Además de rápida y polémica, la carrera artística de Wilfrido (Radhamès Vargas Martínez), y sus Beduinos, se hizo ruidosa, desde que su promoción pasó a manos de Bienvenido Rodríguez y su sello Karen Records. Fue prácticamente desde el principio, cuando ya el dueño de esa empresa, que se inició vendiendo discos de música de amargue por las calles, había aprendido trucos que no le enseñó Fabio Ignoa, su primo y Mecenas. Wilfrido, de esa manera, del muchacho bueno, que llegó incluso, a ganarse la vida en la capital dando clases de guitarra, salió prácticamente del anonimato y también a meterse en líos. De por sí, (debido a su ritmo pegajoso, la melodía de los temas y su mezcla), la música beduina tenía méritos para correr por su propia cuenta, aún cuando no gozara del afecto de los teóricos tradicionales del merengue, que en homenaje a Luis Alberti, en término despectivo, le llegaron a llamar “guarachete”. Por su novedad y aceleramiento, lo primero le era consustancial, pero lo segundo le llegó porque desde entonces Wilfrido, en busca de la trascendencia y tal vez arrastrado por sus nuevos “amigos”, apoyó su carrera en los golpes de efectos, los juegos pesados y el uso de temas ajenos para provecho suyo y de sus asociados. Una y otra cosa se sustentaban en la competencia desleal y el trabajo sucio, habiendo sido su blanco principal, Johnny Ventura, a quien a fuerza de payola y conspiración intentaron desterrar del escenario, indisponiéndolo en las radios y saboteándole fiestas. No es que Johnny fuera un santo camuflado ni Wilfrido un demonio vestido de ángel caído del cielo. Si cruel fue la treta que una vez, por obra del diablo Joseito Mateo (1975) enfermó a Johnny de leucemia, y la gente se lo imaginó en un ataúd con las patas para arriba por ser bailarín, con Wilfrido y sus asociados lo que le sobrevino al caballo Ventura fue un conciliábulo para destruirlo con todo y su música. En ello participan disqueros, periodistas y locutores con nombres conocidos; asociados, aliados y pagados por una suerte de hombre del maletín pero sin rostro que se aparecía por doquier con una mascota de rabo. De repente, cual invasiòn àrabe, sólo se escuchaba la música beduina y como contraparte, la música disco, y la salsa promovida por la poderosa Fania Records que se había asociado en el país a la disquera del señor Rodríguez. La Salsa, música cubana con nombre cosmopolita, había surgido en Nueva York por los años 70s, cuando en pleno festival de la Fania all Stars, del judío Jerry Mazucci y el dominicano Jhonny Pacheco, el locutor Izzy Sanabria, presentó el tema “Échale Salsita”, de Ignacio Piñeyro, creado en 1927 y considerado la primera pieza del subgénero Son-Pregón, el cual generaría una gran controversia en Cuba cuando se acusó al norteamericano George Gershwin, de habérselo robado para incorporarlo al repertorio de su famosa orquesta "Cuban Overture". Lo cierto fue que el robo no pasó de dos compases: /Salí de casa una noche aventurera/ buscando ambiente de placer y de alegría/ ¡ay mi Dios, cuánto gocé!/… En Catalina me encontré lo no pensado/ la voz de aquel que pregonaba así:/ salsa , Catalina, salsa, échale salsita, échale salsita…/
Cuando Pacheco lo escuchó, subió a la tarima y pidió por micrófono a Sanabria, que le repitiera el título del tema y cuando lo hizo, el dominicano de Santiago de los Caballeros, (tal como ocurrió con Alan Freed, desde su emisora WJW en Cleveland en 1951 para poner nombre al Rock And Roll y con Ramón Rivera Batista desde el hotel Europa en 1964 para bautizar al grupo de Félix del Rosario como Los Magos del Ritmo), gritó a todo pulmón: “¡Señoras y señores, desde este momento esta música se llamará Salsa!”. Y aunque parezca mitología griega, así ocurrió surgiendo fenómenos como Peter Conde Rodríguez, Héctor Casanova, Cheo Feliciano Héctor Lavoe, Ismael Miranda, Celia Cruz, Ismael Quintana, Chocolate Armenteros, Harry Harlow, Willy Colón, Edie Palmieri y Pacheco como émulo de 'Moondog', los cuales ya en 1974 se disputaban la popularidad con los merengueros en las emisoras dominicanas: Casi desplazado de la radio (y hasta de los bailes), nada más que por Wilfrido Vargas, Johnny Ventura no lo podía creer, ya que hasta la salsa sonaba más que sus temas. Se dice que fue el equipo de Bienvenido Rodríguez el que orquestó la trama, lo que según Carlos Batista, uno de los cronistas de espectáculo dominicano mejor enterado, llevó a Johnny a pensar que se trataba de una pesadilla. Luego, consciente realmente de lo que pasaba y del dinero sucio puesto a correr en su contra, Johnny diría con amargura, que nunca pagó para que se promoviera su música y que su acogida en la radio se debía a las relaciones afectivas y de solidaridad cultivadas con los locutores.¿Amnesia? ¿A caso se le olvidò la vez que Guicho Pichardo, tremendo locutor y a la sazòn flamante asalariado de Mateo San Martìn en el paìs, reuniò durante una fiesta en la propia casa de Johnny del ensanche Piantini, a un grupo de locutores para planear lo que serìa la naciente payola? “Yo nunca lo hice ni tuve necesidad de hacerlo; jamás me presté para esa practica ya que consideraba a los artistas de mi generación mis compañeros”, llegó a decir Johnny en alusión a sus primeras competencias y olvidado tambièn el desaire que una vez, en plena tiranía trujillista, le hizo Rafael Solano, cuando dirigía un programa de casting para aspirantes a cantantes de la Orquesta Caribe por la emisora del mismo nombre que estaba en el hotel Jaragua, ambas propiedad de Ramfis Trujillo Era 1959, y lo había recomendado su maestro de canto José Dolores Ceròn (1897-1969), el mismo que le sugirió ser merenguero en lugar de bolerista. Cuando Johnny (ya con un concurso de aficionados ganado en la Voz de la Alegría (Villa Duarte) dirigida por Paco Escribano y con un título de locución y canto de la exigente Voz Dominicana), llegó ante Solano, éste le hizo poco caso, poniéndolo a fingir frente al micrófono con la promesa de que luego lo llamaría, cosa que nunca se cumplió ya que a las pocas semanas se enteraría que en su lugar fue contratado Vinicio –Mambo- Franco (1933), quien después de haber sido su primer gran rival, compartirían luego “el paño de lágrimas”, dándose oportunidades en sus respectivos grupos. Vinicio Franco se hizo cantante por accidente cuando una noche tuvo que sustituir al vocalista de la orquesta de Danzones de la Voz Dominicana que se emborrachò. De Johnny se sabe que después de dar tumbos de un lado para otro estaba con Mambo Franco desde principios de 1964, “donde comenzó a deleitar a las audiencias con sus culebrones y sus movimientos de cabeza, brazos y cadera”, previo a que Angel Guines (Carlos Guinea) lo convenciera para que formara a su Combo Show a mediados de 1964. Antes, habìa sido cantante de relleno en La Feria; estuvo con Rondòn Votow; en 1961, animaba los bailables del centro "Jasonied", en El Conde, al frente del grupo de Donald Wilde; de allì pasò al Combo Caribe de Luis Pèrez, el pionero del merengue acelerado con mezcla de Gagà y Atabales, con quien graba en 1962 La Agarradera, promovida inicialmente por Onda Musical, a travès del programa nocturno que tenìa Lorenzo Balay; con Pèrez pasò al restaurant El Moderno de la Avenida Duarte con Braulio Alvarez, donde comenzò su popularidad con El Cuabero, robado supuestamente por Antonio Morel. En 1963, luego de intentos fallidos de crear el Combo Candela y el Combo Caribe, su periplo lo llevò a la Super Orquesta San Josè, dirigida por Papa Molina (Moca, 1925), donde tocaba guira, maraca y cantaba, y al año siguiente, frustrado y de regreso con Pêrez, es convencido por su "papà" Angel Guines (Guinea) empresario cubano, para que se lanzara con su propia agrupaciòn; èste le sugiere el nombre de Combo Show y hasta le busca los mùsicos. Por otro lado (y olvidando un nombre tan “sonoro” como el de Guicho Pichardo, a quien se señala como el pionero de la payola en Santo Domingo desde 1967), Johnny afirmaba, además, que para la época de sus inicios y desarrollo no existía esa práctica, de por sí desleal y mafiosa copiada de los Estados Unidos, en donde por los años 50s. había producido tanto estrago que luego de una investigación de la Agencia Federal de Comunicaciones hubo que legislar para penalizarla una década después sin que con ello se pudiera fin a esa práctica de asociación mafiosa. Tal es así que según la revista británica The Ecomomist, para 1985, las industrias disqueras norteamericanas pagaron un 30 por ciento de sus ganancias a promotores independientes. Y apuntaba que en Estados Unidos es prácticamente imposible que el público conozca una canción sin destinar al menos 100 mil dólares en sobornos a las radiofórmulas. “Ése es el precio necesario para que una canción aparezca en la lista de las emisoras de Clear Channel Radio (la radiofórmula más popular en Estados Unidos) durante sólo una semana”. En el propio Nueva York, la payola produjo un escándalo mayúsculo hace unos años, cuando el disquero puertorriqueño Ismael González, acusó a Rafael Díaz Gutiérrez, de radio WHOM y dueño de Audiorama; a Raúl Alarcón, de radio WBNX, y al archiconocido Polito Vega, de constituir una asociación de payoleros. Algunos de ellos se retaron a un duelo pùblico en el Central Park de The Big Apple" y la sangre no enrojeció al río Hudson y todo el “boroughs'', debido a la intervención de amigos recíprocos. De Vega, llamado “el rey de la radio”, se sabe que confronto problemas legales por esa práctica, producto de investigaciones federales, una de las cuales dirigió el actual fiscal newyorquino y aspirante a gobernador Eliot Spitzer, quien llegó a coger de manera flagrante a representantes de disqueros que “persuadían” a los programadores radiales para que les tocaran sus canciones a cambio de pagos y beneficios ilegales. Spitzer se concentró en las emisoras de música anglosajona y en la multinacional Sony/BMG Music Entertainment, la cual tuvo que reconocer públicamente su “práctica mafiosa” y pagar una multa de 10 millones de dólares para evitar que sus dueños fueran a las cárceles. Otras como Universal Music Group, Warner Music, y EMI Music, tuvieron que pagar también multa entre 3 y 7 millones de dólares, por causa de un investigación que abarcó a las empresas radiales Clear Channel, Infinity y Cox Radio, Spanish Broadcasting System (SBS) o(HBC), Univisiòn), que son dueñas de emisoras como La Mega 97.9 y Amor 93.1 (Latino Mix 105.9), La Kalle) o WADO 1280. La investigación se extendió a otros Estados como Los Angeles, donde los magnates de Fonovisa y programadores de la poderosa radio “X”, tuvieron que pagar también una multa de miles de dólares y pedir perdón por su propia emisora. Fonovisa Records, asociada Universal Music y Univisión Music Group, es la principal discográfica latina en el mercado estadounidense y puertorriqueño, con un 35% del mercado según la Recording Industry Association of America (RIAA).
La situación no ha cambiado ni siquiera cuando el Senado de Estados Unidos, por iniciativa de uno de sus miembros, el republicano por Utah, Orrin Hatch, se ha visto obligado a intervenir, organizando audiencias sobre la payola en la radio, por donde desfilaron reconocidos magnates de emisoras del estado newyorquino, entre ellos latinos y dominicanos. Mateo San Martin, de Kubaney, ha librado grandes batallas en el mercado norteamericano, una de ellas con el propio dueño de Audiorama, Rafael Díaz Gutiérrez, cuando a principios de los 80s. le ganó un caso legal en una corte por aquel haberle pirateado discos de artistas dominicanos. Cuco Valoy fue uno de ellos, quien fuera también demandado por tener vela en el enredo en perjuicio de Kubaney a pesar del contrato que lo ataba a esa empresa. De manera, que San Martín, además de protagonista, es un testigo de primer orden para hablar de estos asuntos de la payola y los conflictos entre figuras del espectáculo y la comunicación dominicana. Para este empresario de origen cubano, que ha manejado el mercado del disco de Johnny Ventura y otros merengueros, lo que ha visto en Nueva York y Miami es un “juego de niños” con lo que vio por en esa época y años después en Santo Domingo, señalando que “realmente el uso de la payola en territorio dominicano es “la tapa al pomo”, sin que hayan leyes para controlarla y prohibirla”. “Ya no es tan solo coger dinero, mucho dinero, sino que se estilan los viajes gratis con los grupos, acompañados en muchos casos con amigas y esposas, hay que pagarles el hotel, darles dietas para los gastos personales y los caprichos, y el monto varia conforme la categoría del grupo que vayan a reseñar”, expone San Martín, refiriéndose a periodistas y locutores payoleros, agregando que “Hay que invitarlos a todos los actos, banquetes y teatros, y el que no se pliega a estas normas cae en desgracia y lo acaban”. Y como quien sangra por la herida, afirma que a ello se debe que unos cuantos periodistas y locutores dominicanos muy conocidos hayan recorrido el mundo entero, siempre a costa del sudor de quienes se suben a una tarima a sudar la gota gorda y a ver a otros disfrutar”. San Martín, muy conocedor de la vida artística dominicana, considera que ese fenómeno sólo se vez a nivel del artista nacional, pues con los extranjeros sólo sucede en contadas ocasiones, que es cuando las casas disqueras quieren quedar bien con sus representados”. A su entender, “el artista dominicano que no cae en esa mafia, se va muriendo, teniéndose que conformar con vivir del “pocoteo”, y apunta que “en lo personal, me tocó en más de una ocasión, pagar pasajes, hoteles a más de uno de esos payoleros dominicanos, pues de no haberlo hecho, habrían acabado como mis artistas. Durante los primeros años de esa década, además de Reynaldo Balcàcer y Enrique Fernández, se destacaban como locutores musicales Willy Rodríguez, Rubén Camilo, José Guillermo Sued, Alejandro Sánchez, Freddy Abreu, José Estévez y Carmen Alonso, entre otros, que San Martín no cita por sus nombres. Además de Radio Visión como principal emisora musical, propiedad de Bienvenido Rodríguez, existía “la poderosa” Radio Guarachita, dedicada pura y simplemente a la música de amargue. Radhamès Aracenas era su propietario y junto a él se destacaban como locutores Ciprián Hamburgo, Julio Ortíz, Francis Méndez y Bernardo Palau Pichardo y Marcia Matos como su voz hoy más añorante. Radio Guarachita y su propietario practicaban su propia “payola”, ya que los cantantes de esa música, casi todos de origen campesino, les entregaban sus creaciones sólo a cambio de que les grabaran y los dieran a conocer por la emisora San Martín tampoco hace referencia directa de los periodistas de espectáculo de la època, entre los cuales figuraban Mundito Espinal, Miguel Hernández, Joseph Cáceres, Fran Natera, Francisco Álvarez Castellanos y Ángela Ovalles. Además de Johnny Ventura como la figura más cimera, Mateo San Martín y su empresa Kubaney, fueron los encargados de promover a los artistas dominicanos Anthony Ríos, Dioni Fernández, Cuco Valoy, Ramón Orlando, Hermanos Rosario, Pochy Familia y Fernando Villalona. Con Johnny comenzó antes de que surgiera Wilfrido Vargas y por vía de Villalona, a quien puso el mote de “El Mayimbe”, (en honor al mayoral cubano de los ingenios), confrontó un tremendo conflicto con Bienvenido Rodríguez y su disquera Karen Records en 1981, en medio del cual estuvo envuelto Guicho Pichardo. A Johnny, San Martín prácticamente se lo arrebató a Rafy Cruz, quien para finales de los 60s., al igual que Rafael de la Cruz León (Sherif Marcos), regenteaba una disquera en Nueva York. Extrañamente Johnny grababa también con su propio sello “Discolor”, llamado luego “Combo Records”, presidido por su sacrificada madre Virginia Soriano. Desde 1967, con Kubaney fue que realmente Ventura, entre 1970-1974, adquiere su proyección internacional, a través del álbum “La muerte de Martín”, donde sobresale Luisito Martì como llorón y cantante, y con el que obtuvo su primer Disco de Oro. Con ese sello, el primer tema de Johnny, lanzado como globo de ensayo fue Boogallo, uno de los estilos pop que el Gran Combo de Puerto Rico había puesto en boga en el mercado latino desde 1967. La experiencia boricia, con Pellín Rodríguez y Andy Montañés fue un éxito total que repercutió en República Dominicana, al unísono con “El Jala Jala” y “El Pata Pata” que tamben hizo popular Miriam Makeba. Lo de Johnny fue una aventura que hubo de lamentar con más tristeza que Juan Luis Guerra cuando fracasó al intentar cantar en inglés. Tras la “Muerte de Martín”, llegó “El Baile del Pingüino”, con una adaptación del cubano Ernesto Duarte, y más tarde “Ah, no, yo no sé no”, una salida jocosa del comediante desaparecido Julio Cesar Matías (Pololo) de la que el genio de Mundito Espinal hizo un merengue tan pegajoso como “El Tabaco”, “Un Poquito para Atrás por Favor y “Te Digo Ahorita”, que surgieron uno tras otro. Fue una època de baca gorda para Ventura y su grupo.
La pregunta que surge entonces como perogrullada, es ¿antes de Wilfrido Vargas, se promovía la payola en la radio dominicana? ¿Lo hacía Johnny Ventura para hacer sonar sus discos, tal como se hace hoy de forma descarada? Después de lo revelado por Mateo San Martín, hay que decir que a confesión de parte relevo de prueba y que parece, que con la irrupción de la música de Los Beduinos, al líder del Combo Show, comenzaron a aplicarle la misma medicina. Sin embargo, todo ello es negado por los que deben ser primeros testigos. Lo niegan los locutores, los cronistas, los promotores y hasta el propio Wilfrido se lava las manos como Pilatos. “Cuando la payola es denunciada como cáncer que perjudicaba a mucho artistas que tenían que pagar entre tres a cuatro mil pesos para la promoción radial de un disco, del bando de Wilfrido Vargas saldría la insinuación contra Johnny Ventura”, afirma Carlos Batistas Matos que para aquellos años era reportero noticioso de Radio. José Tejada Gómez, de la misma generación de Batista, y quien se iniciara como cronista de arte en el desaparecido periódico La Noticia, afirma por su parte, que la payola dominicana comenzó con los “fans clobs” de los artistas, que en el país no nacieron de manera espontánea, sino, que fueron creados y financiados con esa finalidad. Asegura que cuales interactivos políticos de hoy, los fans llamaban a las emisoras para pedir los temas de “sus artistas y grupos” y que cuando los locutores descubrieron el artificio lo aplicaron en su propio provecho en procura de ganancias extras, ya que ganaban muy poco. El director de DiarioDigital RD, asegura que luego, la práctica, (que se atribuye haber sido iniciada desde Radio Visión, de Bienvenido Rodríguez), se masificó entre los dueños de emisoras, hasta el extremo que actualmente se pauta y se programa. Como ha dicho Darío Tejeda en "La Pasión Danzaria": “Se empezó con las veinte canciones supuestamente más solicitadas, alterando entre una y otras semanas los temas que llegaban para ser promocionados, con una técnica bien dirigida, basaba en que, los que llegaban primero sonaban primero, tal como lo hacía remotamente Radio Guarachita, con su slogan de “el que llega primero se va primero y el que llega último que espere su turno”. Tejeda señala que finalmente, las emisoras han establecido una programación que llega hasta el famoso “Top 40”, vale decir, las 40 canciones que supuestamente resultan las más pegadas”, que van siendo sustituidas también en bloque según van llegando las otras. Señala que el gusto social de los radioaficionados y los “fans” ha quedado prisionero en la rede del negocio discográfico, y agrega que la regla general de la payola es que cuánto más se paga por promover un tema, más veces y con más insistencia suena por las emisoras. Tejada Gómez dice que desde mediados de los 80s se compran emisoras con esa casi exclusiva finalidad y que hasta artistas y dueños de grupos merengueros han comprado las suyas para promoverse y cobrar para promover a otros siempre en medio de una competencia desleal y perversa. La promoción ha pasado del simple tema, a los pagos mensuales por artistas, y cálculos conservadores estiman entre 30 mil y cien mil pesos mensuales los que están obligados a pagar los interesados que quieran sonar por ciertas “pegadas emisoras”. Todo depende del nivel o categoría del grupo o artista, como diría Mateo San Martín. Volviendo a Carlos Batista, a propósito de los rumores sobre la payola cuando Wilfrido comenzó, éste señala que con ello “se hacía parecer a Johnny como el artífice de esa mala práctica, cosa que no era verdad, ya que este artista no había pagado dinero a los locutores para que sonaran sus discos por las emisoras”. Reynaldo Balcàcer admite que se movía mucho dinero por las emisoras, pero aclara que “yo no sé quien lo repartía, si D`Nuncio, Bienvenido Rodríguez, Wilfrido o Johnny; sólo sé que se distribuía mucho dinero de payola en la radio”. Rubèn Camilo dice que le resultó extraño la reunión que hiciera una vez, con los locutores de Radio Visión, Manuel Vargas, hermano de Wilfrido, donde se bajó la línea de promover la figura del líder de Los Beduinos. Señala que “todos reaccionamos sorprendidos con la inesperada estrategia en la que Radio Visión jugaría un papel de primer orden”, convirtiéndose así en el antitético de la comprometida emisora surgida durante la Gesta Patria de Abril y de la que su antiguo dueño Cuco Valoy, desde un patio de la calle París, animando como el “Super Zuqui Sabrosón”, ponía canciones revolucionarias como sus “Páginas Gloriosas” y promovía a soneros cubanos .Todavía a Cuco Valoy, que siempre ha sido carnal de Johnny Ventura, se le oye decir: /Maldito sea el soldado que obedece al superior para asesinar a la Patria;/ maldito sea el soldado que le da la espalda al pueblo para seguir a unos pocos;/ y maldito sea el extranjero que sin razón y sin derecho, abusa de un pueblo ajeno…/ Al propio Wilfrido Vargas se le consultó sobre el complot en que habría estado envuelto para perjudicar a Ventura y se defendió diciendo que “Yo no sugerí, ni ordené, ni insinué que se boicoteara, maltratara o se ofendiera a Johnny Ventura, quien para mí ya era una gloria. Sucedían muchas cosas en mi entorno de las que yo estaba muy ajeno y con las que no estuve de acuerdo”. Bienvenido Rodríguez, persona al parecer de poco hablar, a mucho ruego se ha limitado a decir: “Yo nunca deseé ni intenté destruir el fenómeno musical de Johnny”. Reconoce que para la època en que surge su empresa (1970) era Johnny el artista dominicano más vendido y demás arrastre, fenómeno que prevalecía cuando se hace cargo de la promoción de Wilfrido en 1974. Domingo Bautista, estrecho colaborador de Wilfrido en sus inicios, corroboró lo dicho por aquel: “Wilfrido nunca me insinuó que boicoteara a Johnny Ventura, por quien siempre me mostró una actitud de mucho respeto, en lo artístico y en lo personal”. Sin embargo, Bautista, quien desde hace años produce toda la tarde el programa la “Súper Revista” por Color Visión, admitió en una oportunidad que sintió los tentáculos de esa trama. Y en una entrevista que ofreció a Carlos Batista en 1998, para la “Tarde Alegre” del desaparecido periódico Ultima Hora, casi se confesó diciendo: “A nivel de los cuadros de trabajo de Wilfrido Vargas y Bienvenido Rodríguez, hubo una posición de conflicto frente a Johnny Ventura, que se reflejaba en la radio”. No hay que olvidar que Domingo Bautista fue el primer manager y promotor que tuvo el director de Los Beduinos.
LA BOMBA. Parece ser que en lugar de bromas pesadas y trucos, eran juegos sucios y truculencias, lo que muchas veces se utilizaron para promover la carrera de Wilfrido Vargas, escogiendo casi siempre como víctima a Johnny Ventura, cuando éste amenazaba con volver a ocupar su lugar. Una de ellas, que pudo haber causado pérdida de vidas inocentes, ocurrió en la primavera de 1976, y fue la ocasión en que se inventaron la “bomba”. La noticia que corrió como pólvora sobre la ciudad amurallada y dio la vuelta al mundo daba cuenta que dentro del avión en que viajaba a exterior Wilfrido, junto a sus músicos, con más de cien pasajeros a bordo, habían colocado un artefacto listo para explosionar. La alarma ocupó las primeras páginas de los periódicos e hizo movilizar a medias Fuerzas Armadas junto a la Policía Nacional, ambas politizadas, que temieron que se tratase de un acto terrorista para hacer daño al entonces régimen de los 12 años. Tras ser militarizado, el Aeropuerto Internacional de las Amèricas se mantuvo durante horas varado sin que pudiera salir ninguna aeronave creando todo tipo de dificultades, nerviosismo y una histeria colectiva. Si abusivo fue el invento, por el desasosiego que generó en la población, mucho más condenable fue haber puesto a correr la versión de que se trataba de un plan criminal planeado por Johnny contra Wilfrido, lo que tomó cuerpo en una parte ignorante de los dominicanos acostumbrada también, por morbo y traumatismos mentales, a ver y vivir de las fantasías, los espejismos y las fatalidades. Y es que mientras el Caribe suena y suena, como dijera Arciniegas, Santo Domingo baila y baila. “A mi me llamó un muchacho apodado Rabelito y me confesó muy en serio, que había detectado una conversación que daba todos los pormenores de esa famosa bomba. Le hice el comentario a Domingo Bautista, y como era lógico, Domingo hizo investigaciones”, afirmaba en entrevista el propio Wilfrido en una actitud velada para desentenderse de los efectos de un alboroto que paralizó a medio país, e hizo que muchos, tal como sucede en la Semana Mayor, dejaran sus trabajos y se fueran a celebrar. Después del Diablo Mateo, fueron varias las veces que el rumor pùblico mató al caballo Ventura, y la gente lo lloró al compás de su música. Ahora, con la truculencia de la bomba, se buscaba matarlo moralmente para que no volviera a sacar su cabeza, y al mismo tiempo, “recalentar la figura de Wilfrido Vargas, que en esos días estaba muy fría”, debido además, al resurgimiento de Cuco Valoy y otros fenómenos que como Fernando Villalona estaban restando protagonismo a la música beduina. Apadrinado por el propio Wilfrido a través de su grupo bisagra "Los Hijos del Rey", Villalona, después de su primer tema “Tatico Henríquez”, crecía como una tormenta amenazando en convertirse en huracán y arrastrar con todo. Nadie lo controlaba, ni Wilfrido que habìa sido su rescatàndolo de Lomas de Cabrera ni Bienvenido Rodríguez que era su disquero. El declive de Wilfrido Vargas se notaba tanto en Santo Domingo como en el extranjero y ello extrañamente ocurría, pese haber sido el inspirador de la mayoría de grupos y de los aires musicales que a la sazón seguían predominando, a tal punto que el propio Johnny y hasta el “irreversible” e “irreverente”” Cuco Valoy se vieron forzados a innovar y renovarse. Entre finales de 1974 y principios del año siguiente Johnny experimentaba y mezclaba buscando una nueva clave para el éxito perdido a fuerza de poca pegada y también de payola. Sin embargo, para la competencia encabezada entonces por Wilfrido y sus asociados, Johnny era como un gigante dormido que en cualquier rato podía despertar y hacer a todos correr. Lo mismo hacía Cuco Valoy que ya en 1975, había impactado con el merengue “No me empuje”. Cuco y su grupo se convirtieron en otra amenaza para Wilfrido, desde la aparición de Ramón Orlando Valoy, detrás de su padre como pianista, a la tierna edad de 14 años. Dicen que la incredulidad no sólo quita la gana de rezar, sino que genera los demonios escondidos y al parecer eso fue lo que se puso en movimiento a aquella vez en contra de Johnny Ventura.
"Juro por Dios que no sabía que la bomba era un bulto publicitario. Lo vine a saber después cuando me contaron que era parte de la estrategia promocional de Wilfrido Vargas”, afirmaría luego Bautista prácticamente reconociendo que se prestó para aquella ocurrencia atroz que formó parte de la cadena de artimañas con las que se intentó destruir, opacar o detener la brillante carrera de Johnny, que desde entonces y tras la conversión de su Combo Show en Johnny Ventura y su Caballos, se envalentonó e inició una nueva etapa en su vida artística, una suerte de rebelión, que más tarde (1977) con un arsenal de temas seguidos cada vez más pegajosos, haría meterse en miedo a Wilfrido Vargas, quien de pasó se fue del país y se refugió en Puerto Rico, aunque el creador de Los Beduinos, llegó a decir que no fue Johnny el que lo aterrorizó, sino El Cuco con sus actos de brujería y su Tribu. “Tuve grandes pesadillas en esos días y sabía que lo que me esperaba no era nada bueno”, habría dicho Wilfrido Vargas, refiriéndose a Cuco Valoy, el retumbar de su nueva banda y su tema “El Brujo”. En nada tocaba a su principal rival, Johnny Ventura, con su renovada agrupación, que tras sus “merengues “La Tapa” y “El Plebeyo”, al estilo "hustle", se destapó con el tema “Llegaron los caballos”. /El que venga atrás que arree…/
Esta parte la veremos en la próxima entrega.