Salvo Rafael Leonidas Trujillo Molina, ningún gobernante había concentrado tantos recursos y poder como el presidente Leonel Fernández. Ni siquiera el doctor Balaguer durante los 12 años de sus primeros gobiernos tuvo tanto poder en sus manos.
Balaguer enfrentó resistencia y confrontaciones incluso dentro de las Fuerzas Armadas y la Policía. De igual manera resistió al Partido Revolucionario Dominicano que, junto a una izquierda poderosa, controlaba los frentes de masas que para entonces eran grandes y fuertes y sin dudas dificultaban la gobernabilidad.
Balaguer no contaba con el respaldo de los medios de comunicación, ni de la sociedad civil. La cúpula de la Iglesia Católica estaba dividida. Los gobiernos de Estados Unidos no siempre fueron cómplices del caudillo reformista.
Pero Balaguer era un mago de la política, un malabarista que conocía al dedillo la idiosincrasia de los dominicanos y los resortes del poder. Eso lo salvaba.
Los gobiernos del PRD tuvieron grandes limitaciones. Juan Bosch terminó derrocado. Antonio Guzmán fue castrado antes de comenzar el mando al arrebatarle cuatro senadores para impedirle el control del Poder Legislativo y del Poder Judicial. El gobierno de Jorge Blanco terminó en desbandada tras tropezar con las indefiniciones y las contradicciones gubernamentales y partidarias.
El gobierno de Hipólito Mejía no pudo controlar las fuerzas malignas que se anidaron en el seno del partido. Gobierno y partido se distanciaron a tal punto que el PRD era el mayor opositor del gobierno. La mayoría de los integrantes del gabinete apostaban al fracaso del presidente porque entendían que eso beneficiaba sus proyectos políticos individuales.
Por otro lado, el presidente Mejía no siempre manejó correctamente las contradicciones, ni enfrentó con la fuerza necesaria a sus enemigos en el partido, el gobierno, y la oposición. No hablemos de la quiebra de los bancos ni de los fenómenos extranjeros que tanto afectaron la economía del país, los cuales determinaron, de alguna manera, el fracaso de los dos últimos años del gobierno. Hipólito Mejía no contó con el apoyo de la sociedad civil, ni de la cúpula de la Iglesia. La oligarquía lo odiaba. Los medios de comunicación lo rechazaban, no le perdonaron la poca "inversión" en el sector. Una parte de los "líderes de opinión" lo adversaban por la misma razón. En fin, él estaba más solo que un perro ladrándole a la luna.
Y para rematarlo, para que termine en su casa como Jorge Blanco, inutilizado políticamente, el PLD, con el respaldo implícito de muchos dirigentes y candidatos del PRD, le montó una campaña de difamación de tal magnitud, que mencionar el nombre de Hipólito Mejía es un pecado que puede pagarse con la muerte moral.
El presidente Fernández no está solo. Al contrario, las fuerzas que repudiaban a Hipólito Mejía, lo apoyan incondicionalmente. Todo cuanto dice, aun sea mentira, es aplaudido. Es una especie de "Virgen de la Altagracia con bigotes" que vino a salvar al país.
El presidente Fernández tiene un partido de masas a sus pies. Nadie lo enfrenta. Ningún funcionario, ni siquiera Danilo Medina, conspira propiciando reuniones con la oposición.
El presidente Fernández tiene pues, control de todo. Y de todos. Puede dormir tranquilo.
En las Fuerzas Armadas y en la Policía nadie tiene dudas de quien es el comandante en jefe. A ningún jefe militar se le ocurrirá saltar la verja para conspirar, como sucedió en el gobierno pasado. ¡Y yo sé lo que estoy diciendo!
Las fuerzas económicas de la nación están felices con el gobierno de Fernández, a quien le patrocinaron su Fundación Global. Y si no están felices, por lo menos lo aparentan.
La cúpula católica está más feliz que una lombriz.
Los medios de comunicación se ríen con la muela de atrás. Los espacios pagados van y vienen por cualquier tontería. Una parte importante de los "líderes de opinión" no oculta su felicidad. El gobierno invirtió en las bocinas más de seis mil millones de pesos en sólo un año. De los cinco mil millones de pesos, mal contados, que el gobierno gastó en la campaña para ganar 22 senadores, más de mil millones fue en "comunicación".
En una oficina del Palacio Nacional los teóricos se reúnen todos los días para trazar y distribuir "la línea diaria" que llega por diferentes vías a las bocinas de todo el país.
El control de la opinión pública es casi absoluto. Por supuesto, cuesta dinero, pero los resultados son excelentes. Lo que diga o escriba algún "líder de opinión" disidente, que no le haya puesto precio a su voz, no tiene mayor importancia. Total, una golondrina no hace verano.
Con tanto poder acumulado, más una oposición dividida, y dirigentes del PRD y del PRSC poniéndole precio a su dignidad, Fernández podrá hacer con el país lo que quiera, y en efecto ya lo está haciendo.