Quizás debamos iniciar por abaratar el libro, eliminando cualquier gravamen o traba que incida en su proceso de publicación, otorgarle facilidades impositivas a las editoras y librerías, y luego promover su lectura en colegios, liceos y universidades. A lo mejor dentro de unos años podremos tener una generación parecida a la nuestra, que debatías las ideas en clubes, universidades y en los círculos literarios, que se mofaba de la gran cantidad de libros leídos.
Talvez haya menos violencia y criminalidad en las calles, y no tengamos que estar de cara dura respondiendo a algún funcionario extranjero cuando nos enrostre la mala calidad de la educación.
Hay que adoptar una política de Estado firme y decidida, y sin demagogia, de fomento del libro, del que se puede llevar al conuco en un bolsillo, cargar en el autobús, a bordo de un avión, en el consultorio y en los lugares de espera. Además, claro está, del que se puede leer y acceder en la Internet.
El libro tiene que dejar de ser un artículo de lujo para convertirse en alimento de primera necesidad para el espíritu. Y que los escriben y publican libros no ser quijotescos personajes de la perseverancia y la “sinrazón”.
Hay que reformular los fines y objetivos de la Feria Internacional del Libro, para convertirla en un espacio donde el libro llegue a los lectores a verdaderos precios de feria y se le de más difusión a las obras de los escritores criollos.
Si no pone atención a la promoción y difusión del libro, con una verdadera política de Estado que involucre al presidente Leonel Fernández, cuyo amor por los libros es una de características de estadista, las próximas generaciones serán analfabetos funcionales con conocimiento de informática.
Los ayuntamientos podrían jugar un papel fundamental en la promoción y difusión del libro, organizando ferias sectoriales y municipales, y centrando su radio de acción en dar a conocer el talento de su región. Además, de estimular, conjuntamente con las juntas de vecinos y las asociaciones, la creación de círculos de lectura entre jóvenes y adultos.
Al paso que vamos, la Internet terminará doblándole el brazo y sustituyendo prácticamente a las bibliotecas como entes de formación, educación, información e interacción social.
Mediante un clic los estudiantes, no importa su nivel académico, ahora puede acceder desde un computador, única y exclusivamente al tema en de su preferencia, y sin consultar a otras fuentes enriquecedoras, darle un copiar/pegar al texto, que por lo regular ni siquiera se toman la molestia en leer.
El libro es una herramienta fundamental en la conformación de una cultura de paz en la República Dominicana, y todos debemos arrimar el hombro en su difusión.
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