A dos meses de tu partida, como todos estoy de acuerdo, Juan Lockward, que con el último suspiro que exhaló ese corazón tuyo, cansado de tantas cuitas y canciones, se apagó la magia de tu media voz y el país perdió uno de sus más prolíferos compositores.
Juancito, como cariñosamente te llamaba Chucho Navarro, sobre todo a partir de que el Trío Los Panchos convirtió en un tremendo éxito tu canción “Dilema”, puedes estar seguro que te recordará “por siempre” la guitarra bohemia que vibraba en tus manos y que ha quedado abandonada en un rincón; el hoy contaminado y agredido Yaque dormilón, y aquellos a quien diste más de medio siglo de cariño fraternal.
Quizás te recordará ese Santiago cuando a algún locutor ebrio de nostalgia se le ocurra colocar el hermoso himno que le compusiste, y que todos se empeñan en llamar canción, si es que no se le olvida menciona que es en tu voz y de tu autoría
Juan no se puede ser tan pesimista, a lo mejor te recuerden en tu natal Puerto Plata y en Santo Domingo los familiares que aún viven o los pocos amigos que por la edad te quedan.
Pero no te hagas ilusiones, los dominicanos no te recordaremos por “siempre” y al final terminará como el náufrago de Gabriel García Márquez, porque estamos demasiado ocupados en estériles disputas políticas, en esta carrera loca por promover los falsos valores que producen mucho dinero, y en vivir un día más en esta selva, que desgraciadamente nos ha tocado vivir.
Podría empezar a creer esa burda mentira de “te recordaremos por siempre”, si al colocar una de tus canciones en voces de lo que se enriquecieron con ella, este Estado ingrato obligara al locutor a mencionar que es de la autoría del “Mago de la media voz… Juan Lockward”.
Dejaría de pensar que es un cliché, si en este país se crearán políticas de protección a nuestros valores artísticos, deportivos y culturales, para evitar que hombres como tú, que han hecho una incalculable contribución, anden mendigando una pobre pensión.
Aseguraría que es cierto, si en vez de expresar nuestro nacionalismo en contra de infelices haitianos, que a igual que nosotros emigran en busca de mejor suerte, exigiéramos a las estaciones de radio colocar en determinadas fechas la música criolla e identificar al compositor.
Juancito (y perdona el tuteo de este desconocido) pero no hace falta que los dominicanos te recordemos por siempre, porque tú seguirá viviendo calladamente en la poza del Castillo, en las aguas turbias de ese Yaque dormilón, en el Dilema cotidiano de los amores prohibidos, en los labios arrugados de los amantes que gritarán a los cuatros vientos “Yo conocí en tu boca” la felicidad y en el diapasón de una guitarra que se pulsa para alegrar a los amigos.
Estarás en las letras y los pentagramas de tus canciones, que volaran como “golondrina viajera” en este cielo azul de Quisqueya a través del tiempo, y en una elegía que escribió Marcio Veloz Maggiolo.
Y aunque no pudiste realizar el anhelado acto de magia de morir “Sin que nadie se entere”, pese a que una “Gitana” te advirtió que no era posible por eso de “Oh América infeliz, que sólo sabes de tus grandes hombres cuando son tus grandes muertos”, con tus canciones seguirá llevando “felicidad” a los corazones que aún laten.