Como una muestra de agradecimiento al profesor venezolano, a quien conocí por los años de 1996, y para rendirle un homenaje personal a su extraordinaria trayectoria profesional –al enterarme de que ha vuelvo al país, con gran lamento de no poder verlo–, deseo dar a conocer sus puntos de vista sobre la problemática, tema que sin duda ha marcado nuestras vidas.
Al enunciar los males de la prisión descubrimos tópicos constantemente denunciados en los sistemas penitenciarios y regímenes carcelarios, que suelen ser los mismos: hacinamiento crítico, ocio coercitivo, pena excesiva, secuestro, truco político, violencia, represión judicial y policial, motines y reincidencia.
Es como una constante para nuestras cárceles de América Latina. Me temo que en Venezuela está más acentuado el problema del encierro penitenciario.
En pregunta al doctor Elio Gómez Grillo, profesor en Ciencias Ciminológicas y Penales de la Universidad Católica de Andrés Bello y de la Universidad de Carabobo, sobre ¿cuál es la actual situación del penitenciarismo venezolano?
Responde: «No suelo hablar de los males de mi país fuera de él, por razones patrióticas. Pero como esto es un problema científico, y en la medida en que más se divulgue, más se soluciona, creo que es mi deber darlo a conocer a los medios especializados. En Venezuela, mi patria, la cuestión penitenciaria, que es unos de los tantos problemas de los pueblos latinoamericanos, es un problema central. Al lado de los problemas capitales de mi país, como son el fiscal, el problema de seguridad, de la corrupción administrativa, los servicios públicos, el problema penitenciario ocupa un quinto lugar como problema importante. Es una singularidad venezolana dolorosa. Si el problema penitenciario es un escollo en los distintos países de la región, en Venezuela es un problema central. ¿Por qué es un problema central?»
«Yo suelo resumir la situación penitenciaria venezolana en siete (7) verbos. Cuatro verbos que pone el Estado y tres (3) que ponen los reclusos. El Estado pone estos cuatro (4) verbos: hacinar, ociar, retrasar judicialmente y matraquear [éste último, en el argot carcelario venezolano equivale a corromper judicialmente; nota del autor]. Estos son los verbos que pone el Estado, que mantiene a los reclusos hacinados, ociosos, retrasados judicialmente y matraqueados. Luego, hay toda una red de corrupción administrativa penitenciaria que va desde los altos estratos hacia los inferiores. Con esos cuatro verbos que pone el Estado, y que ahora voy a desarrollar, los reclusos agregan tres (3) más: drogar, matar y violar sexualmente».
P: Podríamos esperar, pues, que la solución a la actual crisis de las cárceles venezolanas, la obtendremos en unos cuantos verbos más.
R: «Sí, claro. Estos siete (7) verbos son las siete columnas capitales del penitenciarismo venezolano, dolorosamente. Cuatro verbos que pone el Estado y tres que ponen los reclusos. Analicémoslos».
«Dije que el Estado pone cuatro verbos: hacinar, ociar, retrasar judicialmente y matraquear».
«En primer lugar, hacinar. En Venezuela tenemos veinte y cinco (25) mil internos, entre varones y hembras; si son hombres, serían unos veinte y tres (23) mil. Las mujeres viven en condiciones penitenciarias indebidas, pero los problemas que yo voy a plantear se refieren sobre todo a los hombres, a la prisión de hombres. Porque las mujeres son menos».
«Los hombres, que son unos veinte y tres (23) mil, están primeramente hacinados; hay, en realidad, 23 mil, es decir, un hacinamiento de más de 200%.
«En penitenciarismo sabemos que el hacinamiento crítico comienza cuando pasa el 30%. En Venezuela está sobre el 200%, o sea, que está sobre 6 ó 7 veces por encima del nivel de tolerancia máxima».
«En segundo lugar están ociosos. La gran mayoría de esos reclusos están sin hacer nada todo el día, todos los días. Imagínese una población penal de más del 95% en estado de ocio e inactivos».
«Y tómese en cuenta que los delincuentes reclusos de mi país son muchachos jóvenes; están en edad universitaria, todavía. La delincuencia es un problema fundamentalmente juvenil. La mayoría de la población penal son entre 23-24 años y 28 años. Imagínense ustedes lo que es un nido de muchachos así, hacinados y ociosos».
«En tercer lugar, están retrasados judicialmente, que es un problema sumamente grave. De esos 23 mil reclusos, incluyendo a las mujeres, están sentenciado sólo un 30% y el 70% restante está en calidad de procesados [aquí le llamamos preventivos –el subrayado es nuestro] esperando sentencias. Eso da una suma de 17 mil presos procesados».
P: ¿Y en América Latina?
R: «Esta es una de las cifras de procesados más alta del mundo, porque en estadística de Naciones Unidas, de 14 países, el de más alto porcentaje es Honduras, que tiene 120 mil por cada 100,000 habitantes. Lamentablemente, mi país está en segundo lugar. Tiene 108 procesados por cada 100,000 habitantes. Es grandísimo el porcentaje. Colombia tiene 100, es menor. Ecuador tiene 50, es la mitad».
«De modo que estando procesados, no tienen ninguna posibilidad de disfrutar de un beneficio penitenciario. Estos beneficios van desde los destacamentos de trabajo, régimen abierto, salidas transitorias, suspensión de la pena… Pero no tienen nada. Están entre cuatro (4) paredes. Y es grave, porque mientras tanto estén allí, estarán en una cárcel de hacinamiento. Si estuvieran sentenciados, penados, tuvieran beneficios penales que le permitan salir a trabajar, a un régimen abierto; estarían en las calles por medidas de beneficios».
«En cuarto lugar, mi querido amigo, le decía, que están matraqueados; posiblemente en Venezuela no haya un área de tanta corrupción administrativa como en el área penitenciaria. Es lo que se llama la industria del preso. Posiblemente, después del petróleo, el narcotráfico y el robo de vehículos, sea la industria más próspera: el preso. Hay matraqueo por parte del trato en l aparte más alta y en lo más bajo del funcionariado penitenciario. Se cobra en las cárceles hasta por respirar, por ver el sol; se cobra por ir al baño, se cobra por una visita familiar; se cobra por un libro, por una biblioteca, se cobra por protección, se cobra por un colchón se cobra por el cambio de calabozo, se cobra una fortuna por el cambio de cárcel».
«Es una industria poderosa en la cual, incluso, los reclusos se juegan la vida. Sobre esas cuatro columnas que he dicho: el hacinamiento, la ociosidad, el retraso procesal y la corrupción, el preso levanta tres columnas más. El preso que está hacinado, ocioso, retrasado judicialmente y matraqueado, recurre a las drogas, al envilecimiento sexual y a la violencia. La droga es una parte clave, muy vinculada al matraqueo y a la corrupción; hay drogas en las cárceles en la forma que hay, porque hay corrupción. Son sobornados los funcionarios para que pase la droga, de alguna manera. Hay droga, hay tráfico y hay corrupción».
«El tráfico y el consumo de droga es una de las causas que genera la violencia, quizás la principal. Porque están drogados, y porque defienden su territorio para el tráfico, se matan. Se hieren y se matan con armas blancas que ellos construyen, y hasta con armas de fuego que pasa, porque hay matraqueo. Y el envilecimiento sexual, que en todas las cárceles del mundo lo hay, –la homosexualidad y el lesbianismo–; donde hay hacinamiento y hay drogas, pues, se produce en mayor cantidad».
P: ¿Puede describirnos usted otros problemas, no menos graves, dentro de las cárceles? Y, ya para entrar en la parte institucional, ¿puede explicarnos cómo se clasifican los institutos penitenciarios en la realidad venezolana?
R: «Además de estos siete pecados capitales del penitenciarismo nacional, están la insalubridad, la falta elemental de literas, de sitios para dormir, la falta de atención médica, la mala comida…, en fin, se trata virtualmente de un régimen cloacal, en la cual se desarrolla toda la vida penitenciaria nacional. Cárceles que son almacenes de hombres, depósitos de seres humanos, huacales humanos. Esa es la situación penitenciaria nacional».
«Nosotros tenemos treinta y tres (33) establecimientos penitenciarios, centros penitenciarios, cárceles nacionales, internados judiciales, cárceles abiertas, que se llaman centros de tratamiento comunitario; y tenemos un centro de reeducación agropecuaria que es una colonia agrícola con muy mala fama, que se llama El Dorado».
«En las penitenciarías, por ley, se deben cumplir las penas de presidio, en las cárceles nacionales. Son las penas de prisión, por ley. En los internados judiciales, deben estar los procesados, que son las mayorías. Los procesados penan en las cárceles nacionales y penan en las penitenciarías».
P: ¿Y la solución a estos problemas? ¿Qué verbos ponen ustedes, los penitenciaristas?
R: «A mi juicio, la solución de la crisis carcelaria recae en tres verbos: 1) descentralizar; 2) privatizar el trabajo penitenciario y 3) formar los recursos humanos. Descentralizar es entregarles las cárceles a las gobernaciones de los 22 Estados que forman el país; o sea, quitárselas al Ministerio de Justicia, que ha demostrado su incapacidad y su ineficacia cada día más acentuada».
«Esa es la descentralización, que en estos momentos se está llevando a cabo en una forma tímida. En cuanto a la privatización del trabajo penitenciario, pues, creo que las grandes empresas del país podrían contratar la mano de obra productiva, tanto en la producción agrícola como para la industrial. Y tercero, la formación de los recursos humanos, que es siempre lo más importante. Las cárceles son su personal, y cualquier cosa más…»
«A esos tres verbos: descentralizar, privatizar la mano de obra penitenciaria y crear los recursos humanos, tenemos que agregar un cuarto verbo, que consiste en agilizar el proceso. Es algo que no puede esperar».