De unos años para acá, la televisión de Santiago (especialmente en los programas que se “producen” en horas de la noche) se toman como base las desgracias físicas que viven algunos dominicanos, donde las voraces cámaras, manejadas a veces por vampiros “camarógrafos”, se regodean sádicamente alrededor de esos cuerpos, con lo que buscan revolotear el morbo de sus televidentes. A esa cada vez más creciente manera de hacer opinión pública, siquiera el inerte cuerpo de Vanessa Ramírez Faña se escapó, porque uno de esos “busca cadáveres” pudo llegar a la morgue y grabarla incluso mostrando parcialmente uno de sus senos.
El recusable asesinato de esa jovencita, que real y efectivamente ha movido la conciencia colectiva, evidentemente no le laceró la vampiresca forma de trabajar de ese “camarógrafo”, empleado de uno de los programas rastreadores de sangre de la televisión de Santiago, que no fue sacudido moral y profesionalmente por ese crimen.
En Santiago existe una especie de carrera a 100 metros planos, entre los “productores” de esos “programas”, para ver el que más sangre derrama sobre la denominada “pantalla chica” cada noche y, quien lo logra, se lleva para su casa el trofeo rotativo de campeón de esa alocada competencia.
No importa que una persona sufra una herida a causa de cortarse mientras se afeita. No importa que de una certera estocada las vísceras de la víctima hayan sido extraídas del cuerpo. No importa que un preciso machetazo le haya cercenado la cabeza o uno de los miembros a la infeliz persona.
Nada de ese importa, en comparación con la necesidad de ofrecer a los televidentes esas dantescas tomas, casi siempre en close-up o toma de cerca, que revuelven el estómago y la conciencia de los que no aceptamos ese método de granjearse la adhesión de los televidentes.
En Santiago, en la competencia para captar la mayor franja de quienes vemos televisión, se puede decir que están Teleuniverso (Canal 29), Teleunión, Canal 25, Megavisión y Súper TV 55. De todos, sólo la dirección del último de esos medios visuales se ha resistido siempre ha aceptar en la programación programas que presenten ese tipo de imágenes, aún sea de manera ocasional.
Los demás, en mayor o menor medida, si no atizan a los “productores” de esos espacios con sed de sangre (claro, siempre la ajena, no la de ellos) por lo menos se hacen los desentendidos ante las cíclicas críticas a esa forma de hacer televisión, desoyendo las voces que reclaman se adecente ese negocio, de una vez y para siempre.
Si los propietarios y/o directores de canales resueltamente “bajan la línea” de que serán retirados de las programaciones los programas “vampiros”, seguro estoy que ahí mismo termina esa odiosa práctica, que tiene a la sociedad de Santiago manos arriba, indefensa y a merced de los escrúpulos (¿tendrán escrúpulos?) de los “enganchados” a camarógrafos.
A merced estamos, también, de los “productores” que, con esa forma de hacer comunicación, sólo “producen” náuseas y mareos entre quienes no deseamos que esto continúe.
Como ya los dueños de esos espacios televisivos han demostrado que siquiera ante el cadáver de Vanessa fueron capaces de frenar sus deseos de exhibir heridas y sangre, esperamos que sean los ejecutivos de los canales quienes tomen el toro por los cuernos y lo metan al redil de la decencia, el respeto a las víctimas, sus familiares y televidentes.
¿O es que acaso están esperando que la desgracia toque sus puertas y que sea uno de ellos, o un familiar cercano, el próximo cuyos restos ensangrentados revivirán el morbo de los “productores” de esos programas?