Lo primero que es necesario decir es que el Concordato firmado en el año l954 por el Tirano Rafa- el L.Trujillo, y un papa que no ha pasado a la historia precisamente con buenas calificaciones, es un acuerdo de gobiernoa gobierno, por lo que solamente puede ser resvisado por el gobierno do-minicano y el Vaticano.
Nadie, y menos que nadie la misma iglesia católica puede negar que ese acuerdo contiene articula-dos, prohibiciones y demás, que ya están desfasadas, que son hasta un atentado a la religión mis-ma, y que acuerdos de esa naturaleza ya han sido revisados incluso en España, la madre de la reli-gión católica por estos lares.
Es quizás un tema que no debe ser tratado a la ligera, que puede contribuir a una división y en-frentamiento que en estos momentos, y en estos tiempos, no son precisamente lo que debe de ocupar el tiempo de un país cargado de problemas.
Además tengo la seguridad de que el Concordato no entra en los planes del gobierno si algo debe o quiere revisar por lo que resulta contraproducente comenzar una discusión que por necia no es de la importancia que deben en estos momentos tener los problemas nacionales.
Afirmo que ese acuerdo es un adefesio, y mucho más en estos tiempos, pero no creo en modo alguno que perjudique otras religiones que están ejerciendo sus derechos sin que nadie les ponga cortapizas ni por el Concordato ni por nada.
Ya habrá tiempo hasta para que el mismo Cardenal, un hombre de un formación religiosa-intelectual de grandes luces, opine al respecto, y conjuntamente con el gobierno central ponerse a revisar lo revisable.
El concordato está fuera de tiempo, y fuera de cualquier inteligencia medianamente cultivada, más no es momento para discusiones sin sentido, ni para revisiones que pueden ocupar y preocu-par a la nación que necesita todo su espacio para estudiar agraviantes males que nos amenazan y perturban más que un Concordato.