punto redentores de la humanidad. En la República Dominicana, el clero católico es un imperio con poderes absolutos y de indudable autoridad, pero cuando está lloviendo cualquiera resbala, puesto que pese a esa estructura de fuertes cimientos, de la cual está dotada esta orden celestial, aparecen adacadabrantes personajes de este gremio que aderezan mesas de infaltables ganancias, que rompen o curvan contratos a sus antojos, en fin “Están En Todo Menos En Misa”. Estos “hombres de Dios” investidos de poderes religiosos que predican a sus feligreses que hay que sufrir la pobreza con paciencia puesto que la verdadera riqueza se la tiene guardada Dios por recompensa en los cielos; pero mientras tanto estos alados personajes, desdoblan la propia esencia de Dios y se revuelcan en el azufre que emana de los altos círculos sociales y gubernamentales, donde estando bajo las Satánicas garras de éstos, realizan artimañas que solo los benefician a ellos, dejando al pueblo más y más paciente a la espera del paraíso prometido.
Estar en la cima sin una gota gorda de esfuerzo rodeado de un puñado de familias “nobles” y altos jefes de gobierno practicándoles una tolerancia religiosa acorde a la cifra de Os que éstos dibujen en sus talonarios de cheques, es un privilegio del cual pocos mortales gozan. Estos señores de negras sotanas que garantizan la sed de fortunas no se dan cuenta que con sus actuaciones solo le extraen el tuétano a los pobres Dominicanos.
Esta realeza de la cual hablamos, no son más que Príncipes de la iglesia que obtienen por autonomácia inmunidad divina o sea, una mágica disposición de reformular los roles del Estado. Asignar recursos y riquezas, presionar con propuestas, organizar burocracias, despilfarrar “subsidios”, etc. A todo lo sumado anteriormente se le llaman “Diálogos”. Al través de estas “conversaciones” estos “encastillados” son surtidos con exuberantes regalos, jamás imaginables.
Dentro de todas estas confidencias hay una verdaderamente sabrosa y es que no estamos juzgando a Dios, sino a hombres que son acogidos calurosamente por grupos insaciables y que se esconden detrás de la iglesia, gozando de la conformidad y el aplauso del pueblo. Esas altas investiduras están llenas de inexorables escorias. Hombres de aspectos sobrios, supuestamente ministros del Señor que bajo la apariencia de respecto al prójimo le están atravesando el corazón a las masas más desposeídas de la nación con sus malas actuaciones y violación a la tabla de Moisés, en vez de obrar con justicia y sabiduría.
Hoy por hoy los cristiano católicos en Quisqueya caminamos inseguros en una tierra en que antes la fé y las tradiciones de la iglesia eran inquebrantables puesto que la concreta labor constructora del episcopado podía llevar a toda la población a una revolución interior donde ayudar era ley pero con el paso de los años la labor altruista de los curas se desvanece ya que la principal tarea al realizar por éstos, es el pecado descarado que está copando cada rincón en el mapa de la isla. Hoy la iglesia moral y espiritual esta vestida de ruinas, nada parece resistirse a la bolsa benefactora de algunos empresarios, ministros, políticos y nueva burguesía. Ya los Dominicanos no respiran fé ni fervor cristianos pese que son un pueblo que ama, sufre y espera por aquellos que otrora fuesen los únicos defensores de los pobres. Los Dominicanos ya tenemos protección en nuestras tarjetas de créditos, protección solar, preservativos. Pero quien protege nuestras almas?.