Chomsky ha sido una de las personalidades más relevantes en la lingüística y en la ciencia cognitiva contemporánea. En una entrevista concedida a Science&Theology News, señala que ciencia, política y religión pueden constituirse en “falsos profetas” que creen poseer la verdad y contribuir así a pervertir la conducta humana.
Esta perversión ocurre cuando perdemos el horizonte del enigma (por la ilusión de la verdad) y las posibilidades de la libertad (por la ilusión de que el poder científico, político o religioso puede imponernos lo que debemos hacer). La religiosidad en realidad es humilde, pero es una inclinación del hombre a entregarse a una práctica que abre a una esperanza de futuro.
A sus 77 años de edad, Noam Chomsky ha sido entrevistado por Matt Donnelly en Science&Theology News (marzo 2006). De nuevo han salido a colación algunos de los temas ya clásicos y persistentes de su pensamiento en lo referente a la crítica al poder tanto científico, como político o religioso.
Para Chomsky, el conocimiento humano es muy limitado tanto en la ciencia, como en la política o en la religión. La exageración del conocimiento conduce a fundamentaciones falsas de un uso del poder abusivo en ciencia, política y religión.
Ciencia, política y religión pueden constituirse así en “falsos profetas” que creen poseer la verdad, pero contribuyen a pervertir la conducta humana. Esta se pervierte al perder el horizonte del enigma (por la ilusión de la verdad) y al perder las posibilidades de la libertad (por la ilusión de que el poder científico, político o religioso, puede imponernos lo que debemos hacer).
Noam Chomsky encabezó la lista de los 100 intelectuales más influyentes del mundo, según el Prospect/Foreign Policy del año 2005, pasando por encima de Richard Dawkins, Václav Havel o Salman Rushdie. Es notable que así sea, ya que Chomsky, al fin y al cabo, representa precisamente la crítica del intelectual que se prostituye ante el poder: es el intelectual anti-intelectual que critica el falso uso de la razón en “servicio del poder”.
La obra de Chomsky
Chomsky ha sido durante más de cincuenta años profesor e investigador de lingüística en el Massachussets Institute of Technology ([MIT]url: http://web.mit.edu/). Nació en Philadelphia en una familia judía de inmigrantes del este de Europa y no pocas de sus posiciones filosóficas podrían ponerse en relación con los principios de una religión de prácticas como es el judaísmo de la Torah.
Las aportaciones de Chomsky han tocado una variada serie de campos. Es uno de los padres de la llamada “revolución cognitiva”, que vino a frenar la influencia creciente de los enfoques conductistas en las ciencias humanas del siglo XX. Su punto de vista establecía que debía postularse la existencia de una estructura profunda en el cerebro humano, derivada evolutivamente y por herencia, que entre otras cosas nos hacía capaces de aprender una lengua. Esta estructura constituía algo así como una gramática humana universal, codificada neuronalmente, que podía generar las diversas lenguas aparecidas en la historia y en las diversas culturas. Esta “gramática universal” podía ser formalizada por el uso de modelos matemáticos que esquematizarían una aproximación a esta lógica universal de la mente humana universal, común a todos los hombres.
Es evidente que las intuiciones de Chomsky favorecieron que, en otros campos de la psicología y de la ingeniería del conocimiento, se comenzara a trabajar en modelos matemáticos que, en alguna manera, modelizaran también el funcionamiento de la mente humana. Autores como Newell y Simon comenzaron pronto la investigación hacia estos modelos formales, inspirados en el ordenador, capaces de describir el funcionamiento de la mente. Son las teorías computacionales del hombre que, aunque vinculadas a Chomsky, no pueden identificarse con el pensamiento de éste, a nuestro entender mucho más comedido, ya que nunca, a nuestro entender, ha pasado al terreno de lo que llamaríamos una idea mecanicista o robótica del hombre.
El enfoque de Chomsky postula que cuando un niño nace lleva ya en su mente una codificación neural de una estructura que le permitirá aprender el lenguaje a toda velocidad. Pero Chomsky no defiende un apriorismo kantiano, ya que esta estructura ha surgido a posteriori a lo largo del camino evolutivo de las especies animales y de la especie humana. Es decir, esta estructura neural no pertenece al hombre, impuesta desde un no se sabe dónde al margen del tiempo, sino que se ha ido formando poco a poco en un marco evolutivo aposteriórico (esto es, en dependencia de la experiencia animal y humana).
Servicio intelectual al poder
“La gente que se conoce como “intelectual” –nos dice Chomsky en la mencionada entrevista- tiene el mérito primario de servir al poder. Así es desde las noticias históricas más antiguas, en la Biblia, por ejemplo. Si se fijan en lo que hacían los profetas, actuaban como lo que podríamos llamar “disidentes intelectuales” …”. “La gente a la que llamamos intelectuales no son diferentes de los demás, excepto en que tienen un privilegio particular. La mayor parte viven en la abundancia, están educados y tienen recursos. Cuando el privilegio aumenta, también aumenta la responsabilidad …”. Frente a este mundo de posibilidades de los intelectuales, socialmente instalados, la gente normal se encuentra en inferioridad de condiciones: luchan por la vida y la supervivencia esencial; sin embargo, insiste Chomsky, muestran en ocasiones una perspicacia intelectual mucho mayor que la de los intelectuales instalados y al servicio de un sistema establecido que no resuelve los problemas y que son incapaces de superar. Pero los intelectuales viven en la arrogancia de creer que poseen el poder de las ideas y de la verdad.
El poder de la ciencia y de la política
“La ciencia trata de cosas muy simples y formula preguntas básicas sobre ellas. Tan pronto como la ciencia se hace más compleja, ya no es capaz de responderlas. La razón de que la física pueda llegar a tales profundidades es porque se limita a cosas extremadamente simples, prescindiendo de la complejidad del mundo …”. “La ciencia difícilmente alcanza los asuntos humanos. Las circunstancias humanas son demasiado complicadas. Incluso comprender los insectos es un problema demasiado complicado para la ciencia. Así, las ciencias que tenemos no nos dicen apenas nada de las dimensiones humanas”.
La ciencia, para Chomsky, conoce el mundo, pero muy pobremente. Pero, sin embargo, frente a esta “visión precaria”, ofrece la visión prepotente de un conocimiento absoluto ilusorio que funda una instancia de poder falsa. El “ídolo” de un conocimiento final que se impone, resuelve las cosas, y sustituye nuestra responsabilidad humana de vivir comprometidamente ante el enigma.
El poder de la política es algo semejante. Se crea la ficción de que el concimiento (e incluso la ciencia) impone ciertos modos de actuar que se ofrecen a la gente como inevitables. La manipulación de los medios de comunicación es el instrumento con que la “razón política” se apropia del poder por imposición del conocimiento. A esta denuncia había respondido ya una de las obras políticas más importantes de Chomsky: Manufacturing Consent: The Political Economy of the Mass Media.
El poder de la religión
“El mismo Jesús, y la mayor parte del mensaje evangélico, es un mensaje de servicio a los pobres, una crítica del rico y poderoso, y una doctrina pacifista. Y todo permaneció de esta manera hasta que se llegó a Constantino …”. La cruz, nos dice Chomsky, se puso en el escudo del imperio romano y se convirtió entonces en símbolo de violencia y opresión; y así más o menos ha continuado actuando la Iglesia hasta el momento. “Es llamativo que en tiempos recientes grupos eclesiales, sobre todo obispos de América latina, pero no sólo ellos, hayan tratado de volver a los evangelios”.
“Cuando hablamos sobre religión –sigue diciéndonos Chomsky-, nos referimos a una forma particular de religión, la que acabó dominando a toda la sociedad occidental. Pero si miramos a otras sociedades en el mundo, vemos que sus creencias religiosas son muy diferentes. La gente tiene derecho a creer todo lo que considere, incluyendo creencias irracionales. En realidad todos nosotros tenemos creencias irracionales, en un cierto sentido …”. Ni siquiera las ciencias pueden probarlo todo absolutamente, aunque nos lo quieran hacer creer, dice Chomsky. ¿Es posible una prueba definitiva de las cosas? “Si buscas pruebas, entonces ve a la aritmética; en ella se pueden probar cosas. Pero tú estipulas entonces los axiomas. Pero las ciencias tratan de descubrir cosas, y la noción de prueba no existe”.
“La ciencia y la religión son inconmensurables. Pienso que la religión te dice: aquí está lo que debes creer. El judaísmo es un poco diferente porque no es en realidad una religión de creencias, sino una religión de prácticas. Si hubiera preguntado a mi abuelo, que era un judío ultraortodoxo del este de Europa, ¿crees en Dios?, me habría mirado con una expresión atónita, y no hubiera sabido de qué estaba hablando. Lo que debes hacer es llevar adelante las prácticas religiosas. Naturalmente, se llega siempre a decir: yo creo en esto o en aquello. Pero la creencia no es el centro de la religión. El corazón de la religión son las prácticas que asumes y llevas adelante. Y sí, ciertamente, hay un sistema de creencias detrás de la práctica, en alguna manera. Pero no se pretende que sea una descripción del mundo. Se trata sólo de un contexto en el que se hacen las prácticas que se consideran oportunas”.
Diríamos, pues, que para Chomsky la religión convive con el enigma y la oscuridad de las creencias. Sin embargo, es un compromiso existencial con una práctica que se acepta en su precariedad y no pretende llegar a dominar la realidad por el conocimiento y buscar su instalación consecuente en el poder. La religiosidad es así humilde; pero es una inclinación del hombre al entregarse a una práctica que abre a una esperanza de futuro.
Chomsky ante el ateísmo
“En realidad no sé lo que es un ateo. Cuando la gente me pregunta si yo soy un ateo, debo preguntarles qué es lo que preguntan. ¿Qué es aquello en lo que se supone que yo no creo? Hasta que no puedas reponderme a esta pregunta, no podré decirte si soy un ateo. Y en este sentido la pregunta no se plantea”. “No veo cómo alguien puede ser agnóstico si no se sabe qué es aquello en lo que se supone que se cree o se rechaza”. En realidad, para Chomsky, la ciencia ni prueba ni rechaza la existencia de Dios. La cuestión divina pertenece a una dimensión enigmática que no puede ser abarcada por la ciencia, ni siquiera por la religión.
El punto de vista de Chomsky sobre el ateísmo parece, pues, a nuestro entender, derivarse de su idea de la limitación del conocimiento, tanto en la ciencia, como en la política, como en la religión. El enigma, la oscuridad, la incógnita, nos rodean y condicionan en nuestra situación humana. Su punto de vista parece congruente entonces con la epistemología moderna, propia de la cultura ilustrada y tolerante en que vivimos.
“ … La concepción de la ciencia cambió. En lugar de tratar de mostrar que el mundo nos es inteligible, reconocimos que no lo es. Sin embargo, simplemente decimos: conocemos sólo la forma en que el mundo funciona. Y las pretensiones de la ciencia han paso de pretender mostrar cómo el mundo nos es inteligible, que no lo es, a pretender mostrar que hay “teorías” que nos hacen inteligible el mundo. Esto es la ciencia: el estudio de teorías inteligibles que nos dan una explicación de algunos aspectos de la realidad”. Son teorías, por tanto, según esta concepción de Chomsky, meramente funcionalistas que no nos desvelan la esencia enigmática de la realidad.
Inmersos en la oscuridad
La posición de Chomsky parece entenderse, por tanto, como una crítica del poder fundada en una manipulación del conocimiento, en la ciencia, en la política y en la religión. Aunque sus posiciones son muy radicales y no serán aceptadas por todos, evidentemente, y serían susceptibles de diversas matizaciones, no cabe duda de que se trata de una posición comprometida y respetable.
“Cuando la gente –concluye Chomsky- considera lo que la ciencia nos dice acerca de los asuntos realmente humanos, es la mayor parte de la veces una broma. Además, incidentalmente, tampoco pienso yo que la religión nos diga mucho más. Por tanto, no es que la ciencia esté desplazando a la religión, porque no hay nada que desplazar”. En cuanto al conocimiento, por consiguiente, tanto ciencia como religión se mueven en una oscuridad de fondo.
Juan Antonio Roldán es miembro de la Cátedra CTR. Comentario a la entrevista de Matt Donnelly a Noam Chomsky publicada en Science&Theology News.
Tomado de la revista Tendencias Científicas