JERUSALÉN, 30 jun (IPS) – Acosado por legisladores de línea dura, el primer ministro israelí Ehud Olmert trataba de mostrarse desafiante. A pesar de la espiral de violencia en Gaza, de donde Israel se retiró el año pasado, Olmert insistía en replegar sus fuerzas también de Cisjordania. No se arrepentía, dijo, de su fuerte apoyo a la salida de Gaza, territorio ocupado por Israel durante 38 años. "No cambié mi idea sobre la enorme importancia histórica del plan", dijo ante la Knesset (parlamento) el martes.
"Estoy convencido de que el año próximo el Estado de Israel se redefinirá con nuevas fronteras que nos obligarán a replegarnos significativamente."
Pocas horas después, Israel lanzaba una ofensiva por tierra en Gaza.
El secuestro esta semana de un soldado israelí por milicianos palestinos y la operación en Gaza han puesto en cuestión el plan de Olmert, que ocupó el centro de la plataforma que lo llevó al triunfo electoral el 28 de marzo.
Durante meses, Olmert desoyó llamados militares a entablar una respuesta más vigorosa a los cientos de cohetes disparados por combatientes palestinos de Gaza hacia territorio israelí. Podía resistir la presión, porque esos proyectiles ocasionaban daños más psicológicos que físicos.
Pero todo cambió en el amanecer del 24 de junio, cuando combatientes afiliados al Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas), gobernante en territorio palestino, y de otros dos pequeños grupos armados ingresaron en Israel a través de un túnel de 300 metros desde Gaza.
Una vez en territorio israelí, abrieron fuegos contra un puesto militar. Después de atacar un tanque con cohetes y de matar a dos soldados, los milicianos abrieron un hoyo en la cerca fronteriza y desaparecieron en Gaza con el cabo israelí de 19 años Gilad Shalit.
En las siguientes 72 horas, Olmert operó por los canales diplomáticos, con la esperanza de que la presión internacional sobre Palestina aseguraría la liberación de Shalit.
Cuando advirtió que eso no ocurriría, ordenó la mayor operación militar terrestre en Gaza desde el repliegue de agosto pasado.
En las primeras horas del miércoles, aviones israelíes apuntaron contra las principales centrales eléctricas de Gaza y dejaron sin energía el sur de la franja. Los pilotos luego se concentraron en varios puertos de esa área y los inutilizaron para impedir que los secuestradores se fugaran.
Poco después, miles de soldados de infantería y vehículos artillados ingresaron en Gaza, tomaron el aeropuerto y se apostaron dos kilómetros dentro de la franja, alrededor del poblado de Rafah.
En el norte, otros miles de soldados esperaban la orden para ingresar. Su misión: detener el disparo de cohetes palestinos.
Por la madrugada, otros soldados incursionaron en Cisjordania y arrestaron a docenas de funcionarios de Hamas, entre ellos ocho ministros y 20 legisladores, a todos los cuales acusaron de involucramiento con una "organización terrorista".
La cosa se puso peor para Olmert esa noche, cuando apareció enterrado cerca de la ciudad cisjordana de Ramalá, sede de la Autoridad Nacional Palestina, el cuerpo de un colono judío de 18 años con un balazo en la cabeza.
Eliyahu Asheri, del asentamiento de Itamar, cerca de Naplusa, estaba desaparecido desde el domingo. Los Comités de Resistencia Popular, pequeño grupo armado que también participó en la incursión en la frontera de Gaza, reivindicó su secuestro.
Pero funcionarios israelíes informaron que Asheri, en realidad, había sido asesinado poco después de ser capturado.
La invasión de una zona de Gaza no fue rechazada por la comunidad internacional, posiblemente porque con Israel fuera del área el ataque contra el puesto militar fue considerado una violación de su soberanía más que un acto legítimo de resistencia a la ocupación.
Pero si las tropas israelíes permanecen en Gaza, las críticas internacionales no se harán esperar.
Algunos expertos en defensa ya se preguntan por qué Israel realizó la operación. ¿Fue consecuencia del sentimiento de impotencia y frustración? ¿O respondió a la necesidad de restaurar el orgullo herido tras la humillación de la incursión palestina? ¿Olmert tiene una estrategia para la retirada de Gaza?
El objetivo declarado de las operaciones es presionar a la población palestina para que haga sentir, a su vez, esa presión sobre las organizaciones que mantienen secuestrado al cabo Shalit.
Pero la experiencia israelí en Líbano, donde se lanzaron dos grandes ofensivas en los años 90 para que el Partido de Dios (Hizbolá) interrumpiera sus ataques, esa estrategia no dará resultado.
Olmert se niega a negociar con los secuestradores de Shalit, que demandan la liberación de prisioneros palestinos en cárceles israelíes a cambio del soldado.
Israel negoció en el pasado la liberación de soldados y ciudadanos secuestrados en Líbano, pero ha tratado de no negociar con militantes de Hamas con el mismo fin.
El caso más conocido es el de Nachshon Waxman, joven soldado asesinado en 1994 por sus captores cuando comandos israelíes irrumpieron en la vivienda de Cisjordania donde se encontraba.
Pero Olmert podría sufrir su gran dolor de cabeza cuando la operación militar concluya y reanude su plan de retirada unilateral de Cisjordania.
De acuerdo con ese plan, Israel desmantelará asentamientos judíos aislados y retirará sus fuerzas de 90 por ciento del territorio, aunque mantendrá grandes bloques de asentamientos.
El muro de separación aún en construcción alrededor de Cisjrodania servirá de frontera temporaria entre Israel y los territorios palestinos, según la iniciativa de Olmert.
El plan se basa sobre la creencia predominante de que se agotaron las posibilidades de negociar con Palestina, y en que la lógica demográfica obliga a Israel a resignar territorio árabe pues, de lo contrario, los judíos podrían convertirse en una minoría en un estado sin fronteras bien definidas y estables con un vecino hostil.
Eso significaría, según Olmert ha admitido, el fin del carácter judío y democrático del estado de Israel.
Pero el rugido de los cohetes y las amenazas de más secuestros por parte de Hamas son una amenaza más inmediata para los israelíes, y son mencionados por legisladores de línea dura como prueba del error de retirarse de Gaza.
La ofensiva por tierra lanzada por Olmert podría terminar sirviendo como argumento para sus detractores, porque demuestra, en cierto modo, que Israel no puede contrarrestar los ataques palestinos si sus fuerzas no están apostadas donde son lanzados.
El primer ministro parece también perder el favor del público. Una encuesta publicada el 9 de junio mostró que 56 por ciento de los israelíes se oponía a su plan de retirada de Cisjordania, que contaba con un apoyo de apenas 37 por ciento.
Los ataques con cohetes, la operación contra el puesto militar y el secuestro del soldado no ayudarán a mejorar esos porcentajes. ( (FIN/2006)