Claro que no surgió por generación espontánea la intrigante advertencia a la judicatura del presidente de la Suprema Corte de Justicia. Pero son otros quinientos las razones por las cuales el doctor Jorge Subero Isa ha tenido que recordar que la Constitución, la Ley de Organización Judicial, la Ley de Carrera Judicial, su reglamento y otras disposiciones, así como el Código Modelo Iberoamericano de Etica Judicial consagran la independencia e imparcialidad de los jueces.
En sentido general, la advertencia es saludable y oportuna, habida cuenta de que restaura confianza y seguridad en la magistratura. Sin embargo, bien vistas las cosas, es obvio el malestar y conflicto que traduce la exhortación a los jueces de Subero Isa para que denuncien las presiones a que estén sometidos en relación con asuntos de los que estén apoderados, sin importar que el acoso provenga del propio Poder Judicial.
En modo alguno se pueden descartar las presiones directas, y más con la pelota que representan algunos procesos, pero sabido es que ese medio no es el más usual para condicionar las decisiones de los tribunales. El acoso más moderno, eficaz y determinante se ejerce a través de los medios de comunicación, utilizados como arietes de un tiempo a esta parte para orientar los procesos.
Jueces que han tenido el valor de fallar contra la línea articulada a través de campañas mediáticas han tenido que vérselas con el propio presidente de la Suprema Corte de Justicia. Al menos en este país, con una prensa que suele dejarse utilizar, renunciando a sus roles a favor de la verdad y la justicia, cualquier culpable puede resultar inocente, sin importar las pruebas, o viceversa.
La batalla no deja de ser compleja. Y lo más probable, empero, es que Subero Isa haya quedado solo en la lucha para evitar que alcancen a la judicatura los cambios contemplados en una eventual reforma constitucional. De hecho, ya ha advertido contra la posibilidad de que a través de la modificación el Poder Judicial pueda perder avances que hoy exhibe.
El miedo de Subero Isa puede estar en que esa reforma cambie la estructura del sistema judicial, en que él como presidente juzga, administra, supervisa y, por supuesto, intimida, aunque sea bajo la más sutil de las formas. Entonces hay que salirles al frente, sobre todo cuando se sabe que otros magistrados de la Suprema simpatizan, con criterios bien fundados, con esos cambios.
En medio del ambiente propiciado por el comunicado de marras, tampoco se puede pasar por alto la advertencia del magistrado en el sentido de que los abogados que ganan litis judiciales corrompiendo jueces "se convierten en promotores de la administración de justicia".
No hay, en definitiva, que dar muchas vueltas para darse cuenta de que un fantasma ronda los predios judiciales a propósito de la reforma constitucional y de sonados procesos que harán historia en los tribunales. Con todo y que la mezcla sea tan compleja, aún se reivindique como valiosos activos la independencia e imparcialidad de los magistrados, el conflicto de intereses salta a la vista.
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