El Papa transmitirá, con el Evangelio de la Familia entre las manos del alma, una alianza anterior a la de las culturas, la del matrimonio por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio para toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole. No en vano, la familia, ha sido considerada siempre como la expresión primera y fundamental de la naturaleza social del ser humano. Algunos dirán que eso es antiguo, arcaico, y que aquí tenemos otro tipo de uniones, idealizadas por la constante publicidad, bendecidas por el talento y el talante de Zapatero, santo Presidente; aunque sea el venezolano Zerolo, su corte y pocos más, los que desean firmar este tipo de compromiso ante los profanos altares del pueblo.
A los hechos me remito. Ni pongo ni quito. Desde que la ley entró en vigor, el 3 de julio del año pasado, hasta el 31 de mayo, sólo han tenido lugar 1.275 matrimonios de personas del mismo sexo. Ya en su momento, también, las principales confesiones religiosas de España se unieron para pedir al parlamento que no se modifique la regulación jurídica del matrimonio. Los derechos que se quieran o deban reconocer a otro tipo de uniones diferentes a la unión matrimonial, cuestión legítima y de justicia, nunca debieron afectar a la esencia e identidad del matrimonio. En cualquier caso, Benedicto XVI, vendrá a poner los conceptos en su sitio y acentuará la defensa, con el valor de la palabra, en el matrimonio entre un hombre y una mujer como institución vital de la sociedad, y el pueblo español (mayoría de católicos) deberá tomar buena cuenta.
Ya lo dejó bien claro el Papa en su discurso de bienvenida al nuevo embajador de España ante la Santa Sede, proclamando sin reservas el derecho primordial a la vida, desde su concepción hasta su ocaso natural, el derecho a nacer, a formar y vivir en familia, sin que ésta se vea suplantada u ofuscada por otras formas o instituciones diversas. No caben otras semánticas o interpretaciones contra natura. Pondrá también deberes a la muchedumbre congregada, a las familias cristianas, tanto a los ausentes como a los presentes, la de transmitir la fe y la de ser coherentes; puesto que los padres son los primeros evangelizadores de sus hijos. Sin duda, son días de iglesia en familia, celebrando lo que es un don, la belleza y la fecundidad del verdadero matrimonio, en su imprescindible valor social e imprescriptible fraternidad.
Benedicto XVI colocará a la familia en el lugar que algunos gobiernos olvidan, como santuario de la vida y patrimonio de la humanidad. Y sus palabras, estoy seguro, verán el reflejo tanto en creyentes como en no creyentes. No le temblará la voz, porque es un hombre libre de una inmensa patria interior, al denunciar las concepciones equívocas sobre la humanidad y el ser humano, sobre los efectos nocivos que conllevan en los hijos las separaciones y divorcios. Hace tiempo que la procreación ha dejado de ser fruto del amor. Claro, luego, pasa lo que pasa. Hay irresponsabilidades que se pagan en bestial deshumanización. La de no ejercer de padres es una de ellas. Es cierto que hoy no es fácil salvaguardar la familia, a veces debemos ir contracorriente con respecto a una cultura dominante y dominadora, para no caer en sus trampas de usar y tirar, lo que nos exige amor verdadero y comprensión mutua. Está comprobado que, cuánto más unidad y firmeza cohabitan en las familias, mejor coexisten en la sociedad los auténticos valores humanos.
La paradoja de que la economía española crezca al tiempo que se incrementa el endeudamiento de las familias, es otro hecho más que pone en dificultad llevar a buen término un hogar. Estoy convencido de que el Papa, beberá de esa riada de fieles todo lo que sus miradas le quieren decir, subrayando la dignidad del matrimonio y de la familia como avance social. A través de ella, discurre nuestra propia historia. Eva se manifiesta a Adán para caminar unidos en la vida. Una existencia, la de la familia, que los servicios públicos esenciales, como sanidad y educación, todavía no los protege suficientemente, a causa de la falta de dotaciones presupuestarias adecuadas en beneficio de una más justa regulación y organización que redunde en favor de los matrimonios, para que puedan llevar a la práctica un proyecto de familia digno.
Valencia es el punto de encuentro para todas estas reflexiones, el hogar para las familias de todo el mundo. Benedicto XVI, en el actual contexto secularizado, refrendará valientemente lo que es el lema del viaje papal: “¡Familia, vive y transmite la fe!”. Con la sonrisa de la esperanza en los labios y el clamor popular en el aire, avivará y reavivará la transmisión de la fe a generaciones futuras, la autorrealización de las personas, desde la base de sus derechos, no siempre reconocidos aquí en la tierra como se dice en el cielo y, en ocasiones, muy desvalorados y desvirtuados. En todo caso, al igual que diría el poeta, nos queda la luz que nos enciende por dentro, cuando el capital es el amor de amar a interés ninguno. Algo que nos pertenece por derecho natural y engrandece por ley de vida.