La imposibilidad de que el país pueda ingresar al RD-CAFTA envía una señal muy negativa a los inversionistas.
Da pena, que mientras el presidente Leonel Fernández realiza una gira promoviendo las virtudes del país para la inversión extranjera, paralelamente esa señal lo esté desmintiendo.
Los inversionistas no se guían por los discursos de algún funcionario de un país, así sea de su presidente, sino por hechos que le dicen como andan las posibilidades de garantías de sus intereses a invertir.
Y es lo que está ocurriendo en este preciso momento. La señal es negativa aquí, aunque en el exterior nuestro presidente esté explicando las virtudes para la inversión de nuestra Nación.
Entre los requisitos faltantes están la modificación a la Ley 65-00 sobre Derechos de Autor y la Ley 20-00 sobre propiedad Industrial que permiten convertir a esas leyes en instrumentos efectivos de implementación del DR-Cafta.
Otro requisito pendiente es la Ley de Compras y Contrataciones del Estado, la Ley 173 sobre protección a los Agentes Importadores de Mercaderías y Productos y varios aspectos laborales, ambientales y salvaguardias.
También en las telecomunicaciones, el escollo es la implementación de la portabilidad numérica, que implica la posibilidad de que el cliente pueda mantener un número telefónico alámbrico o celular independientemente de su localidad geográfica o empresa proveedora.
El panorama no es halagador. Resulta que ya la mayoría de países centroamericanos entraron al RD-CAFTA, excepto Costa Rica.
Al no entrar República Dominicana a tiempo, los inversionistas bien podrían irse hacia Guatemala, Honduras, El Salvador o Nicaragua, donde se vive un ambiente de estabilidad política.
La República Dominicana no tiene alternativa a la falta del RD-CAFTA para enfrentar los efectos que este tendría en su economía al ser acogido en los demás países.
Y eso es peligroso si tomamos en cuenta que los efectos de la crisis bancaria están latentes, y se requiere de inversiones que puedan menguar esa crisis.
Lo peor es que uno no siente que en los escollos que se han presentado haya voluntad para corregirlos.